Libertad al ajuste que se padecerá por culpa de la inercia populista; la fórmula que expuso Milei

El Presidente anticipó que se viene lo peor, pero en la plaza hubo aplausos al grito de libertad, libertad.

RESPALDO. Milei recibió aplausos en el caluroso domingo porteño. NA RESPALDO. Milei recibió aplausos en el caluroso domingo porteño. NA

Javier Milei soltó sus canes ideológicos liberales para que hagan de las suyas en un escenario futuro que pintó desastroso. Fue claro en cuanto el empeoramiento de la situación económica y social. En ese marco no escapó de la fórmula tradicional de la dirigencia -a la que supo calificar de casta-, cada vez que asumen como nuevo Gobierno: tener a mano un culpable de la crisis a quien acusar por si se fracasa. En su caso fue más ingenioso que sus antecesores: avisó que es tan pesada la herencia que recibe que, no por su responsabilidad sino por la inercia de las políticas populistas que se vienen ejecutando desde hace 100 años, costará superar la crisis. 

El Presidente retrocedió hasta Hipólito Yrigoyen para justificar su observación numérica, no se quedó en los 70 años que se venían usando desde sectores rivales del PJ para señalar que el fracaso argentino se debe la aparición del peronismo en el país. Milei puso a los dos partidos tradicionales en la misma bolsa “de la decadencia”. A criterio del flamante mandatario nacional, el liberalismo vino a dejar atrás esos los fracasos colectivos para reencauzar a la Argentina. Lo irónico es que los va a necesitar para garantizar la gobernabilidad. 

Su visión es optimista y esperanzadora, y es en la que confiaron los millones de ciudadanos que lo acompañaron con su voto. Ahora bien, ayer Milei fue directo: se viene lo peor, a no esperar un lecho de rosas sino un largo camino de espinas, al que no puso término. En este punto también se diferenció de sus antecesores, que al asumir preferían dibujar un futuro mejor; aunque sin dejar de cuestionar a los que estuvieron antes y a las deudas que les dejaron. Milei, en cambio, no se guardó nada a la hora de describir lo malo que se viene bajo su gestión. Se refirió a lo que recibe como la peor herencia de la historia y anunció que bajo su Gobierno habrá una inflación mayor a la que se viene registrando, que no habrá subsidios, que reducirá el Estado, que subirán las tarifas y que habrá libertad para disponer precios y que los salarios perderán el valor adquisitivo. Peor escenario, imposible. 

Sin embargo, en la plaza, en la calle copada ayer por los libertarios o los mileístas, hubo aplausos al grito de libertad, libertad. No se pensó en los sacrificios. Punto a favor de Milei, porque aunque anticipó que mañana los argentinos estarán peor que hoy, recibió vítores y palmas. Un envión favorable y un voto de confianza, pese al futuro desfavorable que anuncia, de un sector de la sociedad porque admite que está dispuesta a soportar que todo empeore bajo su signo a cambio de que en un futuro incierto todo mejore. 

El tema es que los canes ideológicos que Milei soltó a la calle para enderezar la realidad se toparán con la mitad de los argentinos en situación de pobreza e indigencia, los que no están en condiciones de que su realidad empeore; porque a la luz de lo que plantea Milei no serán supuestamente sus votantes los que padecerán -por voluntad propia- lo que se viene, sino los que ya están, como se dice popularmente, debajo de la lona.

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