El gol de Federico Redondo dio una vida más a la Selección argentina en el Preolímpico

Sobre la hora, el hijo de "Principe" marcó un gol agónico para que la Selección empate 3-3 frente a Paraguay.

AGÓNICO. Federico Redondo marcó el gol del empate. AGÓNICO. Federico Redondo marcó el gol del empate. Reuters.

¡Como pesa el penal frente a Venezuela! ¡Como cambió la historia la decisión del ecuatoriano Augusto Aragón! Agónico, redentor e invaluable. En un duelo palo a palo y con demasiados vaivenes, Argentina obtuvo (sobre el final) una vida más. Sí, porque el empate por 3-3 frente a Paraguay deja con una última chance a los “pibes” de meterse dentro de los Juegos Olímpicos de París.

¿Cuánto vale la embestida de Federico Redondo sobre el final? Como si fuese un “9”, el hijo de “Principe” dejó de lado la función de ser el eje del equipo, se lanzó al área y, en un segundo duelo frente a Ángel González, logró convertirse en el héroe de una jornada marcada por los vaivenes emocionales que fueron reflejados en un abultado marcador. “Por suerte, entró. Si no me mataban”, reconoció el volante al finalizar el partido.

No obstante, la alegría para el volante no fue total. La tarjeta amarilla, tras un choque con Wilder Viera minutos antes del gol, lo dejó fuera de la definición del torneo, por lo que será una dura baja a cubrir por parte de Javier Mascherano. “Una lástima perderme el último partido. Vamos a alentar desde afuera. Creo que hacemos muy buenos partidos, pero tenemos que aprender a cerrarlo”, dijo el mediocampista de Argentinos Juniors.  

Si bien Argentina fue más que los guaraníes en los 90 minutos, los dirigidos por el “jefecito” no lograron definirlo. Es más, el gol tempranero de Pablo Solari dejó contra las cuerdas a la “albirroja”, que solamente se limitó a aguantar cada uno de los ataques propuestos por la Selección argentina.

Pero, fieles a su historia y tradición, los paraguayos supieron demostrar por qué son la sorpresa del campeonato. Aguantaron y encestaron el golpe en el momento en el que la “albiceleste” bajó la guardia. Así, Diego Gómez se convertía en el principal verdugo de la esperanza argentina.

El “palo” propinado sobre el final del primer tiempo no iba a modificar la postura argentina. Con el tridente ofensivo de Solari, Thiago Almada y Santiago Castro, Argentina buscó torcer la historia y ponerse en ventaja. Las chances claras y la generación de juego no faltó; sin embargo, la bendita precisión se ausentó y cómo dice el típico refrán: “los goles que no entran en un arco, se convierten en el otro”.

“Erré mucho. No hicimos el partido que queríamos. Nos complicamos solos. Tenemos que hacerlo más sencillo y jugar con el resultado a nuestro favor. Nos pasó con Venezuela. Ahora también”, criticó el delantero de River, que tuvo varias chances de cara al arco rival.

“Me voy con un gusto amargo. Más allá de que pude convertir y era lo que buscaba. Es desgastante. Tengo que estar más tranquilo a la hora de definir. Como delantero, convivo con el gol y, si no se me da, tengo que asistir. Estaba muy apresurado en todo aspecto. Cuando lo hice, busqué otro más. Todavía estamos en pelea”, profundizó.

Si bien el dominio de la Selección fue indiscutible, lo cierto es que la frialdad y tranquilidad de los paraguayos tuvo su recompensa rápidamente. A pura potencia y aprovechando los espacios brindados por la defensa argentina, Alan Gómez sería el autor de un “martillazo” que parecería letal.

Al ser uno de los más experimentados, Almada tomó la posta del equipo y, con varias embestidas, trató de revertir el resultado. Pero, la suerte no estuvo de su lado al punto de que el arquero González parecía ser un muro infranqueable por los disparos del capitán.

El ingreso de Claudio Echeverri y Luciano Gondou le brindó dos compañeros al “10” para generar diversas conexiones con cierta peligrosidad de cara al área rival.

Pero, Paraguay tampoco dejó todo a la suerte. Aprovechando la desesperación por el empate y el adelantamiento de líneas,  los recién ingresados Enso González, Tiago Caballero y Fernando Román causaron más de un dolor de cabeza a la zaga compuesta por Marco Di Cesare y Nicolás Valentini.

Luego varios intentos sin éxito, el empate transitorio llegó desde el punto penal, después una fuerte plancha sobre la canilla de Gondou. Inmediatamente, el capitán se hizo cargo de la situación. Almada tomó la pelota, miró a González, largó el aire y pateó fuerte al medio para asegurar el empate.

Con las tablas, ambos equipos se lanzaron a buscar intensamente la victoria y, cuando parecía que no podía haber más capítulos, Paraguay dio un sorpresivo revés.

Un error en la salida del autor del penal, le quedó en los pies de Enso González que, después de una pared con Caballero, picó la pelota sobre la humanidad de Leandro Brey en lo que fue una definición de cinco estrellas.

El gol parecía ser la puntada final de una película de terror. La mirada de Mascherano hacia el piso, las caras desconcertadas de los jugadores y la sensación de que una vez más el objetivo se escapaba de las manos. Como si la eliminación estaba consumada y lograr el empate parecía una mera utopía.

Este es el motivo principal por el que la embestida de Redondo toma tanta relevancia. Un gol que no sólo ahogó el grito de la clasificación paraguaya a la cita olímpica, sino que dejó todo en suspenso hasta la última fecha donde la Selección se jugará su boleto de clasificación frente al eterno rival, Brasil. Un gol que, tranquilamente, podría calificarse como redentor.

La última fecha será contra el eterno rival. Si bien es la última fecha de un cuadrangular, los condimentos adquiridos hacen pensar en que será una verdadera final; un duelo que será mucho más que un mero clásico. La historia de la Selección mayor invita a ilusionarse. Sin embargo, cada episodio de este enfrentamiento es una página nueva de esta gran historia y el domingo se vivirá uno nuevo.

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