Volvieron a las Islas Malvinas para sanar y despedirse 42 años después

Cuatro ex combatientes de la Guerra de 1982 aterrizaron en Malvinas el 9 de marzo procedentes de Lomas de Zamora. “Vinimos a cerrar cosas que nos habían quedado abiertas, como estar con compañeros enterrados en el Cementerio (Argentino de Darwin) porque en aquel momento no pudimos”, refiere el ex suboficial Bulnes.

Acosta, Bulnes, Cabral y Fleita en el Cementerio Argentino de Darwin (cortesía de Bulnes) Acosta, Bulnes, Cabral y Fleita en el Cementerio Argentino de Darwin (cortesía de Bulnes)

(Puerto Argentino/Stanley).-A ellos cuatro les tocó vivir y seguir como a otros 650 les tocó caer y quedarse en el Atlántico Sur, en esas “Islas demasiado famosas”, como llamó Jorge Luis Borges a las Malvinas. A simple vista se nota que son veteranos argentinos de la Guerra de 1982. Eran jovencísimos entonces y, pese a los 42 años transcurridos desde la derrota, no podría decirse hoy que pertenecen a la tercera edad. Quizá porque se mueven en grupo por las instalaciones del Malvina House, el hotel por excelencia de la capital en el que se alojan desde el 9 de marzo. O quizá su juventud obedezca a una marca de época que la Guerra del 82 fijó para siempre.

Nicolás Bulnes (63 años) nació en Mendoza, pero vive en Lomas de Zamora (provincia de Buenos Aires), al igual que Luis Alberto Acosta (62 años), Oscar Fleita (62 años) y Juan Cabral (60 años). Bulnes se desempeñaba como suboficial mientras que el resto eran soldados conscriptos durante el 82. Tenían entre 18 y 21 años cuando llegaron por primera vez a Malvinas. Todos pertenecen al Centro de Ex Combatientes de su municipio. Después de pensarlo un poco, aceptan sentarse en los sillones rojos del lobby del Malvina a charlar con LA GACETA (integra una comitiva de periodistas de cinco países de la región invitados por el Gobierno de las Islas Falkland -FIG por sus siglas en inglés-). Son las 18.25 del 13 de marzo de 2024.

Bulnes toma la iniciativa y cuenta que, cada año, el Gobierno de Lomas de Zamora paga el traslado y la estadía a cuatro veteranos. La comida es lo único que queda por cuenta de cada beneficiario. Esta vuelta ellos tuvieron la oportunidad de retornar a las Islas. “Vinimos a cerrar cosas que nos habían quedado abiertas, como estar con compañeros enterrados en el Cementerio (Argentino de Darwin) porque en aquel momento no pudimos”, explica el ex militar.

Cada hombre de este grupo cobija una historia distinta y personal. Bulnes, por ejemplo, había sido destinado al aeropuerto de las Islas. Otros estuvieron en la trinchera de Puerto Argentino/Stanley, y en los barcos con tareas de suministro y de logística, o cumplieron funciones de defensa antiaérea en el interior de la Isla Soledad/East Falkland.

Una de las primeras tareas que acometieron cuando llegaron a las Malvinas fue enfilar hacia Darwin. “Visitamos el Cementerio, y, luego, pasamos a la Pradera del Ganso (Verde/Goose Green) donde combatimos con artillería de defensa antiaérea; a la Bahía San Carlos, punto de desembarco de las tropas británicas, y, también, al puente Fitzroy”, enumera Acosta.

Las Islas que conocieron hace más de cuatro décadas ya no existen. “Lo que vemos hoy es muy diferente (a nuestros recuerdos). Ya no encontrás los lugares donde estuviste. El terreno cambió. Pero mi sensación es de cierre. No es lo mismo venir a guerrear que de visita”, certifica Bulnes. Todo creció. Por ejemplo, la zona que concentra la mayor cantidad de isleños pasó de aldea a ciudad pequeña en expansión.

La suerte de luchar

¿Valió la pena lo que hicieron bajo las órdenes del dictador Fortunato Galtieri? “En parte”, responde Fleita. Y añade: “como adultos ya mayores vemos esto de otra manera. Sentimos que la guerra es mala. A los 18 años a lo mejor no pensábamos lo que estábamos haciendo. Hace bien estar acá, pero a esto ya lo miramos con otra edad. Es un viaje sanador”.

El ex soldado Acosta acota: “en mi caso yo me siento orgulloso de lo que di. Soy capaz de defender a mi mamá aunque me cueste la vida y es lo que hice aquí. No me arrepiento. Entregué todo: mi juventud y mi fuerza, y, si tuviera que repetirlo, lo haría”.

Tras la rendición del 14 de junio de 1982 comenzó otra historia. En San Carlos, por ejemplo, donde estaba Acosta, siguieron combatiendo hasta que por la radio les avisaron que debían dejar de disparar porque había bandera blanca. “A nosotros nos encerraron en un corral de ovejas porque era lo más grande que había en Ganso Verde y desde allí nos llevaron en un transatlántico estadounidense al Uruguay. Bajamos en Colonia y nos subimos en dos barquitos argentinos”, refiere. Bulnes y Cabral volvieron a casa en el rompehielos ARA Almirante Irízar vía Ushuaia. El final del conflicto encontró a Fleita en Río Grande (Tierra del Fuego). “Estuve 28 días aquí, en Malvinas”, rememora el ex soldado.

Los ex combatientes coinciden en que los vencedores no se aprovecharon de la situación, pero que la etapa de posguerra fue especialmente dura para los que sobrevivieron en el Atlántico Sur. No por los ingleses, sino por los argentinos. Los que habían estado en el frente afrontaban la necesidad de recuperar la vida que habían dejado antes de Malvinas. Cabral había sido panadero. “Después de la Guerra, vivía de changas”, dice. “Cuando volvimos, trataron de ocultarnos”, acota un compañero. Fleita retoma esa idea: “una buena parte de la sociedad hizo a un lado lo que nosotros vivimos aquí”. Bulnes precisa que a partir de 1994, 12 años después, se empezó a prestar atención al veterano.

Como en cualquier guerra, no es lo mismo pelearla que observarla a la distancia y sin peligro, máxime en un campo de batalla tan recóndito y hostil desde el punto de vista del clima. Unos continuaron pensando en esos vientos y en ese frío atroces mientras que otros dieron vuelta la página con mayor facilidad. “Socialmente fuimos marginados hasta que nuestra situación recibió una reivindicación. Pasó tiempo para eso”, opina Fleita.

Los ex combatientes debieron seguir luchando para que las autoridades del país que se sucedieron en el Gobierno les dieran alguna clase de lugar y reconocimiento. Bulnes apunta que no fue sencillo acceder a servicios de salud y a una pensión. Ahora por fin se sienten más escuchados, pero, claro, muchos ex combatientes perecieron en el vía crucis.

Ajeno a las conquistas del presente, Acosta regresa a los años 80. Y dice: “en aquel tiempo estaba haciendo el servicio militar obligatorio. Mi sueño era terminar esa etapa, y seguir trabajando o elegir una carrera. Más allá de la Guerra y de lo que estaba pasando en la Argentina, yo amaba a mi patria y quería hacer lo mejor posible por ella. Nos agarró el conflicto, y cambiaron los sueños, los pensamientos y las ideas. Hay que soportar estar aquí. Cuando volví, me dediqué a construir mi familia a la que le enseñé amar al país no con las armas”. Fleita subraya: “quiero enfatizar que no todos tuvieron nuestra suerte. Aparte de los que se quedaron aquí (porque murieron en la tierra o el mar), sabemos que hay muchos ex combatientes que están mal”.

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