Mileicentrismo: quién es quién y cómo se toman las decisiones en el Gobierno

Milei junto a su gabinete. Milei junto a su gabinete.
30 Marzo 2024

Por Hugo E. Grimaldi

Los 100 días de gobierno pasaron para todos y en la Casa Rosada, a Karina Milei la llaman cada vez menos por lo bajo la “López Rega con polleras”, debido a la total influencia que ejerce sobre el Presidente. Ya casi ninguno le dicen “la Jefa”, como cariñosamente su hermano Javier trató de imponer para explicar con una sonrisa su personaje de ladera principal. Es intocable y se expone a un clásico, ya que la contra y ahora, las redes sociales, le endilgarán pronto a Karina poderes esotéricos, ya que su rol no es precisamente el de clarificar la gestión, sino el de darle sostén casi espiritual al pensamiento generalmente teórico que desarrolla su hermano, aunque tales elucubraciones se choquen en diversas ocasiones contra la realidad.

Para esos menesteres, hay en el Gabinete dos ministros que le atajan todos los penales a Milei, quien se ha convertido en un especialista cada vez más desbocado en romper puentes afuera y adentro: Diana Mondino y Guillermo Francos. Los nada diplomáticos improperios contra los presidentes de México y de Colombia, tal como antes fueron las diatribas contra los gobiernos de Brasil y China hicieron mucho ruido y allí salió la canciller, como pudo, a poner la cara y a decir que las “opiniones personales” de los presidentes no deben ser obstáculos entre los países.

Insultos a la casta, al Congreso y sobre todo la soga que se le muestra a los gobernadores con recortes de todo tipo, esta vez los giros a 13 cajas jubilatorias provinciales y, en esa instancia, siempre aparece la figura del ministro del Interior, todavía el arquitecto de un cada vez más vidrioso Pacto de Mayo. Tras esa misión, es él quien trata de recomponer lo que parece ser imposible de rearmar, aunque a veces lo consiga porque también las provincias tienen sus dramas y saben que sin la Nación el oxígeno se corta y van a tener que poner la cara con sus votantes. A esta altura, en Mondino y Francos, dos bomberos, hay lealtad, pero también hay desgaste.

La mesa chica del jamoncito-Presidente –su primer círculo- se agrandó momentáneamente hace unos días con la vicepresidente Victoria Villarruel a quien se la mostró para negar divergencias de fondo, aunque no son muchos los que se hacen ilusiones que esa conformación se mantenga. Es que Karina y el asesor-estrella y amigo presidencial, Santiago Caputo, la tienen cruzada porque sus formas no son las de Milei, ya que, aunque si bien a veces adopta algunas derivas algo autoritarias, en general ella prefiere moverse por la vía del díálogo. Hasta le dicen “casta”.

En tanto, al Jefe de Gabinete, Nicolás Posse casi ni se le conoce la voz, mientras que la ministra de Capital Humano, Sandra Petovello, seguramente por la inmensidad de su superministerio, siempre parece ser la funcionaria más reconocida por el Presidente. Por su parte, la “señora Bullrich” tiene juego propio con la gravísima cuestión de la Seguridad, mientras que Luis Petri –ambos llegados de otras veredas- pilotea el tema de Defensa por lo visto sin problemas de Presupuesto, habida cuenta del “sí, hay plata” para comprar aviones de origen estadounidense que usaba Dinamarca.

Sobre el ministro de Economía hoy sobre él cae el enorme peso de llevar el timón de la técnica del ajuste y por más que se empeñe en decir que sigue a rajatabla lo que le indica el Presidente, siempre se lo observa con el juego propio que la da su experiencia. En el día a día y mientras el FMI esta vez

juega de contrapeso al compás de las sugerencias de la Iglesia para que no se le eche la culpa de la profundidad de las correcciones económicas que encara el Gobierno por las suyas, mayor a la exigida por el organismo y mientras el tema previsional se ha instalado desde los cálculos para ajustar mensualmente el haber y salvar así algo del incendio del bolsillo de los jubilados, “Toto” Caputo es quien pone la cara por el diseño económico de algo que recién empieza a tomar forma, rumbo hacia algún lado y sin que se pueda calcular aún el tiempo que llevará. Por otro lado, el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona fue sorprendido con la nominación que hizo el Presidente de Ariel Lijo y de Manuel García-Mansilla para la Corte, dos candidatos para quienes los votos aún no están en el Senado. El segundo círculo se cierra con el vocero, Manuel Adorni, quien  pone la cara y explica, a veces cómo puede, los zafarranchos de la mala organización interna del Gobierno. Y luego viene la nada, vista desde el punto de vista de la planificación que se necesita para que una estructura funcione.

A Mauricio Macri se lo criticaba por exceso de Exxel, las planillas que siempre parecen tener la verdad revelada mientras no se conviertan en ejecución. En cambio a Milei se lo puede encasillar en las antípodas: más inspiración que planificación y que las fuerzas del Cielo guíen la patriada.

Su equipo sabe que el Presidente es impredecible y todos tratan de acompañar mientras puedan, aunque algunos colaboradores a veces manifiesten algún signo de prematura fatiga de combate.  

Tal como ocurría con Cristina Fernández (otra similitud) a Milei no se le puede decir que no. Su antecesora fulminaba ipso facto al que manifestaba una crítica a sus planes o a la ejecución y, cosas de la experiencia, el actual Presidente actúa parecido, aunque suele dar alguna vueltas antes de antes de ejecutar al transgresor. Un enfoque autoritario en el liderazgo implica un ejercicio excesivo de poder y control por parte del número uno, a menudo sin tener en cuenta las opiniones o necesidades de los demás colaboradores.

Aunque este estilo de liderazgo parecería ser efectivo en el corto plazo para imponer decisiones rápidas, puede tener consecuencias negativas en el largo, como la falta de motivación, el resentimiento de algunos, una menor colaboración y creatividad y la poca eficacia tratar de convencer a los demás. Un líder así busca tener el control absoluto desde la asignación de tareas y lo hace sin delegar responsabilidades ni involucrar a los demás miembros en la toma de decisiones. O si lo consiente, suele desautorizarlo luego por acción u omisión y así le quita a los demás la autonomía que necesitan para avanzar, lo que puede terminar en falta de compromiso y motivación.

En este esquema organizativo que parece tan primitivo y en medio del caos que ha provocado el cambio de paradigma económico, con inflación más recesión, caída del consumo y seguramente pérdida de empleos, la sociedad parece acompañar todavía. Éste es el combustible que el Gobierno dice que tiene para seguir con este esquema tan caótico, ya que supone que la gente lo aprueba y, por lo tanto, cruza los dedos para que ese apoyo no se revierta.

La naturaleza del Presidente, entendida como un modo de ser imposible de cambiar, es lo que hace que meter ruido sea su marca distintiva. Contra eso parece no poder luchar ni siquiera el propio Milei, quien se siente más cómodo siempre en la disrupción (quizás hay también algo de pose para agradar a quienes apoyan sus modos de entrar como elefante a un bazar) aunque eso signifique complicarle la existencia a muchos y demorar la salida de la crisis. Está en su naturaleza, como el escorpión que, en el medio del río, picó a la rana que lo llevaba a cococho. Se ahogaron los dos.

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