Pasó la gran cita de la moda mundial. La MET Gala 2024 de la noche del lunes en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York estuvo dominada por vestidos floreados de cuidado diseño y estampado colorido. Entre las imágenes del año -que se viralizaron rápidamente por las redes sociales, principalmente X- estuvieron las de la espectacular Katy Perry luciendo dos modelos que respondían a esa tendencia: un vestido beige con tonos verdes y flores en abanico en una amplia cola, y otro con un corset metalizado y falda corta que dejaba al descubierto sus piernas.
Hasta ahí, nada para sorprenderse demasiado, más allá del asombro de la confección y diseño. El tema es que Perry no estuvo en la cita, ni vestida de ese modo ni de ningún otro. La cantante fue reemplazada por una creación por Inteligencia Artificial (IA), posando en una alfombra roja tan falsa como su ropa, tomada de un evento de años atrás. Si bien el montaje denotaba ser burdo en los detalles, poco importaba: el episodio sirvió para volver a instalar el debate acerca de los límites entre la IA y la realidad, y si el uso de la tecnología tiene permitido todo, incluso el engaño.
En las redes, de la reacción inicial se pasó al enojo por la ausencia de advertencia de que era una invención. Así se plantea otra vez la importancia de que estas publicaciones confiesen expresamente ser una ficción, más allá de que el hecho del lunes no pase de la anécdota ni tenga más entidad que sentirse defraudado por haber elogiado algo que no existía. Ni la cantante ni el evento sufrieron consecuencia alguna pero, ¿hubiese pasado lo mismo en otro escenario?
La difusión masiva de una foto inventada tiene el mismo rango que la circulación de una noticia falsa. La ausencia de la ética o el delegar todo simplemente a su aplicación individual impone repensar ciertas categorías de circulación de la información (y una imagen integra este capítulo). Una simple mención de que algo surge de la IA evitaría confusiones, que pueden motivar reacciones que van desde la indignación desmesurada al elogio sin límites, con varias escalas intermedias. Así, volvieron a levantarse las voces pidiendo una legislación global (algo inalcanzable actualmente) que regule su uso.
Lo cierto es que hasta la propia madre de la artista cayó en el error buscado: le mandó un mensaje de felicitación por haber asistido a la cena y elogió su atuendo. “No pude llegar al MET, tuve que trabajar. Mamá, la IA también te atrapó, ¡CUIDADO!”, le respondió la cantante, con la última palabra en mayúsculas.
Injusticia
En el caso bajo debate, la ausente Kate opacó a quienes fueron a la convocatoria, lo cual es de por sí injusto respecto a quienes se esforzaron y le dedicaron horas a prepararse para lucirse. Una de las más elogiadas fue Zendaya, quien volvió a la Met Gala (fue una de las anfitrionas) tras cinco años y lo hizo con una magnífica Maison Margiela de la colección de Dior de hace 25 años en verde y azul, personalizada de John Galliano, completada con joyas Bulgari, que respondía a la consigna de la noche: “Bellas durmientes: el despertar de la moda”, basado en el cuento “El jardín del tiempo” de J. G. Ballard, de 1962. La propuesta tiene como autor a Andrew Bolton, quien declaró a Vogue que apostaba a que se muestre “una oda a la naturaleza, con muchos diseños que aludan directamente a la belleza de la flora y la fauna”.
Zendaya tuvo una segunda aparición con otro modelo, al lucir un vestido negro vintage de Givenchy de 1996, con un sombrero repleto de rosas.
En sintonía con la temática y en paralelo a la reunión social, el Museo montó una exposición de prendas de vestir de la historia con “herramientas de vanguardia, inteligencia artificial, imágenes generadas por computadora, formatos tradicionales de rayos X, animación de video, proyección de luz y paisajes sonoros”, señalaron, para dar por tierra cualquier clase de enfrentamiento entre la tecnología y la alta costura.
A la par de los detalles estéticos de cada prenda, la MET quiere posicionarse todos los años como referencia para inspirar conductas. Así, la elección de la naturaleza como eje apunta a que se piense en la importancia de respetarla y defenderla, precisamente en el seno de una industria que suele ser agresiva en distintas etapas del proceso textil.
Pero también sirve como marca de identidad en las costumbres de una sociedad. En ese contexto, la aparición de Kim Kardashian con su figura apretada al extremo en su cintura (dentro de un corsé de brocado plateado con una falda de metal que simulaba flores y hojas) motivó especulaciones en el mundo virtual acerca de cómo podía siquiera respirar y fue considerada la exhibición de un cuerpo inexistente en la vida cotidiana, que causó incluso revuelo en una polémica que continuó ayer.