Los universitarios tucumanos se resisten a subirse a la bici

A pesar de las ventajas que presenta este medio de transporte en comparación con sus competidores, su utilización es poco frecuente en el universo estudiantil. El miedo a sufrir un robo o un accidente, y el clima serían las causas principales de la falta de usuarios de la bicicleta.

UNA PRÁCTICA RESISTIDA. A pesar de que los beneficios son muchos, la bicicleta aún no se consolida como una alternativa sólida entre los estudiantes. UNA PRÁCTICA RESISTIDA. A pesar de que los beneficios son muchos, la bicicleta aún no se consolida como una alternativa sólida entre los estudiantes. Foto: Analía Aramillo

¿Qué tan habitual es el uso de la bicicleta entre los jóvenes universitarios tucumanos? Se trata de una opción bastante resistida, según pudo averiguar LA GACETA en un recorrido por el campus de Yerba Buena de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (Unsta) y por el Centro Herrera (ex Quinta Agronómica) de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). A pesar de los grandes beneficios que presenta este medio de transporte, las dificultades como el clima, la distancia, los prejuicios y la inseguridad generan que la población estudiantil se incline por otras alternativas más caras, contaminantes o ineficientes, o las tres cosas juntas. En ese sentido, la caminata, el auto y, principalmente, el colectivo siguen imponiéndose como los medios de transporte más elegidos por los estudiantes.

En el Centro Único de Estudiantes de la Facultad de Ciencias Exactas y Tecnología de la UNT explicaron que la unidad cuenta con aproximadamente 5.000 alumnos activos. A pesar de que el establecimiento cuenta con cuatro espacios de estacionamiento para alrededor de 100 bicicletas, durante una mañana de cursado no suelen observarse más de 40. “Hay varios factores. Uno de los grandes problemas es la distancia: el chico que vive en un radio de 10 cuadras suele venir caminando mientras que el que lo hace más lejos prefiere pagar el boleto de colectivo antes que pasar frío. Además, muchos suelen tener becas de almuerzo: como no gastan en comida, invierten en el traslado”, analizó Pablo Almeda, integrante del Centro de Estudiantes de Exactas.

En el caso de la Unsta, la escasez de bicis se intensifica. Si bien el campus está ubicado en una zona atractiva para los ciclistas como lo es la avenida Perón, el miércoles 15 de mayo a la mañana había una sola bicicleta entre las decenas de autos que llenaban el estacionamiento del predio. "Ahora que pude sacar el carné de manejo me resulta medio heavy usar la bici. Siento que es complicado tener que dejarla, estacionarla y estar atento a cuidarla. Antes la usaba mucho para moverme, pero ahora que tengo la posibilidad de trasladarme en auto, creo que es una mejor opción", detalla el estudiante Mateo Llovera tras estacionar su vehículo.

Samir Fote, un estudiante de la carrera de Diseño Multimedial de la Unsta, agrega otra complicación: el código de vestimenta. “Me incomoda venir en bicicleta porque tengo que vestirme sí o sí con ropa deportiva. Acá la mayoría se viste con ropa casual o para salir, entonces, queda bastante mal llegar en short y todo transpirado”, afirmó el alumno con la aprobación de los compañeros que lo escuchaban.

La comunidad universitaria local no está sintonizando la tendencia global de la bicicleta quizá por falta de incentivos o de políticas adecuadas para ello. Para Matías Galindo, que tiene 37 años, y es licenciado en Ciencias de la Comunicación, y docente en la Facultad de Filosofía y Letras, es imperioso revertir ese estado de cosas por múltiples razones que van desde el cuidado del ambiente, la salud, el alivio del tránsito y el fomento del ahorro. Galindo participa de competencias de mountain bike desde los 12 años y utiliza la bicicleta para realizar la mayoría de sus viajes diarios, incluido el traslado a Filo. “Creo que hay muchos prejuicios: a mí como estudiante no me resultaba muy problemático, pero, como docente, siento que los estudiantes me miran raro por llegar en bici. Es algo que los jóvenes tienen internalizado: se piensa que es una práctica de pobre o de fracasado, y que el que decide moverse así es porque no le queda otra”, reflexiona.

Además de dedicarse a sus tareas docentes, Galindo es presidente de Meta Bici, una asociación civil creada en 2005 con la idea de promover el empleo activo de la bicicleta. La organización tiene una sede y una personería jurídica: presenta proyectos para la construcción de ciclovías y brinda talleres de formación para aquellos ciudadanos que estén interesados en incorporarse al mundo del ciclismo.  

UN VÍNCULO POLIFACÉTICO. Además de utilizar la bicicleta para entrenarse, Matías Galindo aprovecha el vehículo para moverse por toda la ciudad. UN VÍNCULO POLIFACÉTICO. Además de utilizar la bicicleta para entrenarse, Matías Galindo aprovecha el vehículo para moverse por toda la ciudad. Foto: Gentileza Matías Galindo

“Si bien hay muchos obstáculos, tanto personales como generales, yo creo que la ciudad tiene mucho potencial para contar con más usuarios. Es una ciudad plana, sin desnivel y cualquier bicicleta barata puede cumplir la función de llevarnos y traernos a distintos lugares. Entonces creo que el problema es que nadie se ha tomado esta iniciativa en serio; no se generaron las condiciones necesarias para fomentar esta práctica”, reflexiona Galindo.

Cuatro barreras para la bici en la universidad

1. La inseguridad. Los estudiantes suelen sentirse más expuestos que con otros medios de transporte. “La única manera de evitarlo es con más ciclistas porque te ayuda a estar más acompañado. También es importante evitar las calles con poca circulación”, recomienda Galindo.

2. La distancia. Aquí es donde sacan mayor ventaja el auto o el colectivo, en especial para aquellos que viven en el interior de la provincia.

3. El clima. Los alumnos manifiestan que el frío los condiciona, pero que es soportable. El problema es el calor: “los países que más usan las bicicletas son los más fríos, no es un problema tan grande. El calor es más limitante porque tenemos temperaturas extremas, que incluso suelen ser peligrosas”, advierte Galindo.

4. Los prejuicios. Según Galindo, el rechazo a la bici está ligado a un modelo de éxito arraigado en la sociedad desde hace varios años. “Creo que existe un prejuicio residual, que asocia la bici con la clase obrera, por lo que en ciertas esferas está mal visto que uno llegue en bicicleta. En cambio, si tenes una camioneta 4x4 sos más más lindo y más piola”, apunta.

Animarse a desafiar el estándar

Pese a las dificultades que presenta, Galindo asegura que, una vez que el estudiante logra encontrar el disfrute a la práctica, se sumerge en un viaje de ida. “Creo que es una opción para muchísima gente: la bicicleta es muy práctica, te da un montón de posibilidades y es beneficiosa para la salud. Para mí siempre fue una solución: me permitió ahorrar mucho tiempo y dinero en mi vida”, refiere. A esto se suma el hecho de que el ciclismo mejora las ciudades como prueban los casos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de Mar del Plata (ver abajo), y de tantas otras urbes en el mundo. Para Galindo está claro el camino a seguir: “el paradigma automotriz nos está quitando la posibilidad de movernos por la ciudad. En algún punto va a terminar colapsando: Tucumán es puro ruido, bocinazos, embotellamientos y smoke. Flexibilizando algunos códigos culturales, la bici es una herramienta que podría democratizar la movilidad urbana”.

Una opción práctica y económica

1. Menos tiempo y más autonomía. Suele ser el principal motivo por el cual los estudiantes se inclinan por su uso. “Voy a la facultad en bicicleta desde que tengo memoria.  Vivo a 25 cuadras de acá y sé que, si me subo a la bici, llego en un ratito”, cuenta José Arroyo, estudiante de 4°año de Ingeniería Industrial mientras se retira de las instalaciones de la ex Quinta Agronómica de la UNT. Y agrega: “me salvó un montón de veces. Es muy cómoda y rápida”.

2. Más económica. Con el costo del pasaje de colectivo a $ 690, si un alumno cursa de lunes a viernes, debe gastar $ 27.600 mensuales. En el caso de utilizar un auto, llenar el tanque con nafta súper cuesta cerca de $ 40.000. Si bien es cierto que mantener una bicicleta no es gratis, ofrece gastos significativamente más bajos que otras alternativas.

3. Una manera de mantenerse en forma. Dos viajes diarios de 15 minutos en bicicleta garantizan 30 minutos de ejercicio cotidiano. Además, permite matar dos pájaros de un tiro: mientras los usuarios se trasladan a sus respectivas facultades, también pueden entrenar su cuerpo.

4. Amigable con el medio ambiente. A diferencia de los vehículos motorizados, las bicicletas no producen emisiones de gases de efecto invernadero ni contaminantes atmosféricos, contribuyendo significativamente a la reducción de la contaminación.

El caso de la Universidad de Mar del Plata: una experiencia replicable

En marzo de 2023, la Universidad Nacional de Mar del Plata aplicó una medida ejemplar a partir de una iniciativa de un centro de estudiantes de esa institución. A partir de un convenio con un banco privado, la institución anunció un sistema de préstamos que puso a disposición 300 bicicletas para estudiantes de esa casa de estudios. Los alumnos recibieron las unidades en comodato junto a un casco y una cadena como medida de seguridad, y devolvieron las bicicletas finalizado el ciclo lectivo. Según afirmaron las autoridades de la institución, la experiencia “fue un éxito”: recibió más de mil solicitudes y en 2024 se volvió a concretar.

Comentarios