Milei en su laberinto: ¿ser un político disruptivo o uno práctico?

Por Hugo E.Grimaldi.

Milei saluda al papa Francisco. Fotos Reuters Milei saluda al papa Francisco. Fotos Reuters
15 Junio 2024

Liderazgo, capacidad de comunicación, conocimiento, empatía, visión, responsabilidad, integridad, carisma y sobre todo, habilidad para negociar y construir consensos es la lista a mano alzada que surge de la descripción del rol de un político tradicional. Por definición también, se trata de alguien maleable, algo que el presidente Javier Milei no llega todavía a comprender del todo porque su personalidad lo lleva a sentirse el centro del mundo. Como todo político, también el Presidente es un vendedor de ilusiones, aunque su estilo frontal resulta ser para él mismo un lastre difícil de soltar.

De momento, su rol de “enfant terrible” le ha valido conseguir un plus en materia de opinión pública, ya que su carisma le gana de momento a la flexibilidad y así lo marcan las encuestas: cuanto más abajo se está en la pirámide social, más se confía en él. Pero además de los números, su victoria moral está en la demostración práctica de que sin déficit y sin emisión la inflación tiende a bajar y eso es una lápida para el distribucion basado en el facilismo que rigió la economía de la Argentina durante décadas y es parte de la cucarda que exhibe el Presidente.

¿Qué sigue pensando entonces buena parte de la gente?: que había que cambiar porque ya no se podía seguir con aquel esquema que resultó ser lapidario. “No me equivoque en la elección”, se justifican. La gran pregunta a responder es cuánto va a durar esta luna de miel que las encuestas grafican por ahora de mitad y mitad, algo que ya se ha extendido a un período de más del doble de lo habitual. Así se lo han marcado a él los más duchos que lo acompañan en materia política y le han hablado de la volatilidad de las opiniones. El “mercado”, diría el propio Milei.

El Presidente hoy necesita hacer un mix entre su espíritu teórico, su necesidad de marcar territorio y la necesidad de poner a marchar la rueda, algo que sus intempestivos arranques contribuyeron a extender en un tiempo que ya no sobra, debido a las múltiples facetas de la situación a corregir. Y no sólo se habla aquí de la economía y de la seguridad, los dos aspectos de la degradación que clama enderezar la ciudadanía, sino de la educación, sobre todo, un costado bastante olvidado hasta ahora, aunque clave para la reconstrucción.

El Presidente estuvo presente en la alocución del Papa ayer en Italia, quien, como él, habló de la inteligencia artificial. Ya no de las oportunidades que presenta el método, sino de los dilemas morales que plantea el revolucionario camino que Francisco llamó “tecno-humano”. Y en esa larga reflexión, el Sumo Pontífice retomó al Jorge Bergoglio de siempre, el de los mensajes disparados por elevación, para decirle algo singular a todos los presentes, aunque si se hila fino y sin subestimar el carácter universal de su mención, el concepto le cabe a Milei como anillo al dedo. Citando a “Fratelli tutti”, su Encíclica, les dijo a todos (¿a todos?) que “urge la acción política”.

 “Para muchos, la política hoy es una mala palabra y no se puede ignorar que detrás de este hecho están a menudo los errores, la corrupción, la ineficiencia de algunos políticos. A esto se añaden las estrategias que buscan debilitarla, reemplazarla por la economía o dominarla con alguna ideología. Pero, ¿puede funcionar el mundo sin política? ¿Puede haber un camino eficaz hacia la fraternidad universal y la paz social sin una buena política?” se preguntó. ¡Teléfono para Milei!

 Francisco también marcó ante los líderes del G-7 que la grandeza “se muestra en los momentos difíciles, cuando se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo”. Y remarcó: “al poder político le cuesta mucho asumir este deber en un proyecto de Nación”, otro misilazo destinado a quien le quepa el sayo. Ante el cimbronazo, la gran pregunta a responder es si con sus mañas, Milei no estará cambiando el paradigma de lo que es hacer “buena política” y si eso es táctica o estrategia.

Cabeza dura, tal como se nota que es, lo cierto es que el Presidente subestimó a la política tradicional y trató en estos meses de marcar otros caminos, seguramente para no parecerse a la “casta” que trajo al país hasta acá y eso le dio rédito de imagen, pero no le sirvió de amortiguador político. Así, tras seis meses de tránsito dentro de un largo túnel, el topo-Jefe del Estado hoy tiene los brazos y piernas llenos de moretones y algunos chichones también. Ha hecho el recorrido del primer semestre de su investidura pegándose contra las paredes del corredor, un golpe detrás de otro hasta que la política regente, la misma a la que él acusa con bastante razón de autopercibirse como un grupo de elite separado y protegido de los problemas y preocupaciones del ciudadano común, lo acomodó por las malas.

Es obvio que, de momento, Milei ha perdido lastimosamente el tiempo a la hora de marcar territorio y que fue la composición del Congreso y no las hordas despachadas a pudrir todo en la calle, lo que le hizo entender a un costo demasiado alto de canje de favores que, para avanzar, se necesita pertenecer. Derecho de piso, podría llamarse. Y así terminó pagándolo el Presidente (y la ciudadanía también) con las concesiones que debió hacer el Gobierno (y las que vendrán) fruto de su debilidad legislativa, hasta que sus colaboradores más pillos lo ubicaron en el tablero y él pareció comprender que su modo de ser lo podía llevar al abismo. Así, salió remendada casi lo que quedaba de la Ley de Bases y Milei logró nuevamente cierto sustento político. Parafraseando a Voltaire, “lo ideal es enemigo de lo posible”. 

Que todos los políticos tienen una cara para cada ocasión no es ninguna novedad y es cierto que muchos han construido su carrera borrando con el codo lo que un rato antes habían escrito con la mano. Ahora, si la pretendida bonhomía de este Milei (o picardía quizás) ha sido un artilugio transitorio incentivado por quienes desde el Gabinete le piden que no rompa puentes para avanzar, ya sea para que no se siga perdiendo un tiempo precioso o para que la economía deje de estar renga en aspectos estructurales, por ejemplo, no se sabrá si eso fue algo transitorio y calculado hasta que al Presidente le toque expresarse otra vez. Por entonces, quizás su naturaleza lo traicione.

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