“Alberdi, Avellaneda y Roca actuaron de manera articulada para construir nuestro Estado-Nación”

Ante una nueva celebración del 9 de Julio, el historiador e Investigador principal contratado ad honorem del Conicet, Daniel Campi, hace un análisis de la valía de Tucumán y de sus principales figuras para la historia argentina.

“Alberdi, Avellaneda y Roca actuaron de manera articulada para construir nuestro Estado-Nación”

¿Qué preponderancia tiene Tucumán en la historia nacional? Esa fue la premisa que se le planteó al ex profesor de Historia Económica y de Historia de la Historiografía de la UNT, Daniel Campi, con motivo de una nueva celebración del 9 de Julio. Lo que sigue es su análisis:

- ¿Cuál es el lugar histórico de Tucumán en el país?

- Prefiero hablar del rol que jugó históricamente en la República Argentina, en su construcción como entidad soberana en el concierto de las naciones. Porque “país” es un término muy ambiguo, que hoy suele identificarse con el Estado-Nación. Pero no siempre fue así. Y no lo era en nuestro caso en la primera mitad del siglo XIX. Como sabemos, no existía el Estado argentino, y en algunos escritos de Alberdi, por ejemplo, queda claro que cuando aludía a “mi país”, hacía referencia a Tucumán. Hablemos por lo tanto, de la construcción del Estado-Nación argentino, que recién definió sus límites, los actuales, en 1861, luego de la batalla de Pavón

- ¿Cuán importante resultó para la futura República Argentina la Batalla de Tucumán?

- Fue clave, como la de Salta. Esos triunfos de las improvisadas tropas de Belgrano impidieron un temprano colapso de la revolución de la Independencia que se desarrollaba en toda la geografía hispanoamericana. En eso hay un gran consenso historiográfico. Creo, pidiendo disculpas por aventurar una especulación contrafactual, que si el ejército patriota hubiese resultado derrotado ese 24 de septiembre de 1812, si igualmente luego se constituía la República Argentina su territorio sería mucho más limitado. Y la actual América Latina estaría más balcanizada. Es decir, en condiciones más desfavorables para defender sus inconmensurables recursos naturales frente a las grandes potencias.

- ¿Cuánta influencia tuvo para la historia el hecho de que haya sido elegida nuestra provincia para la jura de la Independencia?

- El primer reconocimiento fue conceder a Tucumán el estatus de provincia en 1814, designando gobernador a Bernabé Aráoz, uno de los artífices del triunfo de septiembre de 1812. También se especula que la elección de Tucumán como lugar del Congreso era de algún modo un mensaje muy claro en el contexto de la guerra contra los realistas, ya que la palabra Tucumán estaba asociada a un ideario, el de la Independencia, ya enraizado con fuerza a lo largo del continente, el de “las Provincias Unidas en Sudamérica”. No hay que olvidar que el 9 de Julio de 1816, en la segunda cuadra de nuestra calle Congreso, no se declaró la “Independencia Argentina” ni la “Independencia Nacional”, sino la de “las Provincias Unidas en Sudamérica”.

- ¿Eso redundó en beneficios o en problemas?

- ¡En muchos problemas por supuesto! Pero que hubieran sido mayores si seguíamos sometidos al yugo colonial español… Aquellos patriotas sabían que era mejor lidiar con los inevitables y resolubles problemas de los hombres libres que con los degradantes e irresolubles problemas de los esclavos.

- ¿Cuáles fueron las figuras que aportó nuestra provincia a la Nación argentina?

- Las más grandes fueron, sin duda, Alberdi, Avellaneda y Roca, por su aporte a la construcción de un Estado-Nación, la República Argentina. Es importante señalar que estos tres actores actuaron, de hecho, de manera articulada. Alberdi aportó análisis históricos y socio políticos que inspiraron las obras de Avellaneda y Roca; este último impuso la voluntad general de la Nación a la de una provincia, Buenos Aires, que se negaba a aceptarla en 1874 y 1880; y el tercero aseguró ese proceso conduciendo el uso de la violencia legítima del Estado argentino contra sendos levantamientos armados contra la ley de una facción, el mitrismo, que además se negaba a reconocer los resultados de las elecciones presidenciales que tuvieron lugar en esos años. Fueron los triunfos electorales de Avellaneda y Roca, de 1874 y 1880, los que dieron inicio a una etapa de cinco décadas de paz interior y de funcionamiento del sistema republicano y federal de gobierno, que fue ampliando de manera progresiva derechos políticos. A partir de 1912 consagrando el voto universal masculino obligatorio con la Ley Sáenz Peña; y en 1949 con la aprobación del voto femenino.

“Alberdi, Avellaneda y Roca actuaron de manera articulada para construir nuestro Estado-Nación”

- ¿Cuál sería el aporte específico de Alberdi?

- Alberdi fue el más brillante intelectual argentino del siglo XIX, insuperable en su capacidad para consumir teóricamente la realidad. A diferencia de Sarmiento, que era un ideólogo fascinado por la oposición de los principios de civilización y barbarie como clave interpretativa de la realidad hispanoamericana, que tomó prestado de los enciclopedistas del siglo XVIII, las ideas y propuestas de Alberdi estaban basadas en una lectura realista de los procesos históricos y socioeconómicos que tenían lugar en América y Europa, de lo que se desprendió su propuesta constitucional de 1852, contenida en La Bases. No es posible sintetizar en pocas palabras esos análisis y esa propuesta, pero él captó muy bien que el primer problema a resolver en las provincias de Río de la Plata era poner fin a la guerra civil. Pero no aplastando a los “bárbaros” como proponían Sarmiento y el partido Unitario, sino resolviendo el nudo gordiano del problema, que era la conculcación por parte de Buenos Aires de las libertades a las provincias interiores, traicionando así los principios de la revolución de la Independencia.

- Pero, si no me equivoco, Sarmiento y el “Partido Unitario” se proclamaban amantes de la libertad…

- Exacto, ello era así. Pero esa adhesión era discursiva, pues los porteños se negaban a distribuir las rentas de la aduana, que era la principal fuente del financiamiento fiscal, del que se apropia Buenos Aires luego del derrocamiento del Virrey luego de su destitución en 1810. En ese sentido, las provincias rioplatenses se habían liberado del rey de España y de sus representantes en el Río de la Plata, pero no de la tiranía de Buenos Aires. Porque después de 1810, y aprovechando el exponencial crecimiento comercial impulsado por las demandas de la revolución industrial (exportación de cueros, sebo y tasajo, especialmente; importación de una amplia gama de productos de la naciente industria británica), la economía de Buenos Aires florecía, mientras las del interior languidecían por su lejanía del puerto único y por los efectos dañinos de la Guerra de la Independencia, primero, y de los enfrentamientos civiles, luego. No en vano los porteños bautizaron a las provincias interiores, despectivamente, “los trece ranchos”.

- ¿Y qué propuesta política se desprendía de esos análisis?

- La de una república federal, con el puerto único de Buenos Aires y la Aduana nacionalizada, con la garantía de un ejecutivo fuerte y un Senado en el que la voluntad de las provincias interiores no podría ser avasallada por Buenos Aires. Estos principios eran rechazados tanto por los Unitarios como por Rosas, por lo cual Alberdi tomó distancia de los primeros y rompió con el segundo, optando en exiliarse en Montevideo, para radicarse luego en Chile. Esa fue la razón por lo que la derrota de Rosas era para muchos federales del interior, con Urquiza a la cabeza, la condición necesaria para darse, de una vez por todas, una república federal, garantizando para las 14 provincias los recursos federales, que eran básicamente, como ya dije, los ingresos aduaneros.

- Pero eso no se logró en 1853…

- Exacto. Se aprobó en Santa Fe la Constitución, inspirándose en Las Bases, pero ipso facto Buenos Aires la desconoció y sobrevinieron ocho años en los que coexistieron dos estados, la Confederación Argentina, con capital en Paraná; y el Estado de Buenos Aires. Ambos con sus respectivos ejércitos, representaciones diplomáticas en el exterior, etcétera, Dos estados en guerra, naturalmente. En 1859 triunfó el ejército de la Confederación; y en 1861, quizás cansado por tantos obstáculos, Urquiza abandonó el campo de batalla cuando el ejército porteño comandado por Bartolomé Mitre estaba en retirada, por lo que el triunfo decantó para Buenos Aires. Ahí, se reunificó la República Argentina, fundada en el Congreso de Santa Fe, y sobrevinieron las presidencias de Mitre (1862-1868) y la de Sarmiento (1868-1874), períodos en el que las guerras civiles tuvieron continuidad y en el que la nueva república se involucró en una alianza militar con Brasil y el Uruguay contra el Paraguay, una verdadera tragedia americana.

“Alberdi, Avellaneda y Roca actuaron de manera articulada para construir nuestro Estado-Nación”

- Luego de la de Sarmiento se suceden las presidencias de los tucumanos Avellaneda y Roca, hombres más de acción que Alberdi…

- Tal cual. La llegada a la presidencia de Sarmiento había sido, en cierto modo, una revancha del interior frente al mitrismo. Pero sobre todo lo fue la de Avellaneda, menos digerible para los porteños. Por ello el porteñismo más recalcitrante se sublevó en 1874 y en 1880, como ya dije. Entonces la Nación tuvo que someter un levantamiento militar inspirado por el contrincante de Avellaneda, nada más y nada menos que el ex presidente Mitre. Pero las tropas mitristas fueron derrotadas por el ejército nacional al mando de un joven oficial, Julio Argentino Roca, ascendido a general luego de ese triunfo, a partir del cual inició una ascendente carrera política. Desde entonces ocupó el centro del tablero político el Partido Autonomista Nacional, una especie de federación de políticos del interior y del autonomismo bonaerense, que tenían cuentas pendientes con el mitrismo.

- ¿Y eso abrió el camino a la presidencia de Roca en 1880?

- Así fue. Pero mejor dicho a las presidencias, que fueron dos. Y que tuvieron gran trascendencia, pues pacificado el país se aceleró el fortalecimiento y modernización del Estado nacional, sin el cual sería impensable explicar la gran perfomance de la Argentina agroexportadora, que duró, con vaivenes, hasta la crisis y depresión mundial de la década de 1930. Con Roca los argentinos tuvieron un solo ejército y una sola moneda, se votó la ley 1.420, que estableció la instrucción primaria obligatoria, gratuita y gradual, como también la ley 1565, que creó el Registro Civil, surgió un sistema financiero que bajó el costo del crédito, se subvencionó la inmigración masiva europea y se produjo una extraordinaria expansión territorial, poniendo bajo la soberanía del Estado argentino la Patagonia, en una campaña legítimamente cuestionada desde una perspectiva humanitaria. Tengo que reconocer que para mí es imposible sintetizar en pocas líneas el legado de Roca y del “roquismo”, con sus luces y sombras, que para Tucumán fue altamente positivo.

-¿Qué le dejaron Roca y el “roquismo” a Tucumán?

- Bueno, durante la presidencia de Avellaneda y la primera gestión de Roca se produce en Tucumán una gran transformación económica, que fue la modernización y expansión explosiva de la agroindustria del azúcar. Con ambos presidentes el Estado nacional invirtió en una imprescindible infraestructura ferroviaria (no sólo en el Ferrocarril Central Norte, que unió a la capital tucumana con Córdoba en 1876), lo que permitió una reducción de los costos del transporte en un 80%; otorgó exención de impuestos a las importaciones de tecnología europea “de punta” y, fundamentalmente, estableció aranceles proteccionistas específicos a partir de 1885, que permitió a los azúcares tucumanos y de otras provincias norteñas a desplazar totalmente a sus similares de origen cubano, brasileño y europeo del mercado interno, en sólo diez años. Bajo ese manto protector del Estado nacional se levantaron en esos años, sólo en Tucumán, 40 ingenios de novísima tecnología. Obviamente, el Estado no construyó ingenios ni plantó caña, pero creó las condiciones institucionales para que prosperaran con éxito las inversiones de los particulares. Los liberales roquistas no dudaron el proteger a dos economías regionales, la del azúcar, con epicentro en Tucumán, y la vitivinícola, con epicentro en Mendoza, para proteger los capitales invertidos, en su abrumadora mayoría de origen nacional, frente a las medidas adoptadas por los estados liberales europeos que exportaban sus excedentes con las técnicas del dumping, es decir a pérdida, para defender su propia producción. Ello demuestra, podríamos añadir, que en un mundo muy competitivo, un Estado presente y eficiente es imprescindible para proteger y fomentar el desarrollo económico en momentos de crisis o problemas de competitividad, sin que ello lleve a la obsolescencia tecnológica. Por otro lado, sí hubo defensores del librecambio, cuyos prejuicios anti industrialistas se expresaban en la prensa porteña. Hubo, naturalmente, grandes debates en torno a la protección del azúcar. Pero no se trataba, en el fondo, de debates de ideas, sino de intereses. Todos sabemos que detrás de las ideas hay intereses materiales muy concretos. Nadie se lanza a la política librado de ellos.

- ¿Y el Estado siguió protegiendo o fomentando el desarrollo azucarero durante el siglo XX?

- Con muchas variantes, especialmente con los contenidos distribucionistas que agregaron la Unión Cívica Radical y el peronismo, que beneficiaron a cañeros y a obreros y empleados. Pero, como todo sabemos, el Estado nacional, en el marco de una dictadura militar, cometió un criminal industricidio entre 1966 y 1968, cerrando y desmantelando de manera compulsiva once de los 26 ingenios tucumanos que estaban entonces en funcionamiento, uno de los capítulos amargos de nuestra historia.

- ¿Hubo figuras tucumanas descollantes del siglo XX?

- Si las varas son Alberdi, Avellaneda y Roca, no. No tuvimos en el siglo XX un intelectual que se acercara a Alberdi en nivel y trascendencia política. Ni estadistas como Avellaneda y Roca. Pero Tucumán no dejó de aportar a la Nación grandes figuras, hombres y mujeres, que se destacaron en la cultura, en las artes, en la ciencia, en el deporte… Fue por muchas décadas el indiscutible centro cultural de una amplia geografía argentina, en la que el papel de Universidad Nacional de Tucumán, con sedes en otras provincias, como Salta, Santiago del Estero y Jujuy, fue clave. Luego, la expansión del sistema de universidades nacionales atenuó ese casi exclusivo protagonismo. De todos modos Tucumán sigue aportando a la Nación la mayor masa crítica de científicos e investigadores del norte argentino, especialmente a través de los institutos que la UNT y otras entidades, como la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres, comparten con el Conicet.

- ¿Hay hitos de los cuáles podamos sentirnos orgullosos?

- Claro, el haber protagonizado a fines del siglo XIX la primera experiencia en gran escala de sustitución de importaciones, de la que ya hablé, experiencia que se generalizó a partir de la década de 1930. Un segundo hito fue la creación con esfuerzo exclusivo del Estado provincial de nuestra universidad, que comenzó a funcionar en 1914, aprovechando una legión privilegiada de intelectuales, estudios y sabios, como el gran Miguel Lillo, para convertirse así en la cuarta universidad argentina después de las de Córdoba, Buenos Aires y La Plata. Sin embargo, también hay que reconocer que recién con su nacionalización en 1921, unas de las demandas de la Reforma Universitaria de 1918, llegaron los fondos tan anhelados por Juan B. Terán, que permitieron un fructífero desarrollo desde entonces, continuado por otros dos grandes rectores, Julio Prebisch y Horacio Descole, de los cuales también tenemos que sentirnos orgullosos.

¿Cómo ve el futuro de la provincia?

¡Ay! Incierto, como el del país… Los historiadores, que tenemos las mismas esperanzas y temores sobre el futuro como todos los mortales, no hacemos pronósticos sobre él. Pero sí puedo afirmar que el futuro de la provincia está indisolublemente atado al de la Nación. No habrá prosperidad y felicidad para los tucumanos si no la hay para todos los argentinos. De eso estoy convencido.

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