La noche trágica del Líbano

La noche trágica del Líbano
05 Octubre 2024

César Chelala

Columnista invitado

Crecí en Argentina en la década de 1940; recuerdo que mi difunto padre libanés, evocaba el Líbano en términos casi reverenciales. Las frutas eran más grandes, los alimentos más sabrosos, los paisajes más hermosos que en otros lugares. Más importante aún, la gente era muy pacífica, como lo demostraba la coexistencia armoniosa de personas de diferentes credos. Era, por desgracia, una situación que no duraría.

En ese entonces, el Líbano no había sufrido aún las guerras internas y las intervenciones extranjeras que cancelarían esta imagen casi idílica. Unos años después de que mi padre muriera en 1971, el Líbano se transformó de una tierra de paz en una tierra de guerra. ¿Qué provocó un cambio tan significativo?

Después de una visita al Líbano, el país natal de su padre, el Dr. James J. Zogby, presidente del Instituto Árabe Americano en Washington, D.C., explicó el descenso del Líbano en el caos, “el Líbano era un país moderno en la superficie, pero solo en su superficie; pues el avance fue obstaculizado por un sistema político que alimentó las disputas nacidas en divisiones sectarias, tribales y regionales. Y así, no me sorprendió cuando en el Líbano estalló la Guerra Civil, unos años más tarde y esas tensiones explotaron a la vista, con resultados devastadores para la gente y el país”.

Esas divisiones fueron su ruina. Un período de relativa paz fue interrumpido por un conflicto sangriento de muchos frentes, que tuvo lugar de 1975 a 1990 y causó unas 150.000 muertes; muchas heridas y el éxodo de casi un millón de personas.

Aunque las tensiones internas continúan hasta hoy, la interferencia extranjera, particularmente de Irán, Siria, Arabia Saudita e Israel y las olas de refugiados de los países vecinos solo agravaron la situación. Durante los últimos seis años, el Líbano ha sobrellevado una profunda crisis económica. Según el Banco Mundial, la pobreza en la última década casi se ha triplicado, alcanzando el 44 por ciento de la población; una triste situación para un país una vez próspero y orgulloso. Irresponsables políticas fiscales y monetarias condujeron a una crisis que el Banco Mundial identificó como uno de los “episodios de crisis más severos a nivel mundial desde mediados del siglo XIX”.

El estado continuo de crisis ha tenido un pernicioso efecto sobre la provisión de Salud Pública y los Servicios Sociales. Si bien la mayoría de las personas se han visto afectadas, las crisis impactaron particularmente a las mujeres, niños, trabajadores migrantes, refugiados y personas con discapacidades, según el Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la pobreza extrema. Las grandes olas de refugiados han sobrecargado el sistema de protección social del país, que está crónicamente sub-financiado.

Disturbios sociales; inestabilidad política; la pandemia de coronavirus en curso y la falta de fondos han afectado seriamente al sector de la Salud Pública. Además, los ataques aéreos diarios, están alcanzando cada vez más profundamente al país, matando a miles de civiles y poniendo en riesgo a decenas de miles de habitantes. Según lo informado por UNICEF, las campañas de inmunización se han interrumpido, con severas consecuencias, al igual que la protección del desarrollo de la primera infancia y los servicios asistenciales de nutrición.

Los niños y sus familias tienen acceso limitado a servicios de Salud Pública, saneamiento y servicios de agua potable. Los hospitales no pueden responder al aumento de la demanda de asistencia y muchos pacientes no pueden pagar los servicios básicos de atención médica. Las dificultades financieras de los hospitales han provocado escasez de medicamentos, como antibióticos y drogas para tratamientos de quimioterapia. Los informes de ansiedad y trauma han aumentado significativamente debido al desplazamiento y los bombardeos implacables de los ataques aéreos.

Los salarios de los trabajadores de la salud han caído aproximadamente un 80 por ciento, lo que ha llevado al éxodo de cientos de médicos porque no pueden alimentar a sus familias con sus reducidos ingresos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) informa que el 49 por ciento de los libaneses sufre alguna forma de trauma relacionado con la guerra. Por miedo al estigma, muchas víctimas de violación no lo informan, evitando así que reciban un tratamiento médico y psiquiátrico adecuado.

El sector educativo se ha visto seriamente afectado como resultado de las renuncias; las huelgas y la falta de materiales educativos esenciales. Según ReliefWeb, un servicio de información humanitaria brindado por la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), aproximadamente medio millón de niños o el 25% de todos los niños en el país, permanecen fuera de todas las formas de educación.

Discriminación

Las mujeres continúan enfrentando discriminación, incluido el acceso desigual al divorcio; la custodia de los hijos y los Derechos de Propiedad. A diferencia de los hombres, las mujeres libanesas no pueden transferir su nacionalidad a esposos y niños extranjeros. También se demanda una implementación más fuerte de la ley de violencia familiar para responder a los crecientes casos de violencia doméstica y feminicidios.

Según la leyenda, cuando Eleanor Roosevelt visitó las Cataratas del Iguazú en Argentina, dijo: “¡Pobre Niagara!” En el mismo espíritu, comparando el Líbano de hoy con el de otros tiempos más pacíficos y manifiestamente mejores, uno podría decir: “¡Pobre Líbano!” Reflexionando sobre la situación actual del Líbano, asediado por la violencia, me alegra que mi padre no pueda ver el deterioro de su país. De lo contrario, el dolor lo habría matado, al ver el país de sus sueños convertido en una pesadilla.

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