El análisis de Jorge Asís: Entre los rieles de La Doctora y de Máximo

EL COMBATE DEL PERONISMO POR LA LAPICERA (II): Axel, la creación política que procura lícitamente emanciparse.

El análisis de Jorge Asís: Entre los rieles de La Doctora y de Máximo
Hace 4 Hs

Por Oberdan Rocamora

El silencio se factura al contado

Los peronólogos -estudiosos de la patología peronista- indagan sobre el origen misterioso del distanciamiento entre La Doctora y Axel Kicillof, El Gótico.

El gobernador keynesiano de la sustancial Buenos Aires, La Provincia del Pecado.


¿Cuándo comenzó a perforarse el vínculo?

Zavalita, alter ego de Mario Vargas Llosa, hace la pregunta similar en “Conversación en La Catedral”.

«¿Cuándo se jodió el Perú?».


La prematura apuesta de La Doctora por Axel, para ministro de Economía, pudo haber sorprendido a los incautos.

Un chiquilín culto de vago aspecto universitario, con atmósfera soviética, que ni siquiera había alcanzado a conocer al extinto Néstor Kirchner, El Furia.


Arrancó Axel en la peripecia pública de Aerolíneas. Ingenioso asistente del actual senador Mariano Recalde.

Plantar al keynesiano para gobernador fue después un golpe perverso de efecto de La Doctora.


Reconocido exponente de la transparencia administrativa, Axel era justamente lo que necesitaba La Doctora para desorientar en la Provincia del Pecado.

Entonces impuso al propagador de la decencia en el sombrío universo de la transacción permanente.

Tuvo la osadía de encajar un puro incorruptible entre las cajas.

Exactamente donde todo tiene que ver con intereses escasamente espirituales.

Porque se factura al contado hasta el silencio.

O el sospechoso torrente del pensamiento.


El origen de la distancia entre La Doctora y Axel desvela a los peronólogos del año par.

Los precipitados atribuyen el origen al enigmático corolario del desencuentro vulgar entre Axel y Máximo, En El Nombre del Hijo.

O a la transferencia cultural en materia de conducción.

Comprar la interpretación servida induce a golpear la puerta equivocada.


“Ahora es Máximo quien conduce, en efecto, a La Doctora”.

Macanas. Razonamientos insuficientes como la excursión psicoanalítica.

Se trata, exclusivamente, de política. La temática para especialistas que aún le cuesta entender a Javier Milei, El Panelista de Intratables.

Desde la televisión, el producto Milei se cargó al radicalismo y al peronismo.

Por añadidura, de paso, ya que estaba, Milei se cargó también a la Mutual PRO.


Por lo tanto Mauricio, El Ángel Exterminador, emerge como el afectado principal.

Desconoce el Ángel aún qué mérito hacer para ayudarlo.

Como tampoco La Doctora sabía qué hacer para combatirlo.


Dinámica del poder propio

En algún momento, invariablemente, en la profesión política, las creaciones suelen emanciparse para conquistar poder propio.

Dinámica básica que define la tipología de Axel.


Pasa que Máximo Kirchner, con chapa de líder juvenil, ya carga con 47 años. Trafica la plena edad del poder.

A su edad el padre, El Furia, ya había sido reelecto gobernador de Santa Cruz.

Hijo de dos presidentes, la biografía y la estrategia de Máximo se confunden con la problemática del poder, siempre tan prodigiosa para las comparaciones.


En el impar 2023, Máximo pretendía designar a Axel candidato presidencial.

Pero El Gótico se aferraba al proyecto de continuar con la gobernación.

Como Felipe Solá, Referente Superior del Felipismo, durante el impar 2001.

Probablemente Axel pensó que el objetivo de Máximo era similar al que cultivaba Eduardo Duhalde, El Piloto de Tormentas, generadas.

El objetivo era el desplazamiento. Quitarle la provincia.


Tenía Axel derecho constitucional a la reelección.

Aunque tuviera la provincia intervenida, consecuencia infortunada de las legislativas del 2021.

Oportunamente Máximo persuadió con éxito a La Doctora para imponer, como Premier, a su fuerte aliado Martín Insaurralde, El Jessico, minigobernador de Lomas de Zamora.


Cabizbajo, resignado, Axel debió conceder. Acatar, con disciplina bolchevique.

Hasta desprenderse del gran amigo Carlos Blanco, de extrema confianza, dueño del Clio que les sirvió en campaña para interpretar las claves del territorio.


Se sintió incómodo, pero pudo retenerlo a Bianco y hasta logró tolerar la adversidad transitoria.

Convivir con la intervención, mientras se recuperaba, se fortalecía y crecía la desconfianza de Máximo.


Consta que Axel sospechaba que Máximo, repentino titular del peronismo bonaerense (retribución de Insaurralde) pretendía quedarse con la provincia.

Para ser el gobernador. Como su padre.


Delincuencia de Estado.

Entre los rieles de Máximo y de La Doctora, y respaldado por Andrés Larroque, El Cuervo, abnegadamente Axel pugnó para aferrarse a la gobernación.

Mientras tanto Alberto, El Poeta Impopular, sucumbía en Olivos, con pavorosa ingratitud y crueldad sigilosa.

Porque gobernaba Sergio Massa, El Profesional, desde el supermercado del ministerio de Economía.

Exhibía Massa el predominio jactanciosamente difícil de la centralidad.


El monumental Bandido, El Jessico, construía despaciosamente el epílogo escandaloso del incendio en el Mediterráneo.

Y Máximo, cada vez más distanciado del Cuervo, conducía la tendencia acaparadora de La (Agencia de Colocaciones) Cámpora.

Y hasta provocó, con sus movimientos, que un par de poderosos minigobernadores se acercaran a Axel.

Movilizados por el propósito de instrumentar el desafiante esquema presidencial.

Fatalidad que tienta siempre, inexorablemente, desde Buenos Aires.


Jorge Ferraresi, Patrono del Instituto Patria, desde Avellaneda.

Fernando Espinoza, Argentino Ledesma, desde La Matanza.

Mario Secco, caudillo del «Frepasito Tardío» de Ensenada.

O Julito Alak, El Paisano, de La Plata.

Siguen las firmas del «axelismo» que se extiende.


Sucesión de concesiones, Axel aprendía rápido a distribuir los quioscos de sustancial peso ideológico y espesor espiritual.

El manejo de la legislatura. Recursos para la infraestructura escolar. Frutos contundentes que depara el puerto de película del Dock Sud. Las viviendas.


El reparto de cajas multiplicadas sin reclamar la menor contraprestación atenuaba el impacto del juego que se encontraba en el ropero de la banda de enfrente.

En los dominios precisamente de Insaurralde. El Bandido aún exhibía la influencia grandilocuente del prestidigitador.


Y acaso los minigobernadores o legisladores del pecado percibían sin conmoverse que la gran prensa se ocupaba de las denuncias espectaculares de corrupción.

Por el detalle ínfimo de las tarjetas de plástico que acumulaban los chocolateros, consensuados entre la totalidad de las bandas.

En un desborde colectivo de delincuencia de estado, admitida sin rubor ni pudor y asumida con frontal desfachatez.


“Fue ahí”

Año impar, 2023, plagado de tensiones y de conspiraciones abrumadoras.

El presidente Alberto, casi descartado, padecía el «dolor de ya no ser».

El Profesional ansiosamente bajaba línea y poco le costaba imaginar, en la vigilia, que juraba como sucesor de Alberto.

Como lo imaginaba el doctor Eduardo de Pedro, El Wado, o acaso también Juan Manzur, El Menemcito.

Postulantes condicionados por la inmanencia febril de La Doctora.

Todos pendientes de la perturbadora bolilla negra.


En alguna de las reuniones intensas, de las que el aire se cortaba con tijera, coincidieron los fraternales adversarios.

Máximo con Axel. Enfrentados junto al Sigiloso Wado y El Profesional del Poder.

Acaso participaba también el indemne comodín, el doctor Juan Manuel Olmos, El Puiggari, garantía que llevaba a diez terminales.

Cuadros, todos, que lucían sus méritos y conocimientos ante La Doctora.

Pero de pronto Máximo estalló airadamente por un mensaje telefónico.


“Otra operación de estos hijos de mil p…”, exclamó Máximo, y miró a su adversario.

El aire ya se había tajeado. E inmediatamente quien también estalló fue Axel.

En pleno descontrol El Gótico se paró para reprocharle a La Doctora lo que desde hacía meses contenía.

“¡Esto pasa por su culpa!”.

Continuó con la ceguera del arrebato de violencia oral.

Hasta que La Doctora lo miró, y con serena perversidad le dijo:

“Andate, nene, mejor, tranquilizate un poco”.


Confirman que, desde aquella reunión transcurrida en el senado, la relación entre La Doctora y Axel comenzó a modificarse.

Dejó de ser, en efecto, de interlocución inteligente. Para ser en adelante infinitamente menos cordial, casi mecánica.

Austera. Con monosílabos. Casi cortante. Hasta dejar, para colmo, de consultarlo.


Con su oficio depurado, Mario Vargas Llosa hubiera resuelto el capítulo con la pregunta final.

“¿Fue ahí?”.

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