Para 2030, siete de cada diez jóvenes en América Latina trabajarán en el sector servicios, según un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y Ayuda en Acción, una ONG por los derechos humanos. Este cambio impulsado por avances tecnológicos; el impacto de la crisis climática y la migración del campo a la ciudad redefine el panorama laboral de la región. Sin embargo, este panorama genera dudas, entre ellas si están los jóvenes encontrando mejores oportunidades o cayendo en un círculo de empleos precarios.
Según el informe “Estudio prospectivo del empleo juvenil en América Latina”, en los próximos años, más de 1,2 millones de jóvenes abandonarán el sector agrícola y 640.000 dejarán la manufactura, mientras que 1,8 millones ingresarán al sector servicios, caracterizado por empleos temporales y baja cualificación. Este fenómeno, exacerbado por la crisis climática y la falta de oportunidades en zonas rurales, amenaza con saturar aún más las ciudades.
La clave no radica en el cambio de sector, sino en la ausencia de políticas públicas que garanticen empleos dignos, según advirtió Andrés Espejo, de la Cepal, al diario El País. “El problema no es el turismo, sino la informalidad de quienes venden en la calle sin estar formalmente empleados”, explicó Espejo.
La mitad de jóvenes de la región tiene un trabajo informal
En 2001, los jóvenes en la agricultura rondaban el 16%. Actualmente no superan el 10% y esa cifra se reducirá hasta el 8,2%, según los cálculos de los especialistas. Actualmente, el 20% de los jóvenes de 15 a 29 años ganan menos que el salario mínimo y el 37% está bajo la línea de pobreza.
La mitad de los jóvenes empleados en América Latina y el Caribe están contratados de manera informal: la cifra trepa al 75% si hablamos de las zonas rurales.
Para Matías Figueroa, de Ayuda en Acción, la solución pasa por digitalizar y reforzar los servicios básicos en zonas rurales, lo que permitiría a los jóvenes considerar permanecer en sus territorios. “Es esencial garantizar acceso a educación, salud y transporte para evitar el éxodo y la precarización”, añadió, también en diálogo con el diario español.
Además de las brechas salariales y de género, las economías ilícitas representan un reto significativo. Las juventudes excluidas de oportunidades formales tienden a ser absorbidas por estos circuitos, según Figueroa. Para evitar este destino, los especialistas proponen cinco líneas de acción prioritarias:
1. Formalización del empleo juvenil.
2. Impulso a sectores tecnológicos y sostenibles.
3. Reducción de brechas de género.
4. Fortalecimiento de sistemas de información laboral.
5. Inversión en educación y formación.
“Invertir en la juventud no sólo es justo, sino una apuesta inteligente para el futuro de la región”, concluyó Espejo. Las soluciones deberán incluir la participación activa de los jóvenes en el diseño de políticas que definan su futuro.