- En su discurso de agradecimiento a la distinción de Adepa resaltó el papel que jugaron los diarios en la construcción de la Argentina y el hecho de que nuestros primeros presidentes constitucionales fueron periodistas y directores de diarios.
- No se entiende la Argentina sin la función de la prensa escrita. Tenemos la figura algo mítica de Mariano Moreno con La Gazeta de Buenos Ayres y en la década posterior un florecimiento notable del periodismo. Siempre me conmovió la trascendencia del periodismo del interior en la formación de los pueblos. Los cuatro mojones de esos pueblos eran el ferrocarril, el telégrafo, la escuela y el diario. El otro aspecto, que se da mucho en el interior, es que la tradición liberal argentina está indisolublemente unida al periodismo. Bartolomé Mitre, quien nos da la fundamentación de la historiografía argentina, por otro lado es el fundador de un diario. Sarmiento, cuando terminaba su gestión en la Casa Rosada, se cruzaba a El Nacional para escribir y debatir, entre otros con Mitre, acerca de las cosas que ocurrían en el país. Esta es una tradición que se disipa en el siglo XX en cuanto al engarce entre el político-hombre de estado y el ejercicio del periodismo. En la región hay figuras notables como Julio María Sanguinetti, quien siempre se presenta a sí mismo como político y periodista. Pero ya hay pocos políticos ilustrados.
- Junto a Sanguinetti cabe sumar a Felipe González y a Fernando Henrique Cardoso.
- Creo que Felipe González es una de las figuras magnas del siglo XX en el plano político por la transformación del Partido Socialista y su incorporación a la gran transición española y al establecimiento de los fundamentos de su democracia. Fernando Henrique Cardoso fue uno de los grandes sociólogos de mi generación, quien luego pasó a la política; un extraordinario representante del político ilustrado. Fue quien generó la estabilidad económica para poner definitivamente en marcha a la democracia brasileña.
- El cuarto sería Ricardo Lagos.
- Claro. Tuve el privilegio de participar en sesiones de lo que fue la Concertación chilena en sus inicios. Fue otra obra del arco político. Todos los partidos, excepto el comunista, se pusieron de acuerdo en armar una concertación y una transición que recuperara la democracia aceptando los fundamentos de las reformas económicas previas. Eso permitió un salto cualitativo, una proeza en la que se combinaron el valor de la macroeconomía con una democracia muy eficaz para achicar la distancia de ingresos y la pobreza.
- Entre los referentes de la “nueva política”, a nivel global, vemos muchos líderes anti-ilustrados que embisten contra el periodismo, la academia, la ciencia, los especialistas.
- Un Sarmiento redivivo diría que es un renacimiento de la barbarie frente a la civilización. Aún hay ejemplos en Uruguay, donde el oficialismo y la principal oposición están empatados en la Cámara de Diputados y hay dos legisladores que son outsiders y definen las votaciones. Ambos representan la nueva política. Uno de ellos es un antivacunas que se encadenaba en el monumento de Artigas en la Plaza Independencia. Lo que se repliega es la centralidad. Esta implica fuerzas centrípetas que coinciden en un núcleo de valores que hay que preservar. Felipe González, por ejemplo, decía que la macroeconomía no es derecha ni de izquierda.
- En la física de la política tradicional los candidatos presidenciales podían arrancar sus campañas cerca de los extremos pero, finalmente, para conseguir las mayorías necesarias debían tender al centro. Ahora, observadores como Giuliano Da Empoli señalan que predomina una dinámica opuesta en la que la radicalización se viraliza y posibilita el acceso al poder por la vía electoral.
- La descripción es muy exacta. Es la dinámica de la mutación civilizatoria, de las redes sociales. Pero, por otro lado, hay en una sociedad como la argentina una tendencia histórica hacia la polarización. Nací en 1937 y tengo desde mi infancia el recuerdo de un país ferozmente dividido. He vivido en un país en permanente polarización como observador comprometido del espacio público. Al fin de cuentas, como decía Joaquín V. González, se impone el ejecutivismo, la fuerza personalista de un presidente que, al imponerse, genera polarización. Hay otras sociedades que tienen esas tendencias. De ahí la importancia de las élites partidarias.