
El vandalismo es uno de los ataques delictivos más difíciles de prevenir. Simplemente porque, la mayoría de las veces, quienes los cometen no los tienen planificados. Tucumán es víctima constante de ataques de este tipo. Lo sucedido en el parque 9 de Julio hace unos días no es más que un ejemplo de todo esto. El robo de patos y de un ganso se enmarcan en este tipo de ilícitos contra los que deben velar por la seguridad pocas veces pueden hacerlo. Es mucho más complicado adelantarse justamente porque no hay parámetros que permitan saber cuándo ocurrirá. Y, por lo general, tampoco hay algo que esté a salvo de este tipo de ataques, ya que puede suceder en cualquier lugar. Los ejemplos más patentes de estas agresiones se ven en la zona del microcentro, en donde es casi imposible encontrar un papelero en condiciones. Más allá de los programas de concientización y la enseñanza en los colegios y escuelas, el cuidado del ambiente y del espacio público deberían ser preocupaciones cada vez mayores. Es por eso que poder tener recipientes donde arrojar los residuos se vuelve esencial. Pero las buenas intenciones chocan contra el accionar de quienes hacen daño sólo por el placer de hacerlo. Basureros sin fondo, dados vuelta, arrancados de los postes en los que están colocados o agujereados atentan contra quienes tienen la sana intención de hacer lo correcto: no tirar desperdicios en la vereda o en la calle. La Municipalidad se encarga periódicamente de renovarlos, pero es una lucha contra molinos, ya que a los pocos días vuelven a ser atacados por los desaprensivos. En Tucumán hay organizaciones como META que se dedican justamente a realizar campañas de educación y que buscan “mejorar la ciudad y concientizar a los ciudadanos, todo esto sumado a la idea del respeto social y de normas, junto con el cuidado del espacio público, algo que nos parece esencial”. Según ellos “muchas personas no sólo no respetan ni valoran la ciudad y sus normas, sino que de forma adrede, la maltratan y vandalizan”. Las cámaras de seguridad instaladas en la ciudad son de ayuda, sin embargo, muchas veces el accionar es tan rápido que no da tiempo a una reacción. Al mismo tiempo, se trata de contravenciones, por lo que, a no ser que haya un perjuicio grave, la Justicia no tiene cabida en este tipo de ilícitos. Sí debe haber una reparación en los casos en los que se identifique a los agresores. No puede ser gratis romper lo que todos utilizamos. Como siempre, la educación es la principal herramienta que la sociedad tiene a mano para combatir este flagelo. Que los chicos aprendan, junto con sus primeras letras y con las operaciones básicas de matemáticas, que cuidar el lugar donde uno vive es esencial para una convivencia armoniosa. Son justamente muchas veces grupos de adolescentes los que cometen este tipo de tropelías, y además de la escuela, es fundamental la participación de la familia en la formación para que este tipo de cosas no se repita. Vivimos en medio de un permanente ámbito hostil. Las discusiones y peleas en la calle están al orden del día. Comenzar a cuidar lo que nos rodea debería ser tarea de todos. Al fin y al cabo, la ciudad nos representa.