

Cualquier gobernante o aspirante a serlo sabe que será criticado haga lo que haga. Lo chocante es cuando la misma persona o grupo objeta algo y también su contrario. Paciencia. Las incoherencias no son patrimonio de los políticos sino que también campean entre los votantes. No hay diferencias esenciales, intelectuales o morales, entre gobernantes y gobernados. Cambian las restricciones que enfrentan para alcanzar sus objetivos, y por ello también sus responsabilidades, pero son igual de humanos.
Se vio con el levantamiento del cepo cambiario. Así como había quejas por el atraso del tipo de cambio y los peligros que representaba para la industria nacional hubo críticas por la suba del precio del dólar. En algunos casos, por la misma persona. O cambió su visión de la economía o mostró hipocresía. O ignorancia. También es posible.
Cerca de esa línea estaría la posición de quien se quejara de lo bajo del precio del dólar y pidiera mayores aranceles pero rechazara una devaluación. Porque es lo mismo. Ambas medidas encarecerían los bienes importados y afectarían de manera negativa el salario real y el empleo. No tocarían a los distintos sectores de la misma manera pero el saldo total sería negativo.
Pasó también con la inflación. El miércoles un diputado nacional le preguntó al jefe de gabinete, en tono chicanero, si ya que la variación mensual de los precios tuvo un valor mayor al esperado cambiarán la forma de medir el IPC. Pero el diputado integra un bloque desde donde se apunta al gobierno por usar un método desactualizado de cálculo del promedio de precios, cuando no directamente de mentir. ¿Ahora el IPC actual dice la verdad y el que viene será el mentiroso? Por otra parte, hace tiempo que el Indec señala que está trabajando en el rediseño del IPC para actualizarlo, pero oficialmente no se convoca al director para dar precisiones. Y el organismo está cerca de implementar las novedades. Se sabía antes del anuncio del acuerdo con el FMI y la difusión del IPC de marzo. ¿Acusan al gobierno de hacer lo que pedían que hiciera?
Se puede estar de acuerdo o no con las decisiones gubernamentales, pero se contribuye mejor a la salud cívica cuando las críticas son coherentes.
Como fuere, el lunes se acusó al gobierno de una devaluación del 30 por ciento, cifra que asusta y hace pensar en un serio problema con los precios. Pero cuidado. Primero, detalles técnicos. Devaluación es cuando la autoridad emplea sus herramientas para que la moneda nacional pierda valor. Cuando la variación se debe a las transacciones de mercado se llama depreciación. Además, cuando sube el valor por la autoridad es revaluación, por el mercado es apreciación. De allí que cuando el precio del dólar sube 30 por ciento no hay devaluación/depreciación (según el caso) por esa cifra sino revaluación/apreciación del dólar del 30 por ciento y devaluación/depreciación del peso del 23 por ciento (variación recíproca). Entonces, la semana pasada no hubo una devaluación sino una depreciación del peso. A los efectos prácticos de corto plazo es lo mismo aunque no por sus implicancias en expectativas de variabilidad y de medidas económicas.
En resumen, el viernes 11 de abril el dólar oficial cerró a 1.107,96 pesos vendedor y el miércoles 16 de abril el promedio vendedor del mercado a 1.179,47 pesos. Una suba de 6,45 por ciento (depreciación del peso de 6,06 por ciento). Sí, antes, el lunes, el dólar subió 11,32 por ciento (depreciación de 10,17 por ciento), pero lejos de cualquier 30 por ciento.
¿Por qué? No había margen para temores que habrían producido una respuesta exagerada. Según el Banco Central el Tipo de Cambio Real Multilateral al viernes 11 de abril estaba 20,6 por ciento atrasado. Se necesitaba un incremento de 25,94 por ciento para que estuviera como el 17 de diciembre de 2015, primer día sin cepo kirchnerista. Pero viendo sólo al dólar, no al conjunto de monedas de lo principal del comercio exterior, el atraso era 7,7 por ciento, que requería un alza de 8,34 por ciento. Por lo tanto, los límites estaban entre 1.395 y 1.200 pesos. Dentro de la banda dispuesta por el BCRA. Aun así, salió mejor de lo esperado. El dólar no se quedó quieto pero tampoco explotó.
Aquello pasó porque los números del Central son parte de la realidad, no toda ella. Una referencia, a veces muy buena, otras no tanto. Por ejemplo, el resultado tras levantar el cepo en 2015 fue bastante cercano a los cálculos. Ahora más o menos. La diferencia con la estimación podría estar en la existencia de exportaciones no liquidadas, algunas por atraso de trabajo (las lluvias complicaron), otras por esperar una mejor cotización.
Cómo siga esto depende de muchas cosas. Por ejemplo, del traslado a precios de la depreciación, aunque pareciera que los supermercados no aceptarían cualquier lista de los proveedores. También habría habido subas preventivas en marzo, con lo que el margen estaría cubierto. Por cierto, el dólar no causa inflación sino subas eventuales de precios. No es lo mismo, pero es tentador usarlo contra ella. El gobierno lo hizo y ahora lo descartó. Además, parece que se complicaría la situación de los exportadores. El dólar para ellos fue de 1.128,88 pesos el 11 de abril; el precio libre no luce como una gran mejora. Aunque deberían pensar que una economía inestable, como la que se asomaba, les conviene menos.
Con el fin del cepo coinciden el fortalecimiento de las reservas del Banco Central y la temporada de cosecha gruesa, que ayudarán a tranquilizar el mercado cambiario, lo que debería aprovecharse para profundizar (porque en parte está en marcha) el trabajo por condiciones que aumenten la productividad real, que no pasa por el dólar y ayuda a frenar la inflación e incrementar la producción y el salario. Por ahora parece haber tranquilidad, pero la economía argentina sigue frágil. No es fácil recuperarse del populismo
Hace poco tiempo regresaron a Tierra dos astronautas que estuvieron nueve meses en la Estación Espacial Internacional (ISS), cuando su estadía estaba prevista para unos pocos días. Esta modificación se debió a un fallo en la nave que los llevó. Por seguridad se decidió que no regresen en ella. Su permanencia fue de las más largas, son pocos los que estuvieron más de 6 meses en el espacio. La ISS tiene insumos suficientes para que los astronautas se queden más tiempo que el previsto, por lo cual esto no era un problema. Se les asignaron tareas, no estuvieron sin hacer nada. De todos modos no debe haber sido fácil permanecer tanto tiempo imprevistamente. Seguramente estaban preparados físicamente para esta larga estadía ya que ambos eran experimentados en los viajes espaciales.
Los astronautas están sometidos a condiciones especiales, como la microgravedad, la radiación y la falta de la transición del día a la noche. Esto es motivo de preocupación de las agencias espaciales desde que el hombre comenzó a viajar al espacio. En muchos países hay grupos de investigación dedicados al estudio de la fisiología humana en el espacio. El tema tomó más importancia cuando el hombre comenzó a permanecer por períodos más largos en el espacio. Unos pocos astronautas permanecieron más de seis meses y solo dos o tres estuvieron un año.
¿Cuáles son los problemas de estar un largo tiempo en el espacio? Por la falta de gravedad, los astronautas tienen pérdida de masa corporal y de masa ósea, aunque tienen estrictos planes de actividad física. Otros órganos también se ven afectados. Algunos astronautas tienen serios problemas digestivos como náuseas y vómitos y también se altera la función hepática. El corazón no necesita tanta fuerza para bombear la sangre, se atrofia y cambia su forma. La mayor parte de estos problemas se revierten cuando regresan a Tierra, aunque no inmediatamente.
La permanencia en un medio con microgravedad también provoca problemas neurológicos. Se ha notado que, a veces, los astronautas son más lentos para realizar algunas actividades y cometen más errores que cuando se entrenaban en Tierra. Tienen la presión arterial más alta y las venas y arterias se endurecen. Esto puede ser grave si hay una disminución del oxígeno que llega al cerebro. Estos problemas también se van revirtiendo cuando regresan.
Los fluidos corporales se van a la cabeza, a diferencia de lo que ocurre en Tierra. Al tener fluidos acumulados en el cráneo, tanto el cerebro como los ojos están sometidos a una presión mayor que la habitual. Hay un aplastamiento del globo ocular y se han manifestado modificaciones en la forma del cerebro. Algunos astronautas tienen problemas de visión, manifiestan visión borrosa. En general, estas modificaciones en el corazón, los ojos, el cerebro, etc. desaparece cuando vuelve a la Tierra. El tiempo de recuperación no es el mismo en todos casos. En parte depende del tiempo que permanecieron en el espacio y de la fisiología de cada uno. Alguno nunca recuperó la visión perfecta que tenían antes de viajar.
Estos son algunos de los problemas observados cuando los astronautas están en la ISS. En un viaje a Marte el tiempo de permanencia en el espacio sería más largo. La duración del viaje es larga y depende de la distancia que haya entre ambos planetas en el momento de hacerlo. Seguramente deberían permanecer en Marte algún tiempo, con lo que la estadía en el espacio sería mucho más larga que la mayor que hubo en la ISS hasta el momento. Además la radiación es más intensa en Marte que en la ISS que está dentro de la atmósfera terrestre.
Todavía falta mucho por conocer del comportamiento del cuerpo humano en el espacio por lo que es posible que los viajes tripulados a Marte no se hagan en un futuro próximo. Es muy importante.