Discursos de enojos, de logros y de rupturas

Discursos de enojos, de logros y de rupturas

Un discurso es una reflexión, un raciocinio sobre antecedentes o principios. O una serie de palabras y frases empleadas para manifestar lo que se piensa o se siente. Eso dice el diccionario en sólo algunas de las acepciones de la palabra y pueden ser empleadas de manera cabal para analizar qué piensan, cómo actúan y hasta qué sienten los líderes que el sábado hablaron en sus respectivas asambleas legislativas.

El presidente Javier Milei volvió a hacer gala de sus logros económicos y colocar al déficit fiscal como el peor de los enemigos de la República de los últimos 100 años. Con sus modos soberbios y poco diplomáticos, el jefe de Estado reiteró que sólo él pudo lo que ninguno de sus antecesores de las décadas pasadas pudieron: sacar del pozo económico y financiero al país y “sentar las bases para la Argentina del futuro”. Ni Carlos Menem, abundó Milei, consiguió lo que su Gobierno en tan poco tiempo y con tanta prestancia.

De ese modo el mandatario ratificó el rumbo no tan sólo de su modelo económico, sino también de su forma de gobernar. Pareció decir que no importan los escándalos cripto ni que lo cuestionen por sus yerros diplomáticos ni que se rompa la relación con Mauricio Macri ni que sus decisiones lastimen a aliados (como algunos gobernadores peronistas). Él y su círculo de hierro son lo único intocable y lo ratificó luego de descalificar a Clarín, al New York Times y a quien sea para justificar la bravuconada de Santiago Caputo contra Facundo Manes. Como dice el dicho, la violencia engendra más violencia; más aún si proviene de líderes que la naturalizan y justifican. ¿Vamos camino al ojo por ojo y a la ley del más fuerte?

En cuanto a la relación con el Congreso de la Nación, el Presidente fue claro: dijo que enviará proyectos para reformar el Estado, los códigos penal y civil y las normativas fiscales. Les advirtió a los parlamentarios que si no lo apoyan, esperará a diciembre para avanzar con esas iniciativas sin ellos, aunque aclaró que sería mejor si cuenta con su colaboración. Les tiró la pelota, pero al mismo tiempo profundizó su visión de que el republicanismo y la división de poderes no son importantes. Sí lo es avanzar con su plan, sin controles ni críticas. Podría ser brillante y lo mejor para el país en las últimas décadas, como afirma el mandatario. Pero también podría ser la peligrosa semilla totalitaria y absolutista propia de dictadores que no admiten ni que podrían estar equivocados ni que es necesario un sistema de contrapesos y controles. Eso es la democracia, con sus defectos y yerros, el mejor sistema que se conoce después de siglos de monarquías y dictaduras que sumieron al mundo en pobreza, desigualdad profunda, revoluciones y guerras civiles.

En otra sintonía

Por estos lares el gobernador, Osvaldo Jaldo, concentró su discurso en su gestión prolija, constante, obsesiva y presente respecto de los problemas ciudadanos. Es cierto que al mandatario no se le pasa una: actúa rápidamente ante problemas de seguridad, de falta de agua, de educación, de provisión de energía eléctrica y hasta de recuperación de tierras del Estado ante la epidemia de las usurpaciones. Por ello mencionó las obras para que más agua y electricidad llegaran a Tucumán. Sus antecesores jamás se interesaron en ese tipo de trabajos, por desidia o falta de gestión o porque son de baja envergadura. Jaldo las enumeró entre sus logros, junto a las paritarias constantes con los estatales y al haber conseguido mantener la paz social con gremios propios y privados. “Se terminaron los fantasmas de saqueos en diciembre de cada año”, dijo. Todo ello real, como también que el mandatario no habló ni prometió grandes obras. Ni siquiera medianas, con lo que su gestión en el marco de un Gobierno nacional de ajuste y menosprecio al interior del país le pasa factura. Hasta aquí la amistad y la buena relación con Milei sólo sirvió para cumplir con el normal funcionamiento del Estado y una que otra obra de medio calibre. No es menor en tiempos difíciles, pero tampoco tanto.

Jaldo también le tiró la pelota al Poder Legislativo. Ratificó a los parlamentarios que está dispuesto a encarar una reforma política, que el sistema electoral debe modificarse y armar uno más adecuado y menos engorroso para los tucumanos y que son ellos los que entre este y el año siguiente deben ocuparse -y preocuparse- en hacerlo. Así, en una jugada política inteligente, el gobernador acalla a los opositores que lo critican por haber anunciado la reforma sin que en un año haya habido avances, en especial a los libertarios a quienes tildó de “chiquitos” e inexpertos (sucedió en la conferencia de prensa posterior al discurso). Hay mileístas aliados y enemigos.

Respecto de su antecesor, Jaldo lo dejó en claro: Juan Manzur no hizo nada o lo poco que ejecutó lo hizo mal. No disimuló en marcar los errores del ex mandatario, hoy devenido en uno de sus principales opositores y en senador ausente, al menos por estos lares. Enterró cualquier posibilidad de acercamiento y a la postre le mandó un mensaje: no entregará sin pelear el Partido Justicialista que a nivel nacional gobierna Cristina Fernández y que en Tucumán preside el médico. Mensaje para varios.

Palabras inesperadas

La violencia, se dijo, genera más violencia. La investigación por el presunto agite para desestabilizar el Gobierno con una revuelta policial el año pasado terminó con un abogado encarcelado. Siempre es bueno que la Justicia investigue, frene el delito y contenga la violencia. Pero sorprendió escuchar al gobernador mencionar el caso con una vehemencia que parecía más ligada a que Gustavo Morales había desparramado el rumor sobre que el mandatario sufría un problema de salud grave que por los peligrosos ilícitos que se le endilgan al abogado. Todo quedó en un entrevero de causas y rumores sobre el accionar del abogado, las decisiones de la Justicia y el rol del gobernador. Jaldo se esmeró en construir una figura de hombre decidido, fuerte y de acción. Una parte importante de la sociedad, según muestran las encuestas, valoran y apoyan tener un líder presente y activo. Pero también se preocupan cuando observan sesgos de abuso de poder en funcionarios de cualquiera de los tres poderes del Estado. Eso pareció suceder cuando la denuncia de la Procelac se hizo pública y la reacción de algunos fue de indignación no contra los que podrían haber administrado mal sus recursos, sino con los que difundieron la existencia de la investigación. La pesquisa es real, posiblemente alentada o publicitada por intereses políticos que buscan debilitar a la administración provincial, pero hablar de ello parece motivo suficiente para “matar al cartero”.

Les sacó ventaja

Rossana Chahla habló durante casi dos horas con un tono afable y cordial. El discurso de la intendenta fue inteligente en cuanto se planteó con la mención de logros precisos y de proyectos concretos. A eso le sumó la “humanidad” y la cercanía con los vecinos poniendo nombre y apellido a acciones o beneficiarios de distintas acciones de gobierno que la jefa de Estado viene llevando adelante. Chahla se mostró conciliadora con todos: mencionó y agradeció al gobernador en varias ocasiones; dijo un gracias para los concejales; ponderó la tarea de los empleados municipales, y enalteció la tarea “incansable” de sus funcionarios.

Chahla avanzó varios pasos respecto de lo que un año atrás la rodeaba, que era desconfianza y subestimación a su poder y pericia políticos.

Con su gestión como base, la intendenta comienza a dar pasos hacia una consolidación de poder. Insiste en que no le “interesa la política”, pero se mueve cada vez más como esos líderes que no son parte de la “casta”, pero que forjan alianzas con algunos de sus miembros para seguir en carrera ascendente. Hasta aquí, la oposición silenciosa le allana el camino y el peronismo desconfiado comienza a tomarle cariño.

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