Iba caminando a los entrenamientos porque no tenía dinero para el boleto y ahora está a un paso de debutar en la Primera de Atlético Tucumán

El lateral tucumano de 20 años, Ramiro Paunero, fue promovido al plantel de Primera y podría ser convocado para enfrentar a San Lorenzo.

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Iba caminando a los entrenamientos porque no tenía dinero para el boleto y ahora está a un paso de debutar en la Primera de Atlético Tucumán DIEGO ARÁOZ/LA GACETA.

“Se hace camino al andar”, sostiene una de las estrofas de uno de los poemas más populares del sevillano Antonio Machado. Aquel poema recuerda que la vida es un viaje que cada uno va descubriendo, un proceso que está lleno de aprendizajes y de constantes transformaciones. No hay un camino predeterminado, sino que cada quién debe construir el propio por medio de decisiones y de acciones.

En Tucumán, a miles de kilómetros de España, y a más de 86 años del fallecimiento del poeta, los versos de aquel conocidísimo poema circulan, a veces a sabiendas, gracias a algún amante de la literatura. Y en otras ocasiones se materializan en la realidad de alguno de nosotros.

En Atlético Tucumán, cientos de juveniles van haciendo su propio camino. Ramiro Paunero es uno que conoce el paño. El lateral zurdo de 20 años se encuentra en un momento soñado. El futbolista profesional (hace unas semanas firmó su primer contrato) acaricia el sueño de debutar en la Primera de Atlético, el club que ama.

El lateral oriundo de Villa Urquiza fue promovido al plantel profesional hace poco más de 10 días, tras la lesión de Juan Infante; y podría ser convocado por Lucas Pusineri para enfrentar a San Lorenzo, mañana.

Detrás de esta oportunidad hay una historia de lucha, esfuerzo silencioso y maduración personal. “Los chicos me recibieron muy bien, me hicieron sentir uno más desde el primer día”, cuenta con una sonrisa que mezcla nervios y felicidad. En ese nuevo mundo profesional ya forjó lazos importantes. “Con Lautaro Godoy tengo relación desde antes, pero también me llevo muy bien con Matías Orihuela. ‘Mati’ es un referente para mí, porque juega en mi posición y siempre me aconseja con la mejor onda”, describe.

Ramiro lleva más de ocho años en Atlético. Llegó a la institución cuando apenas soñaba con ponerse algún día la camiseta del equipo del que es hincha. En ese entonces la rutina era dura: “había días en los que me tocaba ir caminando desde mi casa hasta el complejo o hasta la avenida Mate de Luna, donde me levantaba un compañero. Lo hacía para ahorrar aunque sea un pasaje”, recuerda el juvenil que vive en República del Líbano y Francisco de Aguirre.

El sacrificio tenía una razón de fondo. “Mi papá estuvo mal de salud, le encontraron un tumor en el riñón y no pudo trabajar por un tiempo. Mi mamá tenía dos trabajos: cocinera por la mañana y atendía un local por la tarde. Éramos cuatro en casa, y el único ingreso fijo venía de ella”, cuenta. En esa época, el viático que recibía como jugador juvenil apenas alcanzaba para cargar la tarjeta de colectivo. “No me cubría para todo el mes, por eso caminaba. Pero no decía nada en el club y tampoco en mi casa, les mentía para no preocuparlos; a mi mamá no le podía decir que me iba caminando”, relata el lateral.

En paralelo al fútbol, Ramiro también cumplió con los estudios. Cursó de primer a quinto año en el Colegio Nacional; y el último año lo terminó en el Liceo, en el turno tarde, para poder entrenarse por la mañana. “Nunca me llevé materias, siempre me gustó estudiar”, cuenta. Incluso intentó empezar un curso de personal trainer, pero no pudo terminarlo porque los partidos de la Reserva le impedían asistir regularmente.

En lo futbolístico siempre fue un defensor con carácter. “Arranqué como central, pero por la altura (actualmente mide 1,71 m) me pasaron a lateral. Ahí me sentí cómodo, porque me gusta atacar. Soy un lateral ofensivo, con buena técnica y firme en la marca por mi experiencia como central. Nunca me faltó actitud. Yo me tiro de cabeza por defender esta camiseta, porque la siento”, dice con contundencia.

El año pasado, cuando aún jugaba en Reserva, Ramiro atravesó momentos difíciles a nivel emocional. Entonces encontró una herramienta clave para su desarrollo: el coaching psicológico que ofrece el club. “Soy un chico que no se guarda las cosas, y en ese momento decidí buscar ayuda. Hablaba con ‘Tony’ (Ruiz) y las otras chicas del área. A veces uno no quiere llevar más problemas a la casa, entonces es mejor descargarse con alguien que pueda ayudarte desde otro lugar”, valora el juvenil, que se muestra muy maduro en la charla.

Esa decisión lo fortaleció. “Era muy ansioso, pensaba en cosas que ni habían pasado. Con la ayuda del coaching aprendí a manejar mejor mis emociones y a estar más preparado para los partidos”, explica. Para él, ese acompañamiento fue tan importante como el entrenamiento físico o táctico. “Gracias a eso, cuando me llegó la oportunidad de estar con Primera, la pude disfrutar”, comentó en relación a los cinco entrenamientos con el plantel profesional que tuvo durante 2024, bajo el mando de Facundo Sava.

La promoción al plantel profesional no lo tomó del todo por sorpresa, pero sí lo conmovió. “Ya había estado una semana en la pretemporada cuando Infante tuvo una molestia, jugué un amistoso contra Central Córdoba, pero después volví a mi categoría. Ahora, con la lesión de Juan, me volvieron a llamar y siento que es la oportunidad que estaba esperando”, relata.

Pusineri ya le dio su primera charla: “Me pidió que esté tranquilo, que me entrene como lo hice siempre y que las cosas iban a llegar solas. Mi objetivo ahora es estar entre los convocados y, si se puede, sumar algunos minutos. Sería un sueño”.

Ese sueño es compartido por su familia, la que estuvo siempre, aun en los días en los que no alcanzaba para cuatro platos en la mesa. “A veces a la noche no había comida para todos en la casa, íbamos viendo qué hacíamos. Por eso estoy agradecido a mi mamá, Mónica, a mi papá, Iván, y mi hermana Johana; pasamos cosas difíciles, pero ahora todos están felices por este momento. Firmé contrato hace poco y eso también ayuda mucho en casa. Era uno de mis objetivos: poder aportar yo también”, dice.

Hoy Ramiro sabe que está a un paso. Con los pies en la tierra y el corazón celeste y blanco, piensa en el futuro. “Mi sueño es debutar con esta camiseta, sumar minutos y consolidarme. Después, lo que venga será una consecuencia del trabajo”, dice. Todo empezó caminando kilómetros, soñando en silencio. Ahora, al volver la vista atrás, el defensor verá su senda, sus huellas, esas que nunca volverá a pisar, pero que lo han llevado a estar muy cerca de cumplir su sueño.

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