Juan Bautista Alberdi, el jurista comprovinciano inspirador de nuestra organización constitucional, hablando de educación e instrucción en sus Bases y Puntos de Partida para la organización de la República Argentina afirmaba que “La patria es la libertad, es el orden, la riqueza, la civilización organizada en el suelo nativo, bajo su enseña y en su nombre” (Bases, Valparaíso, Imprenta del Mercurio, mayo de 1852, página 54).
Su proyecto político, liberal, parte de la necesidad de educar moralmente al ciudadano e instruirlo en las ciencias prácticas para desarrollar las riquezas del extenso territorio, procurándose de un Estado que le auxilie en esa tarea, generando, con la legislación, mayor facilidad, paz y orden interior. Alberdi lo reconoce, expresa e implícitamente, el general Manuel Belgrano ha sido el primer patriota en ese sentido.
Belgrano supo tener trato directo con la familia Alberdi en su estancia en mientras comandaba el Ejército Auxiliar del Perú acantonado en Tucumán. Juan Bautista, niño durante aquella época, fue un ferviente admirador de su figura, y a lo largo de sus obras nuestro prócer civil se encargó de elogiar al vencedor de Salta y Tucumán. En 1834 Alberdi expresó “Por nosotros el virtuoso General Belgrano se arrojó en los brazos de la mendicidad desprendiéndose de toda su fortuna que consagró a la educación de la juventud, porque sabía que por ella propiamente debía dar principio la verdadera revolución” (Memoria Descriptiva sobre Tucumán, Imprenta de la Libertad, Buenos Aires 1834, página 54).
Claramente la inspiración de Belgrano está patente en el genio de Alberdi.
Estas cortas líneas sirven para introducirnos en un suceso actual, político y de grandes –y malas- consecuencias. Sí. Nos referimos a los primeros decretos de reforma del Estado, algo que está inspirado, paradójicamente, en los postulados de Alberdi, pues se procura un Estado eficiente y que facilite orden interior y paz al ciudadano… valores que, desde ya, dejamos expresados que compartimos.
Sin embargo las normas en cuestión, muy al contrario, mancillan al propio Alberdi -sobre todo al general Belgrano- y van a contramano de la educación propiciada por ambos. El Presidente Milei, mediante el decreto 346/2025 del pasado 21 de mayo, ha dispuesto la disolución de los Institutos Nacionales Belgraniano, Browniano y Newberiano. Esta disolución ha sido dictada en el marco del proceso de reforma del Estado impulsado por las facultades conferidas por la ley nacional 27.742 de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos. A nuestro entender la medida tomada, por lo menos, es ineficiente a los fines de un estado facilitador de la libertad, del orden y de la paz.
En efecto, por un lado pareciera ser que no se ha evaluado que la conformación de tales institutos lo era con prestigiosos historiadores que cumplían su función ad-honoren, de carácter apolítico y con la misión de mantener vigente el pensamiento de tales próceres –particularmente del general Belgrano y el almirante Brown, y por supuesto también la del precursor de la aviación Jorge Newbery-.
Esta tarea educativa se llevaba a cabo con escasos recursos del Estado, casi nada, insignificantes, sin absolutamente ningún peso en el presupuesto nacional. Sabemos que el trabajo de esos historiadores era puro patriotismo, pues sus charlas, investigaciones y gran parte de la actividad se llevaban a cabo en los institutos era gracias al propio esfuerzo de sus miembros.
Pero lo más grave es el vacío que queda por esa medida. Es que la falta de instituciones estaduales especializadas en investigar y difundir la vida y obra de Belgrano, Brown y Newbery, va a repercutir negativamente en un aspecto crucial de la educación, cual es, básicamente, la formación de ciudadanos que honrando la herencia de los próceres imiten sus ejemplos de esfuerzo y generosidad. Los institutos disueltos eran una parte trascendente del sistema educativo, integrado por notables historiadores que por contribuir con sus estudios a la comunidad nunca se les abonó nada; y que con sus esfuerzos se encargaron de difundir la vida y obra de nuestros próceres. Sus actividades –a riesgo de ser reiterativo- era ardua, variada, federal y sobretodo moralmente edificante.
Por ello es lamentable la decisión tomada al respecto. Es más, me atrevo a proponer que, si la preocupación real del Gobierno Nacional es la de hacer del Estado un organismo eficiente, el ejemplo de aquella eficiencia podría copiarse, justamente, de los institutos disueltos, que con casi nulo presupuesto han obrado maravillas durante muchos años, realizando una gestión cultural apolítica, patriótica, federal y libre en favor de la educación del País, demostrando eficacia en la gestión educativa pública como ningún otro organismo lo ha hecho. Quizás esto no ha sido tenido en cuenta por los asesores que proyectaron el decreto.
Es preciso traer a colación nuevamente a Alberdi. Educar e instruir para construir una nación verdaderamente libre, requiere de los ejemplos de nuestros próceres, sobretodo de Belgrano. Que Dios, fuente de toda razón y justicia –como reza nuestro preámbulo constitucional- ilumine a los gobernantes y les haga advertir de los yerros en su gestión. Sin dudas, a nuestro parecer, este es uno de ellos.




















