Pensabas que estabas loco, pero lo que pasó tiene nombre y explicación científica

El "gaslighting" activa zonas del cerebro que distorsionan, sin que lo sepas, tu percepción de la realidad.

GASLIGHTNING. Quienes padecen esta práctica suelen dudar de la veracidad de sus recuerdos. / UNSPLASH "GASLIGHTNING". Quienes padecen esta práctica suelen dudar de la veracidad de sus recuerdos. / UNSPLASH
01 Junio 2025

¿Alguna vez sentiste que exagerás, aunque sabés que no? ¿Qué tu memoria falla, aunque estés segura de lo que viviste? Es posible que alguien esté intentando manipularte a través del gaslighting, una forma de abuso psicológico que ya investiga la neurociencia.

La ciencia empezó a identificar cómo este tipo de violencia emocional deja huellas reales en el cerebro. La manipulación sistemática de recuerdos y emociones activa zonas relacionadas con el miedo, el estrés y la distorsión de la memoria. Y a muchos jóvenes esto puede pasarles sin que lo noten.

¿Qué es el gaslighting?

El término gaslighting viene del cine: se popularizó por la película “Gaslight” (1944), en la que un hombre hacía que su esposa creyera que estaba perdiendo la razón. Hoy, la palabra se usa para describir una forma de manipulación emocional en la que una persona logra que otra dude de su percepción, sus recuerdos o su estado emocional.

Frases como “eso nunca pasó”, “estás exagerando” o “te lo estás inventando” no siempre son casuales. Cuando se repiten en ciertos vínculos, se convierten en herramientas para desestabilizar. Y aunque puede parecer algo “menor”, la ciencia ya muestra que el gaslighting tiene efectos medibles en el cerebro.

Lo que dice la neurociencia

Esta forma de abuso no solo genera malestar emocional: también activa respuestas cerebrales específicas. En particular, involucra al hipocampo, una región clave para consolidar recuerdos, y a la amígdala, que procesa el miedo y otras emociones intensas.

Cuando una persona es víctima de gaslighting, puede comenzar a desconfiar tanto de sí misma que su cerebro reinterpreta los hechos. Es decir, lo que alguna vez pareció real empieza a desdibujarse, no porque se haya olvidado, sino porque el entorno forzó una nueva versión.

En paralelo, la amígdala entra en modo de alerta. Ese estado constante de tensión y duda genera estrés crónico, que a su vez debilita la memoria, el sueño y la capacidad de concentración. Lo que al principio se vivió como una discusión termina transformándose en un desgaste mental sostenido.

¿Cómo impacta?

Para muchas personas, el gaslighting aparece en relaciones de pareja, con familiares o incluso en contextos laborales o educativos. Y como muchas veces se disfraza de preocupación, humor o corrección, se vuelve difícil de identificar.

Por eso es importante prestar atención a ciertas señales: si después de hablar con alguien sentís que ya no podés confiar en lo que pensás o sentís, si dudás de tu propia memoria o si necesitás justificar todo lo que hacés o decís, puede que no sea casualidad. Tal vez alguien está instalando una versión falsa de la realidad.

¿Qué podés hacer?

Frente a esta forma de manipulación, una de las herramientas más efectivas es volver a confiar en lo que viviste. Registrar situaciones en un diario, guardar capturas o mensajes, y hablar con otras personas de confianza puede ayudarte a validar tu percepción. Buscar acompañamiento profesional también es fundamental.

La ciencia todavía está trazando el mapa completo de cómo el gaslighting afecta al cerebro, pero los primeros hallazgos ya marcan un camino. No se trata de exagerar, ni de ser “demasiado sensible”: se trata de reconocer que alguien está interfiriendo en tu forma de ver el mundo. Y que eso tiene consecuencias reales, visibles y medibles.

La próxima vez que sientas que alguien subestima lo que viviste, no lo descartes tan rápido. Quizás tu intuición tiene más razón de la que imaginás.

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