El homo capitalista por antonomasia, me refiero a aquel que representa al sistema y cuya codicia no tiene límites (de hecho está definido como el actor principal de la teoría del “derrame” por los teóricos del liberalismo) es un verdadero engendro, porque tiene cabeza, brazos, tronco, miembro y hasta vísceras, pero presenta la singularidad de carecer de corazón y añadir a su contextura un órgano adicional: un bolsillo sin fondo. Esa es la situación de los acreedores internacionales de los estados modernos y en lo que nos toca frontalmente de la Argentina. Ellos no se satisfacen con que se les cancele el dinero que prestaron, habitualmente mediante contratos fraudulentos, sino que prefieren que la deuda se mantenga en pie en constante refinanciación, porque precisamente el devengamiento de intereses es el beneficio que les rinde el capital invertido y un pago total acabaría con el negocio. Asociados al capital financiero internacional aparecen los políticos vernáculos de turno, más insaciables y desembozados cuando se trata de liberales como lo son los integrantes del equipo de Javier Milei, quien acaba de vetar una ley de apoyo financiero para la reconstrucción de Bahía Blanca, la cual había sido votada en contra, como es natural, por los legisladores libertarios. Y, sin embargo, según lo pone de relieve un artículo reciente publicado por LPOnline todos ellos, libertarios o no, votaron a favor una partida descomunal y absolutamente desproporcionada con el monto de los fondos vetados para enjugar un pago de la deuda, una unanimidad que dada la reverberación constante de pagos y repagos no resulta para nada extraño. ¿Qué representan, cabe reflexionar, y sin que ello importe en absoluto una exculpación para con el gobierno anterior, los 9 millones de dólares de los bolsos del Convento frente a los 35.000 que importa el monto de la deuda nueva contraída por el dúo Milei-Caputo en apenas un año y medio?
Clímaco de la Peña


















