Cartas de lectores: Médicos escritores: Conan Doyle

01 Julio 2025

Hace unos años un gran medico escritor argentino, el Dr. Florencio Escardó, nos contaba que una paciente le dijo un día que: “desconfiaba de los médicos que escribían”, a lo que el afamado pediatra le respondió: “¿y no sería más justo desconfiar de los médicos que no saben escribir?”. Pues bien, a lo largo de la historia muchos médicos fueron escritores, de su propia disciplina, pero también a la vez incursionando en el género literario con novelas, cuentos, ensayos, etc. Y la lista es larga. De ella destacaremos a: Michael Crichton (“Parque Jurásico”), a Oliver Sacks (“Despertares”), a Anton Chejov (con sus cuentos), a Cronin (“La Ciudadela”), a Marcos Aguinis (“La gesta del marrano”), o a Baldomero Fernández Moreno. Hoy nos ocuparemos en especial de uno que pasó a la inmortalidad un 7 de julio de 1930, hace 95 años. Y es que, considero que, literalmente, pasó a ser inmortal, porque sus relatos se siguen leyendo y sus series y películas también, con mucho éxito. Ese médico escritor se llamaba Arthur Ignatius Conan Doyle, y así le escribía a su madre en noviembre de 1891: “madre, estoy pensando muy seriamente en deshacerme de esta criatura literaria mía. Temo que además cuando me muera, pueda llegar a ser más famoso él que yo, su autor. Sé que te opones, pero ya lo sentencié y en mi último cuento él morirá. No te opongas porque ya tengo bastante con la presión de la prensa y mis lectores”. Médico y escritor, Doyle se refería así a su personaje Sherlock Holmes. A pesar del expreso pedido de su madre él hizo morir a su detective y fue esto un escándalo lo que sucedió en el seno de la sociedad británica. Pasaron más de 10 años hasta que accedió a revivir a Sherlock Holmes y escribió “La Casa Vacía” y “El Sabueso de los Baskerville”. En otros escritos el homenajearía a su madre y diría de ella que “era una mujer hogareña, lectora apasionada y buena narradora y despertó en mí la afición por la literatura”. Doyle comenzó a escribir cuando estudiaba medicina, y ya mudado a Londres, como médico, ejerció de oftalmólogo, pero como tenía poco trabajo siguió escribiendo. Él tenía razón y finalmente su personaje fue más famoso que él. Quién no dijo alguna vez “búscala como si fueras Sherlock Holmes” ¿Quién no sabe que Baker Street era su domicilio en Londres?, ¿Quién no citó la frase “elemental, querido Watson” para afirmar una obviedad? Él había nacido en una numerosa familia católica de Edimburgo (Escocia), eran diez hermanos y recibió su educación de los jesuitas. Pobres, padre alcohólico, madre sacrificada y él oftalmólogo con poco trabajo, pero supo ser un gran narrador sin dudas. Es famosa la contestación que le dio Anton Chejov a su editor Suvorin cuando este le pidió abandonar a la medicina y se consagrara a la literatura, Chejov le dijo: “la medicina es mi mujer legítima y la literatura mi amante. Si no tuviera mis ocupaciones médicas, difícilmente podría dar mi libertad y pensamientos perdidos a la literatura”. Es que quien es médico nunca puede dejar de serlo, porque la medicina es una manera especial de observar y comprender la realidad, la vida y el mundo. Tal vez sea ese contacto inmediato que el médico tiene con el ser humano, con su dolor, su sufrimiento y también la muerte lo que pueda explicar la abundancia de médicos que se dedicaron a la creación literaria, tal vez como catarsis e higiene mental, desde la antigüedad hasta nuestros días..

Juan L. Marcotullio

marcotulliojuan@gmail.com

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