Me he detenido a observar por la proximidad del 9 de Julio el monumento o llama eterna votiva emplazado en la Casa de Gobierno que conmemora el 9 de julio del 1991, ocasión en que se reunieron en Tucumán los presidentes latinoamericanos que figuran en la placa. No cuestiono el monumento. No cuestiono la figura de los presidentes, pero me ha movido la curiosidad, dadas las restricciones al suministro de gas, de saber cuánto gas consume una llama votiva. No figura en Google, pero sí cuánto consume un piloto de calefón. Suponiendo que la llama encendida permanentemente consuma 10 veces más que un piloto, la llama eterna lleva consumidos 200.000 m3 de gas. Obviamente, debe ser algo simbólico, pero al mismo tiempo, si propagandizamos la no quema de combustibles fósiles, sería simbólico reemplazarlo por otra fuente de energía. Los osos de los circos fueron oportunamente liberados de su encierro, a pesar de que los circos cumplieron un papel en la cultura popular del siglo XX. Fellini y Bergman se inspiraron en la vida de los circos. La escena del gran cineasta Bergman sobre la amaestradora de osos y el triste final es una de las más icónicas en el maravilloso filme “Noche de Circo”. Pero los osos ya no cumplen ese papel -despertar la imaginación infantil- en los tiempos de internet. No tiene ningún sentido mantenerlos encerrados. Reemplazar la llama eterna alimentada por combustibles fósiles por un haz de luz alimentado por un panel solar fotovoltaico parece a simple vista estrafalario, pero bien mirado es algo bastante novedoso y que podría marcar una tendencia liderada por una provincia que se jacta de su “vaca viva”.
Marcelo Daniel Cena
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