Cartas de lectores: Muñecos de nieve

05 Julio 2025

“Hermano, está escarchando; le ha metido una helada grande; está todo congelado; los pajaritos se caen; yo te he dicho anoche que la luna estaba limpita y esa escarchada no falla nunca”. A las 5 lo decía mi tío Benicio, hermano menor de mi papá, que había venido a pasar unos días en la ciudad, desde el campo, su San Andrés natal. Nuestro padre nos explicó qué significaba la palabra escarcha y nos hizo ver que un balde y un lavatorio que habían quedado afuera con agua, estaban congelados. Nos calentó agua en el brasero con el fuego bien encendido para el mate cocido con bollo y de paso se calentaba el ambiente. Mi madre nos puso “el ropero” encima abrigándonos hasta los ojos para ir al Colegio San Cayetano, a la primaria, turno mañana. No se faltaba a clases jamás, llueva, truene, haga frio, calor o esté nevando; igual íbamos caminando. En ese entonces, en nuestra niñez, no estaban Jaldo ni la ministra Montaldo para que nos den asueto por la ola de frío polar, cuidando la salud de nuestros niños y docentes y para que los papis más pudientes, en forma inconsciente e insensata saquen a sus hijos en medio del frio y los lleven a ver la nieve en San Javier. ¡Irresponsables! ¿Estamos locos? ¿Acaso regalan los remedios? Dicen que es una experiencia única que hace años no sucedía; la verdad que a más de un niño le preguntaría: ¿cuánto les duró ese muñeco de nieve? ¡Nada! Me quedo con el pensamiento de mi tío Benicio: “tirá y tapate y si no tenés… embromate”. Antes de reaccionar y de contestarme, abrí la ventana o puerta que da a la calle y observá las personas en situación de calle temblando de frío; volvé a tu dormitorio y sacá del ropero todo lo que te sobre a vos y a tus hijos y dáselo. Ese ¡gracias! que recibirás te dará más calor y satisfacción que un muñeco de nieve.

Francisco Amable Díaz

Franciscoamablediaz@gmail.com

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