fotos Nicolas Reynaga (especial para la gaceta)
Aunque no haya una forma de medir el dolor, la derrota con Newell’s se siente pesada para Atlético. No sólo porque marca el fin de otra ilusión, sino por la manera en que ocurrió: el “Decano” jugó bien, con movilidad, pases precisos y coraje… Pero el fútbol, como casi todo en la vida, se decide en los detalles. Y cuando una pieza falla, todo el engranaje se resiente. Fausto Grillo fue ese tornillo flojo dentro de la defensa, y la “Lepra” no perdonó: convirtió tres veces y, con cada gol, fue desinflando las esperanzas tucumanas. Así, la noche en el estadio “Padre Ernesto Martearena” terminó con un 3-2 injusto, pero suficiente para alegrar a la parcialidad rosarina.
Para Atlético, la llave significaba muchísimo: era la oportunidad de ilusionarse con la Copa Argentina y volver a ser protagonista en un torneo. Venía con la chapa de haber eliminado a Boca en los 16avos. de final, pero al frente tenía un equipo astuto, rápido y perspicaz. Newell’s no avasalla: golpea en el momento justo. No hace circular la pelota ni presume de “buen fútbol”, pero arremete lo justo y necesario. Esa fue la fórmula que eligió Cristian “Ogro” Fabbiani y con la que consiguió la clasificación.
El primer gol fue la máxima expresión de ese método: a los 11’, Ángelo Martino se anticipó a Leandro Díaz y Kevin Ortiz, la pelota no fue despejada por ningún defensor y le quedó a Luciano Lollo, que abrió el marcador. Una trompada tempranera que desestabilizó al equipo de Pusineri y que evidenció la ausencia de Clever Ferreira, cuyo reemplazo no pudo sostener la fortaleza defensiva. Desde ese momento, Grillo se convirtió en el eslabón débil, el error que marcaría la noche.
Atlético reaccionó. Buscó y encontró el empate gracias a un cabezazo de Miguel Brizuela tras un centro de Adrián Sánchez, bajado por Díaz. La respuesta fue un golpe al mentón de Fabbiani y de la hinchada rosarina, que se quedó abatida por el empate. Ni hablar cuando Mateo Coronel puso el 2-1: en muy poco tiempo, el “Decano” había dado vuelta el marcador y parecía encaminado a llevarse el partido.
Pero la tranquilidad duró poco. A los 39 minutos, Luciano Herrera lanzó un centro que Grillo no pudo despejar; Gonzalo Maroni anticipó al defensor y firmó el 2-2. Hasta ese momento, Atlético continuaba en carrera, pero el error del ex Belgrano dejó al equipo vulnerable y equilibró un marcador que hasta entonces reflejaba el desarrollo del juego.
En la segunda mitad, Atlético buscó la ventaja. Coronel tuvo una chance frente a Juan Espínola, pero no la aprovechó. Ambos equipos entraron en un bache: el “Decano” movía la pelota con paciencia, y Newell’s se limitaba a defender. Quizá esa sensación de control relajó a los tucumanos, que no parecían atravesar sobresaltos.
Todo cambió a los 60’. Carlos González recuperó la pelota frente a Grillo, que volvió a fallar en el despeje. El paraguayo, con una media vuelta, puso el 3-2 definitivo. Fue un golpe que selló la suerte del partido. Pusineri buscó respuestas ofensivas con los ingresos de Franco Nicola y Nicolás Laméndola y la implementación de la línea de tres, pero la defensa de Fabbiani se volvió impenetrable y cerró todos los caminos.
El pitazo final dejó a Atlético con la sensación amarga de haber tenido la pelota, de haber sido superior en varios pasajes, pero de no poder evitar que un único error definiera la noche. En el fútbol, a veces, el detalle marca la diferencia y esta vez Grillo fue el protagonista de la derrota.
Ahora, sin Copa Argentina, el “Decano” deberá enfocar todas sus energías en el torneo Clausura. El objetivo inmediato es doble: meterse entre los 16 mejores y, sobre todo, sumar para escapar de la zona baja de la tabla Anual. Con 21 unidades, está a cuatro de Aldosivi, que hoy ocuparía el penúltimo puesto y perdería la categoría por esta vía.
La ilusión de un título se apagó, pero el desafío que viene no es menor: transformar el dolor en impulso y evitar que este golpe pese más de lo necesario. Porque, aunque no haya forma de medirlo, el dolor que dejan los errores decisivos como el de Grillo siempre se sienten y en un torneo corto, cada detalle cuenta.























