Por la economía y la política lo mejor es votar

Por la economía y la política lo mejor es votar

Las elecciones intermedias son vistas por muchos como una molestia. Sin embargo, tienen su razón de ser y vale la pena aprovecharlas. Para mostrarlo, se resumirán los aspectos conceptuales que ayudan a entender sus posibles consecuencias económicas. El diseño constitucional pretende moderar el impacto de la variabilidad de la opinión pública para no afectar la continuidad de las políticas. Así, cualquier influencia perniciosa pasajera sólo afectaría a la mitad de la representación en Diputados y a un tercio del Senado. El presidencialismo exagerado igual puede desbordar en demagogia, pero sería peor si junto a la elección presidencial se renovara por completo el Congreso.

¿Qué pasaría si un candidato carismático pero populista ganara con comodidad la presidencia con renovación parlamentaria completa? Tendría un Congreso totalmente favorable, la clásica escribanía, con el que podría avasallar las instituciones por al menos cuatro años con la única contención, y muy parcial debido al alcance de las decisiones judiciales, de los amparos que algunos ciudadanos pudieran intentar. Cuatro años durante los que los ciudadanos tendrían serias restricciones para las vías pacíficas de oposición.

Ahora, con renovación parcial un Presidente que busque cambios sustanciales podría tener una gestión poco profunda al comienzo incluso si los candidatos legislativos que lo acompañaron lograron muchos votos pues son sólo una parte de la mitad del total. Pero eso es adrede. La Constitución amortigua las revoluciones. Es análisis de costos. ¿Qué es peor, el abuso de poder o la contención a los nuevos planes? Para la Constitución es más probable tener de gobernantes humanos normales que próceres y por eso incentiva negociar el nuevo rumbo, no atropellar, y supone que los acuerdos son posibles. Además, en dos años habrá oportunidad de confirmar o frenar.

Lo de Javier Milei es excepcional. El gradualismo obligado de la Constitución no implica falta de gobernabilidad porque está pensada para actores que pertenecen al sistema político. Un gobernante novedoso suma a los recién elegidos los diputados y senadores de su partido anteriores a su llegada al Ejecutivo. En cambio, Milei es un outsider. Sólo dos bancas de 2021 y legisladores nuevos relacionados a su 30 por ciento de la primera vuelta (aunque las listas tuvieron peores números que la boleta presidencial) y no al 56 por ciento de la segunda. Los proyectos y decretos que pudo impulsar y los vetos que pudo mantener se debieron al apoyo sobre todo del Pro, algunos radicales, partidos menores y diputados que responden a gobernadores en aquel entonces aliados. En 2025 el año electoral y la torpeza oficialista cambiaron la ecuación. En tales condiciones puede ser mayor el impacto de la evaluación intermedia, para fortalecer o debilitar el gobierno.

Al respecto puede pensarse en tres tipos importantes de votantes. De ellos, dos sin dudas irán a votar, los opositores y los oficialistas convencidos. En el tercer grupo están los decepcionados. Probablemente la mayor parte sean desilusionados con Milei, pero pueden entrar los desencantados de los políticos en general así como los avergonzados de sus partidos de siempre. Ellos deberían pensar en la paradoja del restaurante, expuesta en “Microeconomía y conducta” por Robert H. Frank, aludiendo a un restaurante que estaba tan lleno que siempre estaba vacío. Se trata de las consecuencias generales no deseadas del comportamiento en principio racional desde lo individual. En el caso del restaurante, si uno espera que esté lleno ni vale la pena pedir reserva, menos aun ir allí para no encontrar mesa. Pero si muchos piensan así entonces en realidad hay muchos lugares libres y uno se pierde de pasar una buena noche.

Para enfocarlo en lo electoral se puede pensar en el tiempo dedicado al sufragio así como, si se quiere ser serio, al análisis previo de la situación y la comparación de propuestas y candidatos. ¿Para qué? Para un voto entre millones. ¿Sirve? Es tentador creer que no pues el total es lo que vale. Sin embargo, el total se integra de a uno. Ejemplo práctico: las elecciones de 2019. Seguramente muchos ausentes y votos a Roberto Lavagna fueron los decepcionados con Mauricio Macri. Pues bien, contribuyeron al triunfo de Alberto Fernández. ¿Era tanta su desazón que realmente lo preferían sobre Macri? Y vale para 2023 con los ausentes y votos a Juan Schiaretti que ayudaron a Milei. Deberían pensarlo quienes tienen la intención de no concurrir. ¿Cualquier resultado les da igual?

Ahora, posibilidades. Por las bancas en juego puede esperarse que la LLA aumente su fuerza en el Congreso, la pregunta es cuánto y para qué le servirá. El número clave ronda los 86 diputados; con ellos el gobierno se asegura frenar intentos de juicio político contra cualquier funcionario así como impedir la insistencia de proyectos contra posibles vetos. Como mínimo, mantendría el equilibrio fiscal. Pero no se crece sólo con eso. Hacen falta leyes sobre tributos, empleo e inversiones. Los 86 le permitirían a Milei negociar mejor que hasta ahora, pero indefectiblemente deberá acordar porque ni con el mejor resultado logrará mayoría. En cambio, con menos diputados es más probable que las decisiones del Congreso impacten sobre el dólar, lo que puede llevar, como este año, a subir la tasa de interés para frenarlo lo que desalienta el crédito y frena consumo e inversión, a menos que los nuevos diputados y senadores aporten seriedad.

La democracia delegativa, donde los ciudadanos votan y dejan que los funcionarios se encarguen de todo, es negativa. Los gobernantes no tienen tanta sabiduría ni bondad como para dejarlos sin vigilancia. Pero al menos se vota periódicamente. Peor es la democracia expósita, cuando el pueblo ni se ocupa de votar. Sí, los votos permiten tomar decisiones, no encontrar la verdad, por eso en ocasiones el pueblo también se equivoca: las personas se equivocan y la suma de los errores individuales no constituye un acierto sino un error grande. Y sí, nuestras reglas políticas hacen complicada la vida cívica. Pero abandonarlo todo es peor.

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