Por Agustín Eugenio Acuña
Abogado - Doctor en Humanidades
Enrique Santiago Petracchi, juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación entre 1983 y 2014, en una vieja entrevista de 1988 que le hizo la revista Lecciones y Ensayos se refirió a la crítica de tal forma que sus palabras siempre las tengo en cuenta al tocar el tema. Sobre todo, en lo que hace al Poder Judicial.
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Según Petracchi, el ejercicio de la crítica era para “eliminar esos restos fósiles de autoritarismo que uno tiene y que a veces por sí mismo no los descubre”. Así, la actividad deviene esencial no solo en nuestro trabajo, sino en la vida misma. Con mayor razón en el Poder Judicial, que como poder está llamado a resolver las disputas entre los ciudadanos. El mismo juez, sin ningún tipo de pruritos ejemplifica la cuestión al contar cómo su pequeña hija lo llamó “pelotudo” y lo hizo darse cuenta de cómo había tomado un concepto, lo había grabado a fuego en su mente para luego reproducirlo acríticamente una y otra vez, sin darse cuenta de que el nuevo contexto lo hacía inaplicable.
Para el juez la crítica era esencial, pero lamentablemente, entendía que se podía decir que “no hay crítica de nada en la Argentina; tampoco hay crítica literaria, tampoco hay crítica de cine, tampoco hay crítica política en la Argentina, tampoco hay autocrítica. Es cierto. En general lo que hay es el halago, que es otra cosa; eso sí les sale fácil”. Duro, ¿no?
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El Poder Judicial, como los otros dos poderes de esta democracia republicana en la que vivimos está sometido al escrutinio público de la ciudadanía, que, sobra decirlo, permite con el pago de sus impuestos el funcionamiento del Estado. Por ende, todos aquellos que lo integran, como funcionarios públicos que son, se encuentran sometidos a la crítica de los ciudadanos, por más que alguna vez no les guste que estos los llamen “detestables” como recordé aquí.
Amén del republicanismo y de los controles ciudadanos o de la sociedad civil, son los abogados quienes tienen un rol fundamental en la crítica al Poder Judicial, pues, además, forma parte de su tarea diaria. Cada vez que un abogado presenta un recurso, critica al Poder Judicial, le hace notar sus errores e intenta convencer de la solución que propone como la más favorable a su cliente. Es un aspecto que muchas veces no nos llama la atención, pero a cada memorial de agravios se le exige que debe contener una “crítica concreta y razonada” de la sentencia. ¿Acaso eso no es más que una obra del circunstancial ser humano que ejerce la judicatura en el caso concreto? ¿Acaso no cuenta eso como crítica al Poder Judicial?
Otros que deberían criticar al Poder Judicial son los profesores de derecho, “la academia” aunque muy probablemente esta, por falta de gente que se dedique full time a ello, sea nada más que una colección de jueces que dan clase. Sí, también de abogados que dan clase.
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En este interrogante, Petracchi no se anda con vueltas pues aconsejaba hacerla “duramente, con la mayor dureza; para criticar hay que ser serio y demoledor. Si no, no hay crecimiento, ni desarrollo de las ideas, ni nada. Las cosas se mueren por inanición”.
Sin embargo, el juez acá hace una distinción, relacionada con los quiénes. Con un realismo brutal, entiende que no puede pedírsele a un abogado litigante que haga una crítica con esa dureza, pues posiblemente irrite al juez (con todas las consecuencias de enfrentar la irritación magistrada). ¿Y entonces? Pues carga la responsabilidad en los académicos, en los profesores, aquellos que dedican su vida a ello. ¿Cómo no va a criticar? Eso se pregunta Petracchi, pero claro, el tema es que son una rara avis los académicos en derecho que estarían en condiciones de hacer eso.
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Leo que se dice que la crítica al Poder Judicial es “demasiada y permanente”. Posiblemente sea cierto. Me animo a especular que quizás tenga algo que ver con los bajísimos índices de credibilidad que tenga la institución en cada estudio que se hace. Sin embargo, no quiero hacer leña del árbol caído (o, en todo caso, a medio caer), sino ver el vaso medio lleno sobre la cantidad y el tiempo de duración de la crítica.
Si hay crítica en cantidad, es porque por lo menos, a alguien le importa el tema. Si no importase, no habría crítica, pues nadie critica lo que no le importa, lo que le es indiferente. Entonces, el Poder Judicial todavía no ha caído en esa espantosa situación. Todavía le importa y no le es indiferente a la cantidad de gente que lo critica. Algo es algo, ¿no?
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En la entrevista, se le hace notar a Petracchi que lo que dice parece muy bonito, pero le muestra la contradicción: sus colegas se enojan con las críticas, reaccionan mal y llegan hasta iniciar procesos. La respuesta del supremo es genial: “Y ello qué importa, que se enojen, allá ellos, que tendrán que desenojarse o no”.
Realmente él añoraba las críticas duras, pues decía que nadie las hacía, por “falta de calentura”. Y sí, pues “donde no hay calentura no hay fecundidad en todos los órdenes de la vida, salvo la calentura del lacre, que es infecunda”. Defensor de la calentura el hombre, al preguntarse por lo que la provocaba, respondía sin dudarlo: “¡la crítica! Allí tiene uno que salir a contestar, a pensar”.
Si es de los que no se toman la crítica como una oportunidad para mejorar, revisar lo hecho, pensar, refutar y salir a contestar, definitivamente no funciona en modo Petracchi.
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Si la crítica a su majestad, la Justicia, es permanente y demasiada, pues el camino a seguir marcado por Petracchi es amplio, aunque trabajoso: hay que pensar y salir a contestar. ¡Bienvenida la crítica, creadora de la oportunidad y la calentura, motor candente que evita la inanición de las cosas!


















