Por Carlos Páez de la Torre H
19 Octubre 2011
Interesantes referencias sobre el departamento Burruyacu, hacia 1903, proporciona Faustino Velloso en sus memorias de 1950, tituladas "Sintetizando recuerdos". Había adquirido un campo de unas 3.000 hectáreas en esa zona, al que denominó "Monte Caseros". Según su evocación, por entonces "el paludismo azotaba la región, y la gente, aunque con una educación campesina que los hacía respetuosos de muchas de las costumbres cristianas, era casi en su totalidad analfabeta".
A juicio de Velloso, "Burruyacu debió ser uno de los últimos baluartes del criollo purísimo y de las costumbres más puras del criollo". Así lo atestiguaban, dice, tanto la música y los bailes autóctonos, como la existencia de buenos domadores y "chalanes".
Respecto a los domadores, narra que "habitaba en el pueblo cabecera del departamento un criollo, que entonces podía tener alrededor de 60 años; se llamaba Crisóstomo Gómez, era casi ciego y lo llamaban, de apodo, ?El Ciego Crisú?. Como expresión del ambiente, Crisú tenía el oficio de domador de potros y de mulas". Cuando domaba, "la única ventaja que pedía para cumplir su misión, era que le atajaran el potro cuando quisiera meterse al monte, muy tupido por cierto, y en donde él no vería casi nada. Temía que una rama lo dejara ciego del todo o lo matara".
Cuenta también Velloso que en Burruyacu había "chalanes", de los que ya quedaban muy pocos. Explicaba que tal era la denominación "del domador más paciente y sabio, que le enseñaba a la cabalgadura una determinada forma de marchar". En la zona pampeana, los "chalanes" eran "por entonces desconocidos", afirma.
A juicio de Velloso, "Burruyacu debió ser uno de los últimos baluartes del criollo purísimo y de las costumbres más puras del criollo". Así lo atestiguaban, dice, tanto la música y los bailes autóctonos, como la existencia de buenos domadores y "chalanes".
Respecto a los domadores, narra que "habitaba en el pueblo cabecera del departamento un criollo, que entonces podía tener alrededor de 60 años; se llamaba Crisóstomo Gómez, era casi ciego y lo llamaban, de apodo, ?El Ciego Crisú?. Como expresión del ambiente, Crisú tenía el oficio de domador de potros y de mulas". Cuando domaba, "la única ventaja que pedía para cumplir su misión, era que le atajaran el potro cuando quisiera meterse al monte, muy tupido por cierto, y en donde él no vería casi nada. Temía que una rama lo dejara ciego del todo o lo matara".
Cuenta también Velloso que en Burruyacu había "chalanes", de los que ya quedaban muy pocos. Explicaba que tal era la denominación "del domador más paciente y sabio, que le enseñaba a la cabalgadura una determinada forma de marchar". En la zona pampeana, los "chalanes" eran "por entonces desconocidos", afirma.




















