Un durísimo golpe al pueblo... y a los bolsillos

Además de perder sus fuentes laborales cuando cerró el ingenio en 1966, los trabajadores sufrieron recortes en las indemnizaciones. Video.

RESTOS. Aunque el ingenio ya había cerrado las maquinarias se encontraban en el interior de la fábrica. Después todo desapareció. LA GACETA / ARCHIVO RESTOS. Aunque el ingenio ya había cerrado las maquinarias se encontraban en el interior de la fábrica. Después todo desapareció. LA GACETA / ARCHIVO
Aristóteles estaba convencido de que nuestro carácter es el resultado de nuestra conducta. El concepto del filósofo griego -vivió entre los años 384 y 322 antes de Cristo- bien puede aplicarse al comportamiento y a la unidad demostrada por los trabajadores y los pobladores del ex ingenio Los Ralos. No sólo cuando el cierre de la fábrica azucarera comenzaba a plasmarse en 1966 sino también a todas las luchas que protagonizaron después. Cada vez que deben defender sus derechos o sus fuentes de trabajo, la convocatoria es espontánea y solidaria. Así son ellos: sufridos, vapuleados y dignos.

Emporio agrícola

Lo cierto es que Los Ralos, por años, fue un emporio agrícola. La caña de azúcar brotaba como yuyo en sus llanos. Y aún la siguen cultivando, aunque ahora la comercializan a otros ingenios (como Concepción y Florida, entre otros). Pero cuando el dictador Juan Carlos Onganía decretó el cierre masivo de fábricas azucareras en Tucumán provocó un cataclismo social y económico. La cruenta decisión, adoptada con la falsa excusa de diversificar la producción, instaló el hambre, la desocupación y la pobreza en las poblaciones cuyos ingenios bajaron las persianas.

"Aunque a la mayoría de las fábricas azucareras cerradas no las dejaron moler, en Los Ralos hubo zafra en 1966. Pero eso no nos libró de los avatares que después padecimos y afrontamos. Aunque gracias a esas luchas este pueblo logró sobrevivir", le dijo a LA GACETA, Juan Francisco Cabrera (75 años) mientras evocaba aquellas épocas.

Gremialistas de fuste

"En ese tiempo había dirigentes gremiales de fuste, como Benito Romano, que comenzó a militar en el sindicalismo a los 17 años como delegado del ingenio Esperanza, en 1945. Creo que en el 55, cuando se produjo la Revolución Libertadora, era protesorero de la Fotia. A causa de eso debió exiliarse en Bolivia. Regresó en 1959 para ser electo secretario general de la Fotia", continuó con su relato el ahora encargado de la vieja textil raleña.

Bernardo Villalba, Leandro Forte, Simón Campos (del Santa Rosa) fueron otros sindicalistas que apoyaron a Los Ralos. Según Cabrera, a pesar de las diferencias de colores políticos coincidían en los objetivos de lucha y de reivindicación.

"Lo cierto es que Ricardo Brandán, delegado del ingenio, fue llamados por el ministro de Economía de Onganía, Jorge Salimei, para sondearlo respecto de lo que podía ocurrir si se concretaba el cierre del ingenio. La respuesta de Brandán -aunque quedó en consultar a las bases- fue que de inmediato debían indemnizar a todos los trabajadores de la fábrica".

Por entonces, y de acuerdo con testimonios de ex operarios, la mayoría de quienes trabajaban en Los Ralos tenían como mínimo 15 años de antigüedad. Pero Onganía ya había pactado con los industriales azucareros la modificación de la Ley de Trabajo. El instrumento legal que el ex presidente Arturo Illia había promulgado en 1964 disponía que por cada año de antigüedad se reconociera para la indemnización un mes de sueldo. Las cosas salieron de manera muy distinta.

Una trampa

"Si mal no recuerdo los empleados ganaban $40.000 por mes. Onganía dispuso, por medio de otro decreto, que sólo se reconocieran $2.500 mensuales. Pero esto no lo sabían los trabajadores. Por eso cuando Brandán informó a las bases sobre el cierre y la indemnización muchos se ilusionaron. Claro, algunos iban a percibir cerca de $700.000 y otros hasta un millón de pesos. Pero no ocurrió así", enfatizó Cabrera, identificado con la defensa de los derechos laborales de los raleños.

"Unas 2.000 personas quedaron en la calle cuando dejó de funcionar el ingenio. La población, que en épocas de cosecha ascendía a 13.000 habitantes, se redujo y hubo un éxodo masivo. Cabe recordar que de esta instalación fabril dependían las posibilidades de trabajo de una voluminosa mano de obra no calificada que trabajaba en los cercos, en labores como cortado, pelado y carga de caña. Si bien eran trabajadores temporarios, provenían de zonas aledañas como Los Pereyra, Gobernador Piedrabuena, Finca Mayo, entre otras, y de la vecina Santiago del Estero", detalló Valentín Albarracín.

"El Operativo Tucumán no absorbió a todos los desocupados. Y la población estable se redujo a 7.000 personas. La fábrica fue desmantelada y los predios rurales fueron vendidos, en su mayor parye al ingenio Concepción", agregó el archivista raleño.

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