La mansión de los espíritus ilustres

La vivienda que habitó la legendaria escritora Victoria Ocampo es hoy un museo que asombra no sólo por sus tesoros, sino también por su historia.

EL MUSEO. La maravillosa Villa Ocampo conserva el esplendor de sus inicios e incluso mantiene el jardín que fue concebido por la misma Victoria. RICHARDGWYN.WORDPRESS.COM EL MUSEO. La maravillosa Villa Ocampo conserva el esplendor de sus inicios e incluso mantiene el jardín que fue concebido por la misma Victoria. RICHARDGWYN.WORDPRESS.COM
Hubo un tiempo distinto. Un tiempo en el que una casona victoriana de San Isidro (Buenos Aires) era la sede de un proyecto cultural sin precedentes en América Latina. Habitada por una de las mujeres más lúcidas del siglo XX, la espléndida propiedad convocaba a las personalidades más emblemáticas de la cultura mundial. En sus salones se escribían y recitaban poemas, se debatían los temas más candentes y se bailaban valses de Igor Stravinsky tocados por el mismo compositor. Escritores como Rabindranath Tagore, Graham Greene, Albert Camus, Jorge Luis Borges, Gabriela Mistral o Federico García Lorca se paseaban por los jardines mientras su activa dueña concebía los proyectos más asombrosos. Ni siquiera el glamour le era esquivo. En los años 50, por ejemplo, Vivien Leigh (la actriz de "Lo que el viento se llevó") se alojó en la casa y dicen que Victoria le cedió su propia habitación, para que ella pueda sentirse como Scarlett O'Hara en Tara.

Hoy, la casa que perteneció a la escritora Victoria Ocampo es un museo administrado por la Unesco que mantiene intactos no sólo el mobiliario sino también el espíritu de su dueña. Por invitación de Destino Argentina y del Ente de Turismo de Buenos Aires LA GACETA realizó una recorrida por la imponente propiedad y revivió algunos de los pasajes más destacados de la vida de la fundadora de la revista "Sur", de la que se cumplieron el sábado 122 años de su nacimiento.

El jardín fragante
Construída en 1891 por el padre de Victoria, la casa tiene un estilo indefinible, mezcla de gran chalet y de mansión victoriana, con influencias de diversas épocas y regiones europeas. La imponencia abruma apenas uno traspasa el portón de la villa. El inmenso parque que rodea la propiedad quita el aliento, no sólo por su trazado, sino también por su cuidado despojo. Enamoradas del muro, eucaliptus, magnolias, un cedrón (que se utilizaba para preparar el té de una de las hermanas de Victoria, Angélica Ocampo), jazmines del cabo y, lo que era el orgullo de la escritora, una gardenia thumbergia de flores fragantes, son sus principales adornos. Cuentan que cuando Victoria aún no se había mudado a la Villa y vivía en su departamento de Buenos Aires, solía cortar las thumbergias del jardín en grandes cantidades, les ponía algodón húmedo en los tallos, y las envolvía para llevar. "Llegaba, triunfalmente, con esa carga a nuestra casa. Enseguida los cuartos olían a jardín", escribió en su autobiografía.

En el centro del parque, una fuente circular, en eje con la escalera de entrada, arroja agua con la displicencia de quien duerme una siesta eterna. "La veo paseando por el jardín con la mirada puesta en el río distante, regalándome un jazmín del Cabo, conversando con Julián Marías, con Roger Caillois, con Graham Greene, con Vivian Leigh.... La veo entre plantas: se mueve entre magnolias y libros, en medio de la inteligencia, con la soltura que da el hábito", escribió Alicia Jurado, fallecida el año pasado.

Tras la muerte de su padre, Victoria heredó Villa Ocampo y se dedicó a renovarla. Eliminó la cancha de tenis y cambió el polvo de ladrillo por grava molida gruesa. Plantó especies autóctonas, privilegiando las flores blancas, los frutales y los olores. Las flores eran su orgullo. "¿Usted vio algo así en algún otro jardín?", le preguntaba la escritora a los visitantes. Dicen que nadie se atrevía a contradecirla. Hoy, el jardín es cuidado meticulosamente por un paisajista que se encarga de mantenerlo tal y como lo quería la escritora más polémica y reconocida de la Argentina.

La mansión que en un principio fue la casa de vacaciones de la familia y luego pasó a ser la quinta de fin de semana, terminó convirtiéndose en la residencia estable de Victoria hacia la década del 40. Una guía de la Unesco es la encargada de develar los asombrosos tesoros de la propiedad.

Además de escritores, invitados por Victoria, pasaron por Villa Ocampo personalidades culturales del mundo entero, tales como Stravinsky -quien compuso una obra para Victoria y la estrenó en ese mismo lugar-, Ortega y Gasset y Roger Caillois -que vivió años en nuestro país y dirigió la importante colección "La croix du Sur de Gallimard"-, entre otros.

Cuentan que en esa mansión, Victoria (llamada "la reina de las letras de Latinoamérica") solía desayunar con Caillois (con el que, en realidad, compartió algo más que desayunos), a la sombra de una gardenia inmensa. También le gustaba tomar el té con Coco Chanel o ver despuntar la madrugada a Virginia Woolf. Y esas actividades están expresadas en fotos dispersas por toda la casa. Una de ellas la muestra sentada en el césped del jardín junto a Tagore.

La donación
El comedor afrancesado fue escenario de innumerables tertulias y la sala de música conserva el piano de media cola en el que Stravisnky solía tocar sus composiciones. Pero es en la biblioteca donde el espíritu de Victoria parece habitar. Compuesta por casi 12.000 volúmenes, la sala en la que Victoria escribió buena parte de su obra es una suerte de recinto sagrado adornado sólo con libros y un par de cuadros. Al entrar en la habitación uno casi puede sentir la presencia de Victoria.

Previsora y conocedora en carne propia de los peligrosos vaivenes políticos argentinos -pues sufrió una fugaz e insólita prisión durante el segundo gobierno de Perón-, Victoria donó esa casa y Villa Victoria (la propiedad ubicada en Mar del Plata) a la Unesco. Hoy es posible no sólo admirar los objetos y libros que atesoró la escritora, sino también tomar el té en uno de los fragantes patios, recorrer el parque y hasta comprar los libros que editó "Sur" y que quedaron como remanentes. La enorme mansión está repleta de espíritus que aún nos siguen hablando.

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