Por Teresita Carabajal
17 Junio 2012
LA GACETA / FOTO DE FRANCO VERA
Sur de la ciudad, a poco más de 20 cuadras de la plaza Independencia. En el CAC N° 10 (municipal) de Villa de Amalia -calle de tierra- unas quince mamás con sus hijos en brazos esperan el control del pediatra. Entre ellos se encuentra un matrimonio joven que vive cerca del centro médico, en Eudoro Aráoz al 500. En brazos de su papá Daniel Antonio Figueroa, carraspea una beba de pocos meses. Tiene dificultades para respirar, y le colocaron una cánula de traqueotomía, debido a que padece una patologia congénita llamada laringomalasia, por la cual fue operada a pocas horas de nacer. "Se llama Soledad, tiene 5 meses y al tercer mes se desnutrió; sufre de desnutrición de 1° grado", responde el padre ante la pregunta de LA GACETA, al observar el aparato pegado a su minúscula garganta. Los ojos de la mamá, Daniela, se llenan de lágrimas, acostumbrados a entristecerse desde que nació la niña y quedó internada por tres meses en la Maternidad.
El padre es desocupado, pero hace changas "de lo que venga". Y la madre cobra la Asignación Universal por Hijo, de $260 mensuales. "No tenemos ningún otro plan social ni posibilidad de mejorar", se lamentan. "Nuestra casita es muy precaria, se le cuela el frío por todas partes; es muy húmeda, con techo de chapas y la pieza donde duerme la bebé está sin puertas; es que los médicos que la operaron nos dijeron que teníamos que darle a la bebé un ambiente limpio y sin humedad", expresa la madre. Antonio no sabe leer ni escribir, y su pareja apenas supera el analfabetismo. "No queremos que nuestra hija se nos muera", suplican.
En el consultorio, el médico Eduardo Gómez Ponce controla a la pequeña y los padres le plantean el problema que implica adquirir en el Hospital de Niños los elementos de aspiración e higiene de la traqueotomía, como les indicaron hacer los médicos, cuatro veces al día: guantes descartables, gasa, sondas y solución fisiológica. "Estos elementos deberían llegar a los centros de atención primaria para el acceso directo a las familias que los necesitan y evitar que deambulen con el niño a cuestas", dijo el pediatra.
En el CAC de Villa Amalia se registran 72 casos de desnutrición aguda y otros tantos de tipo crónica, más los casos observados en niños mayores de 6 años. "Aproximadamente tenemos 200 chicos en riesgo, de bajo peso y con desnutrición, todos con sus historias clínicas registradas en las planillas que paso al Siprosa; no hay suposiciones", aclara. En una de esas planillas figura el nombre de Fabricio (6), que al año y medio de haber nacido ya tenía desnutrición crónica con una patología de base: atresia de esófago (falta de desarrollo del esófago). Para una talla de 96 cm, el pequeño tiene un peso de 10 kilos con 600 gramos, por lo que su situación fue calificada como "desnutrición de tercer grado, de tipo marasmática (piel y hueso; desapareció la capa de grasa), además de atrofia muscular. "El crecimiento del niño va a ser limitado -dice el médico- y la recuperación de peso está vinculada a la estimulación física y cognitiva.
Gómez Ponce explica que dentro de los tres años de vida, el desarrollo cognitivo está relacionado con la ingesta de micronutrientes (vitaminas y minerales) y macronutrientes (hidratos de carbono, grasas y principalmente proteínas); y la falta de esta afecta el cerebro.
Abandono socio-sanitario
Fabricio nació en 2006; supuestamente, un período de mayor distribución de la riqueza, con aplicación de planes y programas nacionales. Sin embargo, es uno de los cientos de casos que no figuraban en el sistema de salud ni en el sistema educativo, al ser rechazado por una escuela pública para cursar el jardín de infantes el año pasado, y este año el primer grado, debido a su problema de desarrollo.
"Yo lo recibí el 26 de mayo en estado de shock e hice la denuncia por abandono socio-sanitario extremo", aclara Gómez Ponce.
LA GACETA consulta a la madre del pequeño, Yessica Vallejos, por el planteo del pediatra ante las autoridades del médico.Vive en situación de extrema pobreza, en Olleros al 500 (Villa Amalia) y duermen, ella y su hijito, en una cama de una plaza. Asegura que no es beneficiaria de ningún plan social, ni recibe la tarjeta del Programa Focalizado Nutricional Nacional; sólo mercadería y leche todos los días, desde que se difundió el problema de su hijo. "La legisladora Beatriz Avila, me ayuda ahora, ampliando la pieza y haciendo un bañito", afirma, con el rostro entusiasmado. Y pide otra cama y colchas para que el niño "esté más cómodo y no tenga frío".
El padre es desocupado, pero hace changas "de lo que venga". Y la madre cobra la Asignación Universal por Hijo, de $260 mensuales. "No tenemos ningún otro plan social ni posibilidad de mejorar", se lamentan. "Nuestra casita es muy precaria, se le cuela el frío por todas partes; es muy húmeda, con techo de chapas y la pieza donde duerme la bebé está sin puertas; es que los médicos que la operaron nos dijeron que teníamos que darle a la bebé un ambiente limpio y sin humedad", expresa la madre. Antonio no sabe leer ni escribir, y su pareja apenas supera el analfabetismo. "No queremos que nuestra hija se nos muera", suplican.
En el consultorio, el médico Eduardo Gómez Ponce controla a la pequeña y los padres le plantean el problema que implica adquirir en el Hospital de Niños los elementos de aspiración e higiene de la traqueotomía, como les indicaron hacer los médicos, cuatro veces al día: guantes descartables, gasa, sondas y solución fisiológica. "Estos elementos deberían llegar a los centros de atención primaria para el acceso directo a las familias que los necesitan y evitar que deambulen con el niño a cuestas", dijo el pediatra.
En el CAC de Villa Amalia se registran 72 casos de desnutrición aguda y otros tantos de tipo crónica, más los casos observados en niños mayores de 6 años. "Aproximadamente tenemos 200 chicos en riesgo, de bajo peso y con desnutrición, todos con sus historias clínicas registradas en las planillas que paso al Siprosa; no hay suposiciones", aclara. En una de esas planillas figura el nombre de Fabricio (6), que al año y medio de haber nacido ya tenía desnutrición crónica con una patología de base: atresia de esófago (falta de desarrollo del esófago). Para una talla de 96 cm, el pequeño tiene un peso de 10 kilos con 600 gramos, por lo que su situación fue calificada como "desnutrición de tercer grado, de tipo marasmática (piel y hueso; desapareció la capa de grasa), además de atrofia muscular. "El crecimiento del niño va a ser limitado -dice el médico- y la recuperación de peso está vinculada a la estimulación física y cognitiva.
Gómez Ponce explica que dentro de los tres años de vida, el desarrollo cognitivo está relacionado con la ingesta de micronutrientes (vitaminas y minerales) y macronutrientes (hidratos de carbono, grasas y principalmente proteínas); y la falta de esta afecta el cerebro.
Abandono socio-sanitario
Fabricio nació en 2006; supuestamente, un período de mayor distribución de la riqueza, con aplicación de planes y programas nacionales. Sin embargo, es uno de los cientos de casos que no figuraban en el sistema de salud ni en el sistema educativo, al ser rechazado por una escuela pública para cursar el jardín de infantes el año pasado, y este año el primer grado, debido a su problema de desarrollo.
"Yo lo recibí el 26 de mayo en estado de shock e hice la denuncia por abandono socio-sanitario extremo", aclara Gómez Ponce.
LA GACETA consulta a la madre del pequeño, Yessica Vallejos, por el planteo del pediatra ante las autoridades del médico.Vive en situación de extrema pobreza, en Olleros al 500 (Villa Amalia) y duermen, ella y su hijito, en una cama de una plaza. Asegura que no es beneficiaria de ningún plan social, ni recibe la tarjeta del Programa Focalizado Nutricional Nacional; sólo mercadería y leche todos los días, desde que se difundió el problema de su hijo. "La legisladora Beatriz Avila, me ayuda ahora, ampliando la pieza y haciendo un bañito", afirma, con el rostro entusiasmado. Y pide otra cama y colchas para que el niño "esté más cómodo y no tenga frío".
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