"Nos falta ser más humildes y menos ególatras: el médico no es Dios..."

El cordobés Andrés Carot integra Médicos sin Fronteras. En la UNT dio una charla y luego habló con LA GACETA de cuánto cambió su vida haber alcanzado una visión universal del mundo real.

TERREMOTO EN HAITÍ. Entre basurales putrefactos y aguas servidas los Médicos sin Fronteras se movilizaron para salvar a las víctimas del desastre. LA GACETA / FOTO DE FRANCO VERA TERREMOTO EN HAITÍ. Entre basurales putrefactos y aguas servidas los Médicos sin Fronteras se movilizaron para salvar a las víctimas del desastre. LA GACETA / FOTO DE FRANCO VERA

Las Facultades y escuelas de Medicina del país están en pleno proceso de cambio curricular. "Queremos formar docentes y médicos más humanizados y comprometidos

con la realidad social", reiteró el decano de Medicina de la UNT, Mateo Martínez. Con ese propósito fue invitado un miembro de Médicos sin Fronteras (MSF): el cirujano cordobés Andrés Carot, de 34 años. Él habló de sus experiencias, del trabajo humanitario que realiza la organización y del programa de reclutamiento de especialistas. Docentes y alumnos colmaron el aula Juan Dalma y aplaudieron de pie a Carot. El médico compartió luego una charla con LA GACETA.

- ¿Qué te llevó a ingresar en MSF?

- Primero, la educación que recibí en casa. Somos una familia numerosa. Salvo el amor y la libertad, jamás nos sobró nada. Además, mi madre es una mujer comprometida con la realidad social. Cuando estuve en segundo año de Medicina colaboré con una ONG pequeña: "La Luciérnaga", de Córdoba, que trabaja con niños de la calle, con los limpiavidrios. El contacto con personas excluidas del sistema me sensibilizó y decidí ejercer mi profesión en poblaciones en situación precaria: con víctimas de catástrofes y de conflictos armados. Y comencé los trámites para enrolarme en las filas de MSF.

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- ¿Te fue fácil ingresar?

- Nada fácil, porque no sabía inglés. Estudié dos años y así pude aprobar las tres entrevistas en ese idioma. ¡Guau! Cuando entré me pareció tocar el cielo con las manos...

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- ¿En qué lugares te tocó actuar?

- En Nigeria durante la epidemia de meningitis. Luego en Haití, después del terremoto; en Yemen, al sur (conflicto armado), al norte de Somalia, en Afganistán y en la India. En diciembre iré a Siria para asistir a las víctimas del conflicto armado.

- ¿Qué sentiste en tu primera misión humanitaria?

- Salí con la mochila a salvar el mundo, pero cuando llegué a Nigeria y vi que la gente se moría a centenares quería tirar todo... Es que en un desastre todo parece insalvable. La realidad supera ampliamente la ficción. Aprendí a despojarme de prejuicios, a compartir... En Nigeria la gente se moría por meningitis y muchas otras causas. Me impactó ver la cantidad de niños descalzos que llevaban en la cabeza bultos, baldes, ollas con alimentos y otros productos que vendían para ayudar a su familia. Uno aprende a sobreponerse en situaciones límites, a manejar el estrés, a aceptar que no vamos a cambiar el mundo, pero valoramos cada una de nuestras acciones, que de a poco se van multiplicando y salvando vidas. Siempre digo que es mucho más lo que me traigo que lo que dejo en cada misión.

- ¿Cuál es el perfil de los profesionales de MSF? ¿Qué tienen en común?

- Salvo la vocación de servicio, la solidaridad y el amor hacia el otro, todos somos diferentes. Eso sí, trabajamos unidos, en forma horizontal: por el paciente y su realidad, luchamos por la dignidad del ser humano, respetamos sus costumbres, su culto y su cultura. Trabajamos sin distinción de jerarquía o especialidad: el cirujano, el de logística, el ingeniero o la enfermera ganan igual: 900 euros mensuales. Parece poco, pero nos enseña a vivir en forma austera.

- Experimentan un gran cambio...

- Yo diría un cambio radical y positivo. Después de participar en varias misiones uno aprende a valorar un techo, un plato de comida, la familia, la salud, las pequeñas cosas, la vida misma. Todo lo que recibimos después son regalos. El disfrute no es el convencional; viene por otro lado...

- ¿Los médicos argentinos salen preparados para actuar en desastres?

- Las universidades argentinas y la práctica hospitalaria nos preparan para dar respuesta a una realidad que no es la más necesitada. Deberían formarnos con un espíritu universal: no hay otra profesión más carnal y universal que la del médico. Cuando ingresé a MSF había hecho cirugía general, tenía conocimiento de cirugía de cabeza y cuello, pero no sabía manejar un parto ni hacer una cesárea, o cómo fijar una fractura expuesta. En el terreno fui aprendiendo cosas básicas. Ante los hechos uno piensa: "si en la Facultad nos hubieran machacado con esto, si en el hospital me hubiese fogueado en tal o cual práctica, otro sería mi desempeño..." Este es el gran problema que hay no solo en MSF sino en la ayuda médica internacional. La falla en la formación médica no es solo de Argentina o de Latinoamérica sino también de los países del primer mundo. Los cirujanos salen capacitados en cirugía laparoscópica pero no saben abrir una panza. Y en el terreno uno tiene que abrir una panza, hacer cirugías básicas (y de alta calidad) con recursos mínimos y primarios, muchas veces sin rayos X ni ecógrafos.

- ¿Apelan a la exhaustiva auscultación?

- ¡Por supuesto! Tenemos que poner en práctica la anamnesis (preguntas que le hace el médico al paciente para obtener datos que lo ayuden a hacer el diagnóstico y a tratarlo) y agudizar muchísimo el examen clínico y la clínica quirúrgica. Uno tiene que dejar el ego afuera y abrir de vuelta el libro de semiología para ver los dibujos que indican cómo hacer un correcto examen clínico del enfermo. Gracias a la tecnología podemos llamar por teléfono a los especialistas para pedirles su opinión.

-Después de estas experiencias, ¿qué les falta en la formación como médico?

- Siempre digo que uno toma los estudios universitarios según cómo haya sido formado en el hogar. Tuve profesores muy humanos que nos despertaron la vocación de servicio y otros que enfocaron más el aspecto científico y nos alertaron a tomar recaudos para evitar los juicios por mala praxis. Nos falta ser más humildes y menos ególatras. El médico no es Dios. En el terreno cometemos errores y aciertos, como en todas partes del mundo, salvamos vidas y otras se nos mueren. Nuestra profesión es como la vida misma: enfrentamos situaciones imprevisibles e impredecibles. Nos arriesgamos en cada acto médico: con decisiones correctas o incorrectas, pero en cada acción evaluamos siempre la relación costo-beneficio. Tenemos que ser humildes: preguntar y repreguntar lo que no sabemos, hacer interconsultas, actuar en equipo y respetar siempre la decisión del paciente o de la familia.

-¿Qué consejo les darías a los que quieren ingresar en MSF?

- Que tengan muchas ganas de aprender de sí mismos y de los demás, que no tengan miedo y se arriesguen. Las experiencias en un contexto diferente del nuestro dan una visión más real del mundo en que vivimos, muy distinto al micromundo que nos rodea.

-¿Y a los que trabajan en el país?

- Me saco el sombrero ante los que trabajan en hospitales públicos con sueldos que muchas veces no son acordes con sus funciones. Deben seguir luchando por la atención de calidad, humanitaria y sin costo. Nuestra gente lo necesita.

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