"Es un sueño", fueron las pocas palabras que salieron de la boca de Ramiro Leone luego de haber logrado una hazaña deportiva. Varios tucumanos se emocionaron cuando lo descubrieron festejando en El Campín de Bogotá la clasificación de Tigre, su equipo, a la final de la Copa Sudamericana.
El volante llegó a San Martín en 2007. Formó parte de ese equipo que logró el ascenso a Primera. En la máxima categoría, el volante fue uno de los futbolistas más regulares que tuvo el "santo" en ese certamen. Su puesto natural fue de volante por izquierda, pero el técnico Carlos Roldán le dio varias veces la responsabilidad de ser el conductor del equipo.
En 2009, en silencio, armó sus valijas y se marchó a Tigre. Diego Cagna, el técnico que lo pidió, lo transformó en una pieza clave. Después llegó Rodolfo Arruabarrena y su función y utilidad dentro del equipo, no cambió, ni siquiera en el equipo que se salvó del descenso acariciando la conquista del título.
Con la llegada de Néstor Gorosito su suerte pareció cambiar. Con el correr de los partidos se fue ganando la confianza y volvió a ser un hombre indispensable dentro de la estructura. Anoche dejó el alma en el duelo contra Millonarios. Tanto esfuerzo valió la pena, ya que Tigre ahora enfrentará a San Pablo en la final de la Copa Sudamericana.
Antes de jugar en Colombia, Leone dejó en claro su manera de pensar. "La Copa no me sirve de consuelo. Mi día a día es el campeonato", aseguró. La racha de 15 partidos sin ganar en el torneo doméstico no le genera buenos recuerdos al ex San Martín. "En aquellos momentos también pensábamos en la próxima sumamos y así nos fue. Hay que cortar esta racha cuanto antes", se fijó como meta un luchador como pocos. LA GACETA ©