A los 40, el Ovni se recicla como hotel familiar

Irma Abraham, el ícono de los "telos" tucumanos, explica por qué decidió cambiar de rubro. "Sólo sobrevivirán los moteles que logren modernizarse".

PREPARADA PARA EL AMOR. La Princesita es la habitación premium del Ovni: tiene cama con dosel, sillones, jacuzzi y una ducha escocesa. PREPARADA PARA EL AMOR. "La Princesita" es la habitación premium del Ovni: tiene cama con dosel, sillones, jacuzzi y una ducha escocesa.
27 Enero 2013
La cita es en su casa. Cuando llegamos, a las 9.30, está durmiendo. Su empleada nos hace pasar al comedor. Las paredes, los adornos, los espejos... todo tiene que ver con su vida: los hoteles alojamientos. De hecho, su vivienda está ubicada al fondo de su primer motel, el Ovni, en El Manantial. Y ahí aparece ella, Irma Abraham, el ícono de los "telos" tucumanos. Tiene 85 años. Está lúcida. Sonríe. Sus lentes grandes, como de costumbre.

La "Turca" , como la conocen todos, es dueña y administradora de los moteles Ovni, Halley y Sideral. El primeros de ellos, uno de los pioneros en la provincia, está a punto de cumplir 40 años. Y cerrará pronto. Mejor dicho, tomará el mismo rumbo que siguen muchos "telos" a nivel nacional: se reciclan como hoteles familiares.

Los motivos de la transformación son muchos, dice Irma. Están los altos impuestos, "cada vez más difícil de afrontar". Y hay más: en la actualidad, no es algo tan redituable como hace algunos años, remarca. Es escéptica: "los moteles, así como está la mayoría, van a desaparecer". Sólo sobrevivirán los que logren hipermodernizarse, añade.

A su entender, en el futuro la gente irá a cualquier hotel para tener relaciones sexuales. "Han cambiado mucho las costumbres. Antes había más prejuicios y más pudor. Ya nadie se escandaliza por ver salir o entrar del motel a una mujer. Antes, ellas se escondían; ahora salen del 'telo' y esperan que las aplaudan", compara la empresaria.

Que no pierdan la esencia
Según Irma, con el tiempo, la actividad de los "muebles" fue saliendo de la clandestinidad e incorporándose con naturalidad en la vida cotidiana. Pero cree que eso no es del todo bueno. "Cuando pierdan su esencia, esa sensación de estar de trampa por más que sean parejas estables, ya esto no tendrán sentido", opina. Abraham no da vueltas cuando recibe las preguntas. Y responde sin anestesia. Admite que se vio atraída por la industria del sexo porque era lo más redituable en esa época, hace cuatro décadas. "Yo pretendía hacer algo distinto. Hasta entonces, los hoteles que había eran de muy bajo nivel. La idea era volar alto, poner sábanas y toallas de primer nivel. Yo quería algo distinto, que priorizara la higiene y la privacidad de los clientes, que tuviera agua caliente, bañadera y buenos toallones. Tardé 20 años en terminar este hotel", comenta Irma, que es hija de inmigrantes árabes y se crió en un conventillo. Se casó dos veces y tuvo una tercera pareja. Crió a 10 niños, aunque nunca pudo tener hijos en forma natural.

Reconoce que está muy cansada. No ha tenido, qué duda cabe, una vida sosegada: no hay forma de tenerla si durante 40 años se ha dedicado al negocio de la noche. La "Turca" es uno de esos personajes polémicos que completan pocos casilleros del formulario de la ética. Pero le importa muy poco. "¿A qué otra cosa me podía dedicar yo, que no tenía estudios, pero tampoco había nacido para ser sirvienta o prostituta?", plantea.

En estas cuatro décadas, tuvo que aprender a modernizarse. "Recuerdo que me resistía a poner películas porno, pero tuve que traerlas porque la gente la demandaba. También fui pionera en incorporar el jacuzzi y el kamasutra. Con esto último tuvimos una mala experiencia: un hombre grande, habrá tenido 90 años, casi se nos muere de un paro cardíaco, así que decidimos sacar ese servicio", confiesa.

Igualmente, sobran las historias de hombres y mujeres que murieron en sus moteles. "Esto es como la vida misma, así que es lógico que la gente también se pueda morir acá. Eso sí, siempre eduqué a mis empleados para que no escondan nada y llamen a la policía antes de tocar cualquier cosa. Y defendí a quienes les tocó perder la vida acá. Luché para que no se dieran a publicidad estos hechos; no sabíamos si eran buenas o malas personas; tuvieron la mala suerte de terminar acá", recalca.

Los cambios
A sus moteles los define como lugares mágicos, mientras nos lleva a recorrer el mítico Ovni (bautizado con ese nombre por la forma que tiene el gran tanque de agua ubicado en las alturas del predio). "Si estas paredes hablaran...", sugiere la "Turca" antes de presentarnos a "La Princesita", la habitación más premium del hotel, toda tapizada y adornadas con telas de color rosado. Tiene jacuzzi, ducha escocesa y un patio interno.

Pronto desaparecerán las estatuas de mujeres desnudas, los sillones del "amor" y otros "adornos del sexo" que pueblan el Ovni. Esos muebles serán reemplazados por moisés, cunas y cuchetas. Sí se conservarán los jacuzzi. El cambio será probablemente este año, anuncia Irma. "Se llamará el Gran Hotel de la Familia de El Manantial", destaca. Habrá un gran comedor adonde se servirá el desayuno americano y, en la planta alta, un piano bar. Ya no habrá hule bajo las sábanas, luces de colores y "olor a telo". Sólo el recuerdo de algunos adultos evocará sus tiempos de refugio erótico.

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