Por Gustavo Rodríguez
12 Marzo 2013
ESCENA REPETIDA. Simpatizantes de Nueva Chicago se enfrentan con los uniformados.
Hoy, cerca de las 19, se reunirá el Comité Ejecutivo de AFA. No será un encuentro más. Tratarán de encontrarle una solución a la escalada de violencia que tiñe de sangre las crónicas deportivas. Y empezaron mal, ya que la única medida anunciada es imponer la veda de hinchadas visitantes en Primera. Otro parche más y van...
El sistema en cuestión no es nuevo. Se lo implementó en 2007 en todas las categorías del ascenso. En 2011 se la levantó en la B Nacional y aún rige en la Primera B, C y D. Esa táctica no pacificó para nada las canchas de esas categorías y hasta ahora se siguen registrando incidentes.
Las redes sociales fueron un termómetro de las reacciones de los hinchas. Ellos, que conocen bien cómo se sufre por la inseguridad en las canchas, explotaron de la bronca primero y después se rieron de la noticia.
Y los números son los principales aliados de los simpatizantes. Desde enero de 2011 hasta nuestros días, por la violencia en el fútbol murieron 16 personas, 12 de ellas fueron en enfrentamientos entre los mismos hinchas. Julio Grondona, presidente de AFA no puede obviar este dato. En realidad no lo quieren ver porque fueron ellos los que permitieron que el cáncer avanzara en el fútbol nacional.
Saben que los barras se están disputando a balazos limpios el negocio que, gracias al aporte del Fútbol Para Todos, es cada vez más redituable. Mandar en la tribuna, por lo menos, asegura ingresos por las ventas de entradas que entregan los dirigentes: el cobro del estacionamiento en las inmediaciones de los estadios; protección del choripanero al comerciante del barrio: venta de la ropa oficial que donan los jugadores; el manejo de las cantinas o la comercialización de bebidas en las tribunas y los viajes, entre otros items.
Y justamente allí debe apuntar Don Julio. Cuando decida acabar con los negocios que crecieron en los últimos tiempos puede ser que se acabe la violencia. El contexto también es histórico. Nunca antes la AFA tuvo tan buena relación con el Gobierno. Allí puede encontrar el apoyo necesario para combatir este flagelo. Claro que primero debe asumir la gravedad del caso y después cortar todos los lazos que une a los barras con el poder político.
El sistema en cuestión no es nuevo. Se lo implementó en 2007 en todas las categorías del ascenso. En 2011 se la levantó en la B Nacional y aún rige en la Primera B, C y D. Esa táctica no pacificó para nada las canchas de esas categorías y hasta ahora se siguen registrando incidentes.
Las redes sociales fueron un termómetro de las reacciones de los hinchas. Ellos, que conocen bien cómo se sufre por la inseguridad en las canchas, explotaron de la bronca primero y después se rieron de la noticia.
Y los números son los principales aliados de los simpatizantes. Desde enero de 2011 hasta nuestros días, por la violencia en el fútbol murieron 16 personas, 12 de ellas fueron en enfrentamientos entre los mismos hinchas. Julio Grondona, presidente de AFA no puede obviar este dato. En realidad no lo quieren ver porque fueron ellos los que permitieron que el cáncer avanzara en el fútbol nacional.
Saben que los barras se están disputando a balazos limpios el negocio que, gracias al aporte del Fútbol Para Todos, es cada vez más redituable. Mandar en la tribuna, por lo menos, asegura ingresos por las ventas de entradas que entregan los dirigentes: el cobro del estacionamiento en las inmediaciones de los estadios; protección del choripanero al comerciante del barrio: venta de la ropa oficial que donan los jugadores; el manejo de las cantinas o la comercialización de bebidas en las tribunas y los viajes, entre otros items.
Y justamente allí debe apuntar Don Julio. Cuando decida acabar con los negocios que crecieron en los últimos tiempos puede ser que se acabe la violencia. El contexto también es histórico. Nunca antes la AFA tuvo tan buena relación con el Gobierno. Allí puede encontrar el apoyo necesario para combatir este flagelo. Claro que primero debe asumir la gravedad del caso y después cortar todos los lazos que une a los barras con el poder político.
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