A menos de dos semanas de las PASO, el espíritu de Antonio Salieri, aquel compositor italiano acusado de haberle robado melodías a Mozart, cruzó el Atlántico y se instaló para quedarse en la comarca subtropical. Sólo que en la provincia, en vez de robarse acordes musicales y partituras, los políticos -opositores y oficialistas por igual- se hurtan dirigentes entre sí.

Y quien lidera el ranking de "mejicaneadas" políticas es un grupo que bien podría denominarse "los salieris de Cano" y que está encabezado por el ex legislador y actual secretario general de Fotia, Roberto "Pommery" Palina. El gremialista, quien durante el verano de 2012 coronó su fama por comentar por Twitter que bebía champán importado en Punta del Este, fue el encargado de sustraerle un correligionario al senador y precandidato por el Acuerdo Cívico y Social, José Cano. El alperovichista Palina y su coequiper Miguel Mibelli son quienes -desde las sombras, claro- están al frente del armado político del oftalmólogo Guido Pérez, hijo del ex senador provincial Guido Benjamín Pérez y cuñado de la legisladora Silvia Elías de Pérez. Con su traviesa metida de cola, Palina busca matar dos pájaros de un tiro: cumple con las expectativas de su jefe Alperovich, por un lado, y le devuelve "gentilezas" al precandidato a diputado Ariel García, por el otro, con quien mantiene profundas diferencias en la actualidad. Porque si hay algo que desea fervorosamente Palina es que a García no le vaya bien en las Primarias del 11 de agosto.

En el canismo, lejos de sufrir presbicia, están convencidos de que la aparatosa campaña publicitaria del radical Pérez es financiada desde el mismo alperovichismo para restarle votos al presidente de la UCR local. Porque no son pocos los radicales que aseguran haber visto al prestigioso médico visitar al gobernador José Alperovich en su propia casa. Son los mismos que aseguran que fue el actual funcionario toledista y otrora alter ego de Cano, José Hugo Saab, el ideólogo de la jugada política para esmerilar a su ex socio político. Según comentan en su entorno, el senador radical siente su ausencia y también sus embates. Mucho más que Alberto Cortez, Cano sabe que cuando un amigo se va deja un espacio vacío que no puede ser llenado con la llegada de otro amigo. Y más aún, cuando ese amigo es un gran armador político. Como cuando pergeñó el acercamiento entre Cano y Domingo Amaya en las elecciones de 2009. En esos comicios, el amayismo contribuyó a apuntalar, con su aparato municipal, la llegada de Cano al Senado de la Nación. No por nada, el legislador alperovichista Marcelo Caponio sugirió irónicamente que las pintadas "Amaya-Cano 2015" podrían corresponder al radical y no al concejal y dirigente mercantil Oscar Cano.

No nos "Bejas" hacer nada

Para apuntalar el último tramo de campaña, el canismo especulaba con una medida judicial de alto impacto político que al final no se concretó.

A mediados de abril, Cano y la legisladora Elías de Pérez presentaron en los Tribunales Federales una denuncia penal por presuntos sobreprecios en el manejo $ 500 millones del plan Más Cerca. Según trascendió extraoficialmente, el fiscal Carlos Brito le había solicitado al juez federal N°1 Daniel Bejas, el allanamiento de las oficinas del Ministerio del Interior, a cargo de Osvaldo Jaldo. Según afirman fuentes tribunalicias, el pedido fue desestimado por el magistrado y ex rugbista. Rápidamente, en la UCR salieron a cobrarle knock on, y recordaron su paso como apoderado del Partido Justicialista en la década del 90.

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