Las sombras del pasado

Una ex integrante de una célula radical que en los años 60 produjo hechos de violencia es capturada por el FBI. Se desata entonces la cacería de otro de los miembros del grupo, acusado de haber ultimado a un policía. El hombre huye para tratar de demostrar su inocencia.

14 Septiembre 2013

El comienzo de la película remite inequívocamente a las violentas protestas que grupos ideológicamente radicalizados protagonizaron en los Estados Unidos de Norteamérica; el clima está perfectamente logrado con una interesante mezcla de documentales y escenas rodadas con el estilo de aquellos años. Inmediatamente la acción pasa a la época actual y comienza a desarrollarse el relato de la captura de algunos miembros de las organizaciones que protagonizaron hechos de violencia, por los cuales siguen siendo requeridos por el FBI.

Uno de ellos es un abogado, viudo, con una hija pequeña, que ha cambiado su identidad precisamente para borrar su pasado. A medida que el cerco policial se cierra sobre su persona, el abogado decide escapar para intentar aportar pruebas sobre su inocencia. Un periodista de un pequeño diario de provincia se interesa en el caso e inicia una investigación paralela a la que llevan adelante los efectivos policiales.

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Con estos ingredientes, Robert Redford arma un relato que promete mucho pero que va desvaneciéndose en intensidad y en potencia dramática a medida que avanza. Luego de una primera media hora de gran efecto sobre los espectadores, la narración comienza a transitar por caminos muy conocidos y las vueltas de tuerca que propone la trama no surten el efecto esperado. Es una pena porque el elenco con el que cuenta el director es un verdadero seleccionado de actores y actrices maduros que pedían personajes con mejor desarrollo para lucir todas sus virtudes interpretativas.

Lamentablemente, cada uno de ellos tiene tan sólo un par de escenas (en el mejor de los casos) que, si bien contribuyen al desarrollo de la trama, apenas permiten esbozar los rasgos de personalidades que justificaban una subtrama más sustanciosa. Con todo, la historia se deja ver sin mayores problemas, aunque desde mucho antes de los títulos finales el espectador ya tenga la certeza acerca de la manera en que se atarán los cabos aparentemente sueltos que van apareciendo a medida que se redondea la narración.

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Redford se reserva el papel protagónico (que cubre apenas con solvencia), Shia LaBeouf confirma que es un muy buen actor y hay una gran tarea de la enorme Julie Christie. El filme, por último, muestra en la pantalla grande lo que perfectamente pudo haber sido una excelente miniserie televisiva.


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