26 Octubre 2013
LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARÁOZ
Abrazos.- Los jefes de las principales dependencias de la Policía fueron los primeros en llegar al hospital Padilla. Desconsolados, saludaban y se estrechaban en un abrazo con sus compañeros. Entre ellos estaban los jefes de la Unidad Regional Norte, Mario Rojas y Luis Mansilla.
Lágrimas.- El jefe de la Dirección General de Investigaciones, comisario Luis Núñez, estaba consternado por la noticia. Con los ojos empapados, habló con LA GACETA en la guardia del hospital. "Es increíble lo que pasó", dijo. Contó además que Barraza estaba casado y no tenía hijos, pero había comenzado un tratamiento junto a su esposa para poder concebir.
El ministro.- También se acercó al hospital el ministro de Seguridad Ciudadana, Jorge Gassenbauer. Se lo vio conmovido. Saludó a los policías y a los familiares del comisario Víctor Barraza que estaban en el lugar.
Sirenas en movimiento.- Varias ambulancias entraban y salían de la playa de estacionamiento del hospital, que con cada minuto que pasaba estaba más colmada de gente. Poco a poco iban llegando familiares de Barraza, que no encontraban consuelo ante semejante tragedia.
Teléfonos.- Los celulares de los policías no paraban de sonar. Los uniformados se agarraban la cabeza cada vez que oían un nuevo detalle.
Lágrimas.- El jefe de la Dirección General de Investigaciones, comisario Luis Núñez, estaba consternado por la noticia. Con los ojos empapados, habló con LA GACETA en la guardia del hospital. "Es increíble lo que pasó", dijo. Contó además que Barraza estaba casado y no tenía hijos, pero había comenzado un tratamiento junto a su esposa para poder concebir.
El ministro.- También se acercó al hospital el ministro de Seguridad Ciudadana, Jorge Gassenbauer. Se lo vio conmovido. Saludó a los policías y a los familiares del comisario Víctor Barraza que estaban en el lugar.
Sirenas en movimiento.- Varias ambulancias entraban y salían de la playa de estacionamiento del hospital, que con cada minuto que pasaba estaba más colmada de gente. Poco a poco iban llegando familiares de Barraza, que no encontraban consuelo ante semejante tragedia.
Teléfonos.- Los celulares de los policías no paraban de sonar. Los uniformados se agarraban la cabeza cada vez que oían un nuevo detalle.
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