El verano puede marcar un punto de inflexión para la economía

Eduardo Robinson - Economista

La realidad económica impone la agenda. Las expectativas de medidas se diluyeron. Mientras tanto, las reservas del Banco Central (BCRA) siguen a la deriva, para contener la inflación seguirán los pocos efectivos acuerdos de precios y revisar los costos de las cadenas productivas. En ese contexto, sube el valor de los combustibles, con su efecto en el resto de los precios; en las provincias se incrementa la presión fiscal como todos los fines de año porque, para aplicar subas tributarias, manda la realidad de los precios del mercado. Ante las elevadas temperaturas veraniegas se multiplican los cortes de electricidad, reflejo de la insuficiencia de inversiones en energía. Las estadísticas oficiales siguen bajo sospecha. Las empresas encuentran serias dificultades para proyectar sus presupuestos 2014.

El trípode que el gobierno tiene por delante es inflación, dólar y reservas. En la medida que no se haga nada, o se haga poco para contener la inflación, la avidez por el dólar no se frenará y continuará presionando sobre las reservas. Por lo tanto, es necesario quebrar este círculo. Y en este punto se centran las expectativas de los agentes económicos. El problema es que el gobierno se quedó sin demasiado margen de acción, si pretende utilizar el manual que ha seguido hasta el momento.

En paralelo, la heterodoxia empezó a sufrir la metamorfosis, no por convicción sino por necesidad. Mandan las circunstancias. Por eso la anunciada profundización del modelo quedó sólo en las palabras. El gobierno tiene que levantar el pie del acelerador. Si por profundizar el modelo se entiende sostener la política fiscal expansiva, eso -inexorablemente- lleva a una crisis de financiamiento y a una política monetaria sin restricciones de emisión. Pero también a más intervencionismo en los mercados y en el comercio exterior, estatizaciones compulsivas de empresas. Si se pretende subestimar la reputación internacional en tribunales como el Ciadi, el Club de Paris o los planteos judiciales interpuestos por los denominados fondos buitres, claramente el gobierno no tiene margen para seguir por este camino. Esto conduciría a incrementar los costos y la probabilidad de una crisis más traumática. Si bien hay una dosis de "más de lo mismo", en simultáneo se advierte un tenue giro, que, por el momento, resulta prematuro precisar su magnitud. En este sentido el acuerdo con Repsol por la expropiación del 51% de las acciones de YPF es un paso para mejorar los incentivos de inversión de capitales extranjeros.

La necesidad de dólares frescos urge al gobierno. Por ello normalizar las relaciones con empresas y organismos internacionales será el trago amargo que afrontará el gobierno.

Ante este escenario con ambigüedades la pregunta es: ¿alcanzará para corregir los problemas que presenta la macroeconomía? Las señales del viraje pueden resultar útiles para aliviar expectativas pero, sin medidas de fondo, resultarán insuficientes. ¿Está dispuesto el gobierno a ir a fondo con las correcciones o bastará con apuntalar la economía para evitar el derrape?

Es probable que el Poder Ejecutivo deje pasar el verano para implementar las medidas correctivas. Pero, ¿por dónde pueden pasar esas medidas o al menos la orientación de la política económica? Aquí algunos escenarios:

• Reactivar las ideas de la "sintonía fina" de fines de 2011. Esto es desmantelar gradualmente los subsidios para bajar el gasto público.

• Estimular algún acuerdo con organismos internacionales para la llegada de dólares frescos y apuntalar las reservas.

• Disminuir la velocidad de emisión monetaria para desalentar presiones inflacionarias.

• Devaluar el peso respecto del dólar por encima de la inflación que estima el sector privado. Con ello, trataría de cerrar la brecha con el dólar paralelo. Pero eso puede demorar la liquidación de divisas del agro a la espera de una mayor devaluación.

• Moderar las restricciones para importar a determinados sectores industriales para estimular la producción.

• Mejorar la credibilidad en las estadísticas oficiales,.

Vienen los meses que de las palabras habrá que pasar a los hechos; de lo contrario el deterioro macroeconómico continuará y será más costoso revertir las expectativas. Este año las reservas habrán sufrido una merma de U$S 12.000 millones; esta situación no es sostenible por mucho tiempo. Niveles inflacionarios por encima del 25% tampoco pueden aguantarse sin alterar el tipo de cambio y afectar más la rentabilidad de los sectores exportadores. Si bien el gobierno descartó los anuncios grandilocuentes, algunas medidas habrá que tomar. Porque la realidad lo impone. Hay que despejar las dudas. Mientras tanto, habrá que seguir la evolución del contexto externo: que no caigan los precios internacionales, que el clima acompañe la producción de soja, que EEUU no suba la tasa de interés, que China no se enfríe, que no decaiga la compra de autos argentinos por parte de Brasil.

La economía argentina atraviesa un punto de inflexión, y "habrá que pasar el verano", donde es probable que el panorama luzca más despejado. Ya no dependerá de la profundidad del modelo, sino de la profundidad del giro que haga el gobierno.

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