08 Diciembre 2013
LOS LÓPEZ. Don Pedro encabeza un grupo de 17 peregrinos de La Cocha.
La inmensa mayoría de los peregrinos son varones; por eso sorprende este grupo de mujeres en bicicleta. Van tres generaciones en dos ruedas y todas son parientes. La abuela, doña Blanca Reinoso de Casiva, va adelante; le siguen las hijas, Liliana, Graciela y Noemí, y al último, las nietas, Marilyn y Dana, de 17y 15 años respectivamente. Todas en fila india por la ruta 38. “Yo soy la cacique”, se presenta entre risas la que inició la tradición familiar hace 30 años, cuando una de las chicas inexplicablemente dejó de caminar. “Le prometí a la Virgen que si le devolvía las piernas yo iba a ir a agradecerle mientras Ella me dé vida. Ahora tengo 76 años y ya no puedo caminar, por eso ven he hecho de a pie 26 años seguidos desde Aguilares”, dice triunfante.
No se dobla
No todo es lo que parece. Lejos de ser una anciana con voz finita que canta en la iglesia, doña Blanca es conductora de un programa de radio (FM 2000) de música del recuerdo. Además el físico le ayuda para pedalear en la ruta, porque todos los años baila en los corsos de Aguilares en el grupo de la tercera edad. “No crea que siempre he sido así. He criado seis hijos y tengo 11 nietos y dos bisnietos. En edad avanzadita se me ha dado por hacerme la pícara”, se ríe mostrando todos los dientes. De las orejas le cuelgan dos pendientes de color rosa.
“Y eso que el médico le ha prohibido hacer este viaje. Tiene mal la rodilla porque se le ha doblado la silleta y por arreglarla se ha caído al suelo”, la demanda su hija mayor.
“El doctor me ha prohibido pero la Virgen me ha permitido”, retruca doña Blanca.
Están descansando a la siesta en Rumi Punco, a la sombra de dos árboles, en el patio de una casa a la orilla de la ruta. “Antes sabíamos parar y dormir donde nos agarraba la noche. Ahora por la inseguridad ya no se puede. Además el sol no nos deja avanzar. Recién cuando baja un poco seguimos andando. La peor parte es un lugar que se llama La Vista Larga, en Mercedes, porque parece que no se termina más”, dice la menor de las hijas.
“Pero mirá que también hay gente buena”, corrige Liliana, que viene para pedir por su marido que va a ser operado del pulmón. “Salimos de La Cocha y a los seis kilómetros me doy cuenta de que me había dejado la mochila en un árbol. Le pido a uno que venía en moto que me acerque. Empiezo a preguntar a los peregrinos que venían atrás si habían visto una mochila así y ellos me avisan que uno la había guardado. Preguntando me reencontré con la mochila. Si la perdía me moría, no por la plata, porque casi no tengo nada, sino por los documentos. Aqui tenés que creer en los milagros”, ríe emocionada.
En la escuela La Posta de La Cocha, descansa una familia completa. Damián Coronel se levanta la remera y muestra una larga cicatriz vertical, que le quedó después de que lo operaron de los intestinos cuando tenía apenas dos meses de vida. El abuelo, Pedro José López, llora cada vez que se acuerda. Tiene 74 años, pero desde hace 35 viene caminando todos los años desde Yanima, La Cocha, con toda la familia. Ahora lleva 17 personas, incluidos todos sus hijos, nueras, yernos, dos vecinas y su bisnieta Jazmín, que con dos años es la peregrina más joven del grupo.
“Hemos salido el miércoles a las cuatro de la mañana. Vamos haciendo cortadas por Los Pizarro. En Rumi punco nos espera una familia Brito, en La Merced, los Barrionuevo; en Palo Labrado, don Noriega, y al llegar al Portezuelo doña Jacinta, a la que todos conocen como “la vieja de las cabras”. Todos han muerto ya, porque han pasado muchos años, pero quedan los hijos y nietos que nos reciben como lo hacían sus abuelos”, agradece don Pedro. “Aquí los chicos se crían sabiendo que siempre hay alguien a quien darle una mano”.
Si algo tienen en común Pedro López y Blanca de Casiva no es que estén promediando los 70. Es que ambos buscan lo mismo: que la tradición del amor a la Virgen y la solidaridad, que ellos han iniciado, no se corte nunca; que en la ruta y en la vida, sigan siendo peregrinos.
No se dobla
No todo es lo que parece. Lejos de ser una anciana con voz finita que canta en la iglesia, doña Blanca es conductora de un programa de radio (FM 2000) de música del recuerdo. Además el físico le ayuda para pedalear en la ruta, porque todos los años baila en los corsos de Aguilares en el grupo de la tercera edad. “No crea que siempre he sido así. He criado seis hijos y tengo 11 nietos y dos bisnietos. En edad avanzadita se me ha dado por hacerme la pícara”, se ríe mostrando todos los dientes. De las orejas le cuelgan dos pendientes de color rosa.
“Y eso que el médico le ha prohibido hacer este viaje. Tiene mal la rodilla porque se le ha doblado la silleta y por arreglarla se ha caído al suelo”, la demanda su hija mayor.
“El doctor me ha prohibido pero la Virgen me ha permitido”, retruca doña Blanca.
Están descansando a la siesta en Rumi Punco, a la sombra de dos árboles, en el patio de una casa a la orilla de la ruta. “Antes sabíamos parar y dormir donde nos agarraba la noche. Ahora por la inseguridad ya no se puede. Además el sol no nos deja avanzar. Recién cuando baja un poco seguimos andando. La peor parte es un lugar que se llama La Vista Larga, en Mercedes, porque parece que no se termina más”, dice la menor de las hijas.
“Pero mirá que también hay gente buena”, corrige Liliana, que viene para pedir por su marido que va a ser operado del pulmón. “Salimos de La Cocha y a los seis kilómetros me doy cuenta de que me había dejado la mochila en un árbol. Le pido a uno que venía en moto que me acerque. Empiezo a preguntar a los peregrinos que venían atrás si habían visto una mochila así y ellos me avisan que uno la había guardado. Preguntando me reencontré con la mochila. Si la perdía me moría, no por la plata, porque casi no tengo nada, sino por los documentos. Aqui tenés que creer en los milagros”, ríe emocionada.
En la escuela La Posta de La Cocha, descansa una familia completa. Damián Coronel se levanta la remera y muestra una larga cicatriz vertical, que le quedó después de que lo operaron de los intestinos cuando tenía apenas dos meses de vida. El abuelo, Pedro José López, llora cada vez que se acuerda. Tiene 74 años, pero desde hace 35 viene caminando todos los años desde Yanima, La Cocha, con toda la familia. Ahora lleva 17 personas, incluidos todos sus hijos, nueras, yernos, dos vecinas y su bisnieta Jazmín, que con dos años es la peregrina más joven del grupo.
“Hemos salido el miércoles a las cuatro de la mañana. Vamos haciendo cortadas por Los Pizarro. En Rumi punco nos espera una familia Brito, en La Merced, los Barrionuevo; en Palo Labrado, don Noriega, y al llegar al Portezuelo doña Jacinta, a la que todos conocen como “la vieja de las cabras”. Todos han muerto ya, porque han pasado muchos años, pero quedan los hijos y nietos que nos reciben como lo hacían sus abuelos”, agradece don Pedro. “Aquí los chicos se crían sabiendo que siempre hay alguien a quien darle una mano”.
Si algo tienen en común Pedro López y Blanca de Casiva no es que estén promediando los 70. Es que ambos buscan lo mismo: que la tradición del amor a la Virgen y la solidaridad, que ellos han iniciado, no se corte nunca; que en la ruta y en la vida, sigan siendo peregrinos.
Temas
Catamarca
NOTICIAS RELACIONADAS
Lo más popular