Cambian libros por flores para abrir una biblioteca en el pueblo

UN FUTURO MEJOR. Los alumnos saben que estudiando llegarán lejos.  UN FUTURO MEJOR. Los alumnos saben que estudiando llegarán lejos.
13 Diciembre 2013
Ya están terminando la escuela. Pero no quisieron irse sin hacer un aporte. Por eso, los chicos de 6° año de la escuela Gregorio Aráoz de La Madrid, de Gastona Norte, ya pusieron el primer granito de arena para que la comunidad en la que viven tenga su propia biblioteca.

Los estudiantes comenzaron en julio la campaña de recolección de textos “Una flor por un libro”. Recorrieron varias plazas y otros espacios en los cuales promovieron la donación de libros que en el futuro formarán parte de la biblioteca de Gastona Norte.

En la localidad, que tiene 2.000 habitantes, la única biblioteca que existe pertenece a la escuela del lugar. “Si alguien necesita un libro, tiene que viajar a otro lado. O directamente se está perdiendo la posibilidad de interesarse por la lectura”, resaltan los alumnos Ezequiel Ruiz, Fernando Sosa y Andrea Bravo, todos de 17 y 18 años.

“La idea es que el próximo año otros alumnos sigan con la campaña. Además, necesitamos un alma generosa que done un terreno para poder construirla. Será un gran aporte para este poblado”, comenta el docente Marcelo Farías Bazán. Y agradece por el constante apoyo que le da a los proyectos la directora de la institución, Cristina Domínguez.

A volar
“Con los libros se sueña”. Así reza el cartel que tiene la biblioteca de la escuela. Y lo mismo piensan los alumnos: sólo con estudio podrán progresar. Hasta hace pocos años no tenían muchas posibilidades de crecer en la zona. Ahora, la apertura de algunas carreras terciarias y universitarias en Concepción les permite seguir estudiando sin tener que irse de sus casas, cuentan los alumnos.

“Nos gustaría mucho ver crecer esta zona y no tener que abandonar nuestras casas por un futuro mejor”, resaltó Bravo, que piensa estudiar Enfermería. “Hacen falta muchas enfermeras en la zona para atender a toda la población”, evalúa.

En Gastona Norte, situada a pocos kilómetros de Concepción, la mayoría de los vecinos vive de trabajos temporarios o son obreros golondrinas. Los docentes tienen que hacer un gran esfuerzo para evitar que los alumnos secundarios (hay unos 170) abandonen la escuela. Muchos de ellos comienzan las clases recién en abril, cuando vuelven a casa después de la temporada de verano en la Costa Argentina, adonde viajan a trabajar como mozos.

“Luchamos a diario para revertir la idea que tienen muchas familias aquí: sostienen que lo mejor para los chicos es el trabajo a temprana edad. Creen que el secundario no es necesario y que es mejor que busquen empleo cuanto antes. Por eso somos más flexibles y hemos logrado una deserción cero en los últimos años”, expresa Farías Bazán.

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