Se afianza la reconciliación de Cuba con la actividad privada

A partir de la reforma castrista de 2010, se triplicó el número de “cuentapropistas”

EMPRENDER. Vivir por cuenta propia es arduo, pero muchos cubanos prefieren eso a trabajar para el Estado. reuters EMPRENDER. Vivir por cuenta propia es arduo, pero muchos cubanos prefieren eso a trabajar para el Estado. reuters
02 Febrero 2014

Por Isaac Risco - DPA

LA HABANA.- A sus 24 años, David tiene un empleo estable, con ingresos sobre la media del salario estatal cubano. Trabaja unas nueve horas diarias (a veces más), seis días a la semana. En la jornada restante intenta terminar sus estudios. Pese al esfuerzo, está contento. Trabajar por cuenta propia es “mejor que con el Estado”, asegura.

David, estudiante de Informática en La Habana y trabajador a comisión en un pequeño taller particular de teléfonos celulares, es uno de los más de 444.000 cubanos que trabajan actualmente en la iniciativa privada. Como “cuentapropista”, como le llaman en la isla donde los viejos reflejos de la lucha de clases socialista hacen que aún se desconfíe de palabras como “pequeño empresario”.

El recorte
El número casi se ha triplicado desde 2010, cuando la isla tenía sólo 156.000 “cuentapropistas”, según cifras oficiales publicadas el viernes en el diario “Granma”. El trasfondo son las reformas de mercado que Raúl Castro ha impulsado en los últimos años.

El propio presidente de Cuba reiteró recientemente que el sector privado ha llegado para quedarse en la economía de la isla, tras décadas de monopolio estatal.

“Se espera que esta modalidad siga aumentando”, advertía Castro en diciembre en un discurso ante el Parlamento sobre el auge del “cuentapropismo”. Un total de 201 oficios han sido en tanto abiertos a la iniciativa privada.

En 2010, el hermano menor de Fidel Castro habló de la necesidad de recortar hasta medio millón de empleos en el abultado y deficitario sector estatal, otra de las medidas con las que intenta hacer frente a la crónica crisis económica.

El desfile
Más de medio siglo después de la revolución de 1959, y dos décadas después de desaparecida la Unión Soviética (antigua protectora de la isla socialista), Cuba se reconcilia con el sector privado. El pequeño emprendedor ya no es visto con recelo y el discurso oficial resalta incluso su presencia.

En el tradicional desfile obrero del 1 de mayo de 2012 en la Plaza de la Revolución se vio por primera vez desfilar a un grupo de “cuentapropistas”, empleados de uno de los numerosos restaurantes privados que han brotado en La Habana, conocidos como “paladares”.

En tanto, recogía el viernes “Granma”, hasta finales de octubre había incluso 257.639 trabajadores autónomos afiliados al sindicato.

“Muchos son los negocios que han surgido en disímiles modalidades”, señalaba el órgano oficial del Partido Comunista. “Nace con ellos la ‘competencia’”, concluía en un amplio texto dedicado al “cuentapropismo” como “generador de empleos”.

Todo ello en un país que a finales de los 60 nacionalizó de golpe los pequeños negocios privados en la llamada “ofensiva revolucionaria”.

Los problemas
La economía de mercado, sin embargo, también tiene sus peros. “No todos los negocios han podido consolidarse y prosperar”, explicaba “Granma”. Hasta noviembre de 2013 se habían registrado 407.608 bajas del trabajo por cuenta propia.

Los problemas también tienen mucho que ver con la falta de mecanismos de abastecimiento, con las crónicas carencias diarias cubanas. Alberto, el dueño de un “paladar”, se quejaba frente a “Granma”, por ejemplo, de los altos precios de “copas, vajillas, vasos y juegos de cubiertos”.

El trabajo “me da para vivir desahogadamente y adquirir bienes que no están al alcance de muchos ciudadanos, pero le dedico unas 16 horas diarias. Hay que sudar mucho para ganarse el dinero”, contaba.

David lo confirma. “Las piezas y la materia prima son difíciles”, cuenta a la agencia DPA sobre su taller de celulares. Gana en promedio unos tres o cuatro dólares diarios, en un país donde el salario estatal mensual oscila entre los 20 y 30 dólares al cambio.

Sin embargo, por su taller pasaron funcionarios a decirle que no podía formatear teléfonos, una medida para luchar contra la venta de aparatos robados. El problema es para los trabajadores, se queja David: no para los ladrones.

La diversión
Las restricciones han afectado también a otros “cuentapropistas” en los últimos meses. A comienzos de noviembre el gobierno ordenó el cierre de los cines privados caseros de 3D, que se habían hecho muy populares en La Habana, y prohibió la venta de ropa importada.

“Estas medidas son correcciones necesarias para proseguir ordenando esta forma de gestión (el cuentapropismo)”, rezaba entonces la nota oficial en “Granma”. Ambas medidas causaron bastante malestar entre la población.

Los oficios
Críticos como el economista disidente Oscar Espinosa Chepe, fallecido en septiembre en España, acusaban al gobierno de Raúl Castro de autorizar a los cubanos únicamente la creación de pequeñas “empresas bonsai”, que posibilitaran la recaudación de impuestos pero sin permitir el surgimiento de un sector privado robusto.

Los 201 oficios aprobados para el “cuentapropismo” se concentran en oficios sencillos como “reparadores de muebles”, “fundidor” o “vendedor ambulante”, excluyendo por ejemplo a profesionales de alta calificación, como los médicos.

“Esa enumeración de labores privadas más parece destinada a una aldea feudal que a un país en el siglo XXI”, se quejaba entonces la conocida bloguera opositora Yoani Sánchez.

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