Las cloacas se desbordan en las calles de Yerba Buena

La esquina de Perú y Juan B. Terán parece una pista de patín. Desde hace décadas, corre agua, a veces cloacal. María Santillán se cayó y acabó con una infección. Olga de Vera también se resbaló, y se fisuró el brazo. El marido de Nora de Agüero se quebró la muñeca. Historias de decenas de personas que, para cruzar de un cordón al otro, arriesgan su pellejo

EL RIO DE LA PERU. En esta esquina de Yerba Buena, decenas de personas juegan a diario a la ruleta rusa cada vez que deben bajar un pie del cordón.  LA GACETA/FOTOS DE FRANCO VERA EL RIO DE LA PERU. En esta esquina de Yerba Buena, decenas de personas juegan a diario a la ruleta rusa cada vez que deben bajar un pie del cordón. LA GACETA/FOTOS DE FRANCO VERA
12 Mayo 2014

A María Santillán le cuesta caminar. Se la ve venir desde lejos: enagua ancha, camisa estampada, cuerpo breve, piernas rollizas y un pañuelo en la mano para la transpiración. Sus pies le pesan en cada paso. Por eso, los mueve despacio. Por eso, y porque tiene miedo. En el recorrido de ida y vuelta entre su casa y la parada del colectivo, ubicada en la esquina de las calles Perú y Juan B. Terán, en el municipio de Yerba Buena, se han resbalado decenas de personas. María, también. En una ocasión, hace unos meses, se cayó sentada en la calle, sobre aguas cloacales. Así que ahora enfrenta la caminata con desconfianza.

Son las 8.30 de la mañana. María acaba de llegar al lugar donde unas 15 personas se han congregado para expresar su hartazgo. Están, literalmente, podridas. Podridas de que en sus patios se sienta el olor a excremento humano. De baldear las veredas con desinfectantes. De que el único modo de llegar o de salir de sus casas sea a bordo de un auto. De enclaustrar a los niños. De bajar las ventanas.

- Ese día no podía levantarme. Me patinaba en esa cosa babosa. Un muchacho me ayudó. Estuve tres horas bajo la ducha para quitarme el olor. A los días, empecé con fiebre y con escalofríos. Después me salieron estas ronchas rojas -dice, y muestras las marcas, que aún persisten.

Luego del accidente, A María le diagnosticaron erisipela, que es una infección de la piel, causada, principalmente, por la bacteria estreptococos, que, al parecer, se hallaba en esas aguas servidas.

Cualquiera que viva en Yerba Buena sabe que la esquina de Perú y Terán es neurálgica. No se trata de una zona limítrofe de la ciudad. Al contrario, la barriada que la rodea es una de las más populares, ambas calles llevan tráfico y hay dos paradas de colectivos. Sin embargo, cada vez que alguien pasa por ahí, arriesga su pellejo.

Como María. O como cualquiera de sus vecinos. Olga de Vera, por ejemplo, se quebró la muñeca. Dos veces, la misma muñeca. No se dedica al boxeo. En todo caso, ha pasado los 60 años, es baja y menuda. Se lastimó cuando cruzaba por el río Perú, como lo llama ella. Porque de calle, queda poco. Ahí el hormigón parece una pista de patín.

- Esto empezó cuando hicieron las cloacas. ¡Yo le dije al intendente (Daniel Toledo) que esos caños que estaban poniendo eran chiquitos! -exclama. Los conductos por donde van las aguas sucias -como dice Olga- se instalaron allí hace unos tres años. Desde entonces -coinciden los residentes- la materia fecal pasa flotando junto a los cordones.

Mirta de Schmieloz cuenta que se mudó al barrio hace 35 años, y que siempre hubo agua en esas calles. “Pero era limpia. Ahora lleva caca”, se queja. Raquel Moraga se sube a un auto para buscar a su nieta, cuyas casas quedan a 100 metros de distancia entre sí, porque no puede caminar con la niña por las veredas. Lina Iramain tiene una “fuente” en el frente de su vivienda, como le dicen las amigas, para ponerle humor al padecimiento. Es que la alcantarilla por donde aflora todo está situada en su jardín de pasto bien cortado. Luis Romero asegura que un vecino abogado estuvo muy mal, debido a que padece diabetes y se infectó por haber pisado ese charco podrido. Juana Abregú dice que a veces el olor es insoportable. Mirta Cisneros lava el piso de granza con lavandina, para desinfectarlo. Nora de Agüero cuenta que su marido también se quebró la muñeca. “Cruzó, se resbaló y cayó acostado”, relata. Eduardo Villagra supone que las cañerías “han colapsado”. La arquitecta Virgina Ribas le pide a los gobernantes que controlen a las empresas de servicios. Carmen Rossi asegura que allí todos viven de la puerta hacia adentro. Guillermo Campero ironiza: “esto era un lago y ahora se convirtió en un dique. ¡Sacá el sábalo que va ahí! (le grita a un joven que cruza haciendo rodeos)”. Graciela Strada añade que, además del problema del agua, la zona se ha vuelto insegura, y que el basurero apenas pasa una o dos veces a la semana. María Isabel de Colombres Garmendia recuerda que hace unos días, un policía que perseguía a dos jóvenes se cayó en esa agua inmundia. “Pobre hombre. ¡No hay derecho!”.

El encuentro vecinal es un coro a voces. En ocasiones, las personas hablan de forma ordenada. En otras, se sobreponen. Dicen que con frecuencia llaman a las oficinas de la Sociedad Aguas del Tucumán (SAT). Que vienen sólo de vez en cuando. Y que el arreglo dura, si tienen suerte, tres días. También afirman que le han llevado su reclamo al intendente. Y muestran las notas que le han presentado. Pero no han obtenido una respuesta definitiva. El agua siempre vuelve.

- Yerba Buena es una cloaca a cielo abierto. Nadie lo dice. Pero es así.

A María Laura Toledo de Dip se la oye perfectamente. Todos callan para escucharla. Su relato los conmueve, porque habla de sus hijas. “No salen ni a la puerta. Las subo al auto adentro del garage, y para bajarlas hago lo mismo. No saben lo que es agarrar una bicicleta y salir a andar en su cuadra. Así no se puede vivir”, concluye.

La reunión va terminando. Las personas se toman del brazo para bajar el cordón. Se ayudan entre sí. Esquivan las aguas pestilentes, los autos, los ómnibus y el musgo que se divisa bajo el agua. A María Santillán, y a todos los que pasan por ahí, les cuesta caminar.


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