Por Carlos Páez de la Torre H
15 Mayo 2014
JUAN B. TERÁN. Desde la presidencia de la Sociedad Sarmiento, lanzó la idea de la Universidad, en 1906 la gaceta / archivo
En setiembre de 1906, el presidente de la Sociedad Sarmiento, doctor Juan B. Terán, inauguró los denominados “cursos libres”. Con ellos se proponía una “mayor cultura abstracta” y una “mayor difusión de conocimientos”.
Pero, decía en el discurso de apertura, “su tendencia es de enseñanza superior: aspira así a completar, no a rivalizar”. Toda sociedad requiere “enriquecerse con centros científicos que desempeñen la función progresiva de su vida espiritual”. Que la defiendan del prejuicio y del error, y “que abran la entrada a la verdad, que se corrige diariamente”.
A continuación, Terán formulaba el primer anuncio de fundación de la Universidad, cuyo proyecto presentaría en 1909. Afirmaba que con los “cursos libres”, que luego tendrían mayor desarrollo, sumados a los 15.000 libros de la Sarmiento, al Instituto de Bacteriología ya inaugurado, al proyectado Museo de Historia Americana y Natural de la región, y a la también proyectada Escuela de Bellas Artes, “quedan enumerados los elementos que han de federarse en la futura Universidad de Tucumán”.
Entendía hallarse en la aurora de “una gran obra futura que mi esperanza y mi previsión evocan”. Sería el “fruto maduro y propio que corone la vida tucumana”. Algo “extraño a la tradición de la Universidad argentina”: algo más bien “del tipo científico norteamericano, con todas sus ventanas abiertas sobre el terreno que la sustenta”. Tendría, inalterablemente, un “concepto científico y superior, que coordine en una alta armonía los disonantes rumores y palpitaciones de máquina social”. Formaría “núcleos de opinión reflexiva y sólida, que extirpen nuestra curiosidad ociosa y nuestra crítica ligera”.
Pero, decía en el discurso de apertura, “su tendencia es de enseñanza superior: aspira así a completar, no a rivalizar”. Toda sociedad requiere “enriquecerse con centros científicos que desempeñen la función progresiva de su vida espiritual”. Que la defiendan del prejuicio y del error, y “que abran la entrada a la verdad, que se corrige diariamente”.
A continuación, Terán formulaba el primer anuncio de fundación de la Universidad, cuyo proyecto presentaría en 1909. Afirmaba que con los “cursos libres”, que luego tendrían mayor desarrollo, sumados a los 15.000 libros de la Sarmiento, al Instituto de Bacteriología ya inaugurado, al proyectado Museo de Historia Americana y Natural de la región, y a la también proyectada Escuela de Bellas Artes, “quedan enumerados los elementos que han de federarse en la futura Universidad de Tucumán”.
Entendía hallarse en la aurora de “una gran obra futura que mi esperanza y mi previsión evocan”. Sería el “fruto maduro y propio que corone la vida tucumana”. Algo “extraño a la tradición de la Universidad argentina”: algo más bien “del tipo científico norteamericano, con todas sus ventanas abiertas sobre el terreno que la sustenta”. Tendría, inalterablemente, un “concepto científico y superior, que coordine en una alta armonía los disonantes rumores y palpitaciones de máquina social”. Formaría “núcleos de opinión reflexiva y sólida, que extirpen nuestra curiosidad ociosa y nuestra crítica ligera”.
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