29 Junio 2014
El 29 de junio se celebra la fiesta de los santos Pedro y Pablo, que fueron pilares importantes de la naturaleza y la misión de la Iglesia. Se lo llama Día del Papa, pues Pedro fue el primero y porque cada obispo de Roma es su sucesor.
Para nosotros el día de hoy es algo especial: el sucesor de Pedro, Jorge Bergoglio, llamado Francisco desde su elección, es hijo de nuestra tierra. Esto nos significa mucho, pero al mismo tiempo nos interpela. El Evangelio marca la naturaleza de la misión de Pedro: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mateo 16,13-19).
Pedro y Francisco hoy -como ayer Benedicto XVI o Juan Pablo II- fueron elegidos por Cristo para esta misión: ser quien confirma en la Fe, servir en la edificación del Reino de Dios.
Para los cristianos, de modo especial para los católicos, el Papa no es una figura decorativa de tinte social, con gran capacidad de convocatoria y de adhesión. Todo ello es muy bueno, pero su esencia pasa por la naturaleza misma de la misión que Cristo le encomendó.
El Papa es un hombre de carne y hueso que lleva un peso histórico de fe y una responsabilidad moral enorme, no solo como guía de 1200 millones de católicos sino por lo que representa en la vida del mundo.
¿Qué hacer para ayudar a Francisco? Rezar mucho por él, mucho más de lo que pensamos. Recemos hoy de modo especial por su fortaleza, su salud, su descanso, su santidad... Ese es el modo correcto de quererlo: desde la Fe, con una adhesión afectiva y efectiva. No basta admirar sus gestos; hay que imitarlos. No es suficiente estar de acuerdo con lo que dice; hay que reproducirlo en la vida personal. Nos alegra cuando aparece con su rol profético, pero ello debe empujarnos a ser anunciadores y denunciadores de la verdad. Admirar pero no imitar no sirve.
Hemos comenzado nuestra preparación al Congreso Eucarístico Nacional 2016. En nuestras intenciones pedimos por Francisco, como él mismo nos lo pide: “recen por mí”. Caminando hacia el Bicentenario de la Independencia de la Patria y hacia nuestro Congreso Eucarístico, pidamos al Padre del cielo por este hijo de nuestra tierra, el papa Francisco.
Para nosotros el día de hoy es algo especial: el sucesor de Pedro, Jorge Bergoglio, llamado Francisco desde su elección, es hijo de nuestra tierra. Esto nos significa mucho, pero al mismo tiempo nos interpela. El Evangelio marca la naturaleza de la misión de Pedro: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mateo 16,13-19).
Pedro y Francisco hoy -como ayer Benedicto XVI o Juan Pablo II- fueron elegidos por Cristo para esta misión: ser quien confirma en la Fe, servir en la edificación del Reino de Dios.
Para los cristianos, de modo especial para los católicos, el Papa no es una figura decorativa de tinte social, con gran capacidad de convocatoria y de adhesión. Todo ello es muy bueno, pero su esencia pasa por la naturaleza misma de la misión que Cristo le encomendó.
El Papa es un hombre de carne y hueso que lleva un peso histórico de fe y una responsabilidad moral enorme, no solo como guía de 1200 millones de católicos sino por lo que representa en la vida del mundo.
¿Qué hacer para ayudar a Francisco? Rezar mucho por él, mucho más de lo que pensamos. Recemos hoy de modo especial por su fortaleza, su salud, su descanso, su santidad... Ese es el modo correcto de quererlo: desde la Fe, con una adhesión afectiva y efectiva. No basta admirar sus gestos; hay que imitarlos. No es suficiente estar de acuerdo con lo que dice; hay que reproducirlo en la vida personal. Nos alegra cuando aparece con su rol profético, pero ello debe empujarnos a ser anunciadores y denunciadores de la verdad. Admirar pero no imitar no sirve.
Hemos comenzado nuestra preparación al Congreso Eucarístico Nacional 2016. En nuestras intenciones pedimos por Francisco, como él mismo nos lo pide: “recen por mí”. Caminando hacia el Bicentenario de la Independencia de la Patria y hacia nuestro Congreso Eucarístico, pidamos al Padre del cielo por este hijo de nuestra tierra, el papa Francisco.
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