Por Ezequiel Fernández Moores
07 Septiembre 2014
¿Exageró Lucas Biglia? Apenas después del 4-2 a Alemania, en el debut de “Tata” Martino como DT de la Selección, con un golazo y tres asistencias de lujo de Angel Di María, Biglia dijo muy natural que “‘Fideo’ hoy está entre los tres mejores jugadores del mundo”, detrás de Lionel Messi y de Cristiano Ronaldo.
Vamos a algunos datos: Di María fue distinguido por la UEFA como la figura en la final de Liga de Campeones que Real Madrid terminó ganando 4-1 en tiempo extra al Atlético de Diego Simeone. “Nunca olvidaremos tu zigzag de Lisboa”, saludó su partida de Real Madrid Xabi Alonso, al recordar esa carrera formidable que permitió anotar a Gareth Bale el decisivo gol del 2-1. Igual que aquella carrera que alguna vez dejó al pobre Carles Puyol girando en el aire en un clásico de Liga ante Barcelona. Igual que tantas otras corridas con la camiseta de Real Madrid. Aquella coronación en la final de Liga de Campeones fue casi omitida por buena parte de la prensa deportiva madrileña, acaso porque Di María no es español. Y acaso porque, además de no ser español, Di María nunca fue el favorito del presidente Florentino Pérez, patrón de muchas de las cosas que suceden en Madrid, prensa incluida.
Di María anotó también y fue figura en el otro título que sumó la temporada pasada Real Madrid, en la final de Copa del Rey ante el Barcelona que dirigía el “Tata” Martino. Y en la última Liga de España, ningún jugador hizo tantas asistencias como él (22). En sus cuatro temporadas de Liga española, Di María completó 49 asistencias. Una marca superada apenas por un jugador: Messi. Y, desde 2011, apenas dos jugadores dieron más asistencias que Di María en toda Europa: otra vez Messi y el alemán Mesut Özil. Di María dejó Real Madrid con 36 goles y 72 asistencias en 190 partidos. Manchester United acaba de pagar por él cerca de 80 millones de euros, cifra inédita en toda la historia del fútbol inglés. Di María, tal vez Biglia tenga razón, está en el podio de los tres mejores futbolistas y podrá convertirse esta temporada en la pesadilla del señor Florentino Pérez.
“Fideo” no es un apodo exactamente marketinero. Responde a un cuerpo durísimo, pero medio alambre, lejos de los abdominales que vende Cristiano. Su rostro flaco, con orejas grandes y dientes salidos, están lejos de la buena facha de James Rodríguez, el crack colombiano por el que Florentino apostó como recambio. Y su gesto de furia en enero pasado en el Bernabéu (una tarde en la que replicó silbidos “acomodándose” los huevos, como luego explicó a la prensa) empalidece ante las buenas maneras del galés Gareth Bale, otro crack con pinta de “galán” de Baywatch que alimenta mejor que “Fideo” las necesidades marketineras del señor Pérez. El presidente de Real Madrid, acaso intuyendo la que se viene, habló este viernes en conferencia de prensa. La citó para jactarse de un nuevo balance con ingresos récord de 603 millones de euros. Pero tuvo que explicar por qué Di María no podía seguir en Real Madrid.
Di María, dijo Florentino, “ponía en riesgo la estabilidad financiera del club”. Lo dijo, sin ponerse colorado, el hombre que ha gastado unos 1.200 millones de euros para fichar lo que primero llamó “galácticos”, aunque luego pidió que le cambiaran el nombre, cansado acaso de que Barcelona, con la cantera de La Masía, le arruinara los sueños imperiales. Y Florentino fue aún más lejos en su conferencia del viernes: Di María -aseguró- pidió ganar virtualmente como Cristiano Ronaldo, “que, como todos sabemos -enfatizó el dirigente- es el mejor del mundo”. Lo que nadie repreguntó al señor Pérez fue porque creía entonces que Di María firmó con el United por 8 millones de euros anuales, mucho menos que los 17 millones que gana Ronaldo. Pero mucho más que los “escasos” 4 millones que le pagaba Real Madrid.
Todos los centrocampistas y delanteros titulares cobraban bastante más que Di María. Hubo fichajes que hasta triplicaron su salario, como el caso de Bale (13 millones), o lo duplicaron, como el alemán Tony Kroos (8 millones), o, simplemente, lo superaron, como el citado James (5,5 millones). El diario “El País” contó que Di María pedía duplicar de 4 a 8 millones su salario. Eugenio López, agente del jugador, dijo el viernes que “Fideo” se hubiese quedado en el Madrid inclusive por menos dinero. “Hay muchas cosas que yo valoro y muchas de ellas nada tienen que ver con mi salario”, escribió Di María al dejar Real Madrid. Y agregó: “me voy porque, lamentablemente, no soy del gusto futbolístico de alguna persona”. No hizo falta que dijera su nombre. Los diarios se encargaron de hacerlo. Y Florentino se sintió aludido.
Silencioso, pero de carácter, formado en la dureza de las calles rosarinas menos protegidas, a Di María, según me cuentan, nunca le gustó que Pérez lo ignorara cuando bajaba a saludar a los vestuarios a otros jugadores. El DT Carlo Ancelotti pidió encarecidamente a Pérez que retuviera a Di María. El presidente no le hizo caso y el DT terminó plegándose también él al discurso institucional: “es Di María quien se quiere ir”, dijo Ancelotti, enojado porque, en la reciente final de Supercopa española que perdió ante el Atlético, Simeone dijo sin inocencia que Di María era el mejor jugador de Real Madrid. Di María, en rigor, quiso irse la temporada pasada, cuando los fichajes, siempre millonarios, de Bale y también de Isco lo dejaron inicialmente sin puesto en el equipo titular. Hasta que, como siempre, le ganó a todos. No sólo por sus goles y asistencias. Sino, ante todo, porque en un equipo de galácticos, él, un crack de galera y bastón, como lo demostró el miércoles pasado en Dusseldorf, corrió siempre como un obrero. Eso mismo fue lo que le reconocieron en numerosas ovaciones los hinchas del Bernabéu. Todos creyeron que había firmado su partida del Bernabéu aquella tarde en la que respondió a silbidos agarrándose los huevos. Lo hizo, sí, y pidió disculpas. Y se ganó otra vez, corriendo como nunca, el cariño de los hinchas.
Porque, si hay algo que debe destacársele a Di María, es su entrega por el equipo dentro de la cancha. Ese gesto de bajar hasta su propia área para recuperar y, en la misma jugada, dar la asistencia para el gol de contragolpe. De un contragolpe que él mismo inició. Acaso por eso lo valoran sus compañeros. Porque deja todo, absolutamente todo. Y porque esa entrega contagia al resto. Levanta al equipo caído. Lo sabía Ancelotti. Y acaso por eso el propio Cristiano dijo el otro día que mejor no opinaría sobre el tema porque él jamás hubiese actuado de ese modo. Fue un gesto casi inédito de Cristiano, tanto que el propio Pérez, en su conferencia del viernes, debió responder que estaba “todo bien” con “el mejor jugador del mundo”.
Ojalá Di María siga ahora su carrera ascendente en Manchester United, donde juega con el 7 que lucieron George Best, Eric Cantona y hasta su amigo Cristiano. Y ojalá, si hay nueva final de Mundial, “Angelito” no vuelva a quedarse afuera. No estará Florentino mandándole cartas y prohibiéndole jugar, como sucedió en Brasil. Di María rompió la carta y pidió jugar. Fue Alejandro Sabella quien decidió no arriesgarlo. Y bastante sufrimos su ausencia en la final del Maracaná.
Vamos a algunos datos: Di María fue distinguido por la UEFA como la figura en la final de Liga de Campeones que Real Madrid terminó ganando 4-1 en tiempo extra al Atlético de Diego Simeone. “Nunca olvidaremos tu zigzag de Lisboa”, saludó su partida de Real Madrid Xabi Alonso, al recordar esa carrera formidable que permitió anotar a Gareth Bale el decisivo gol del 2-1. Igual que aquella carrera que alguna vez dejó al pobre Carles Puyol girando en el aire en un clásico de Liga ante Barcelona. Igual que tantas otras corridas con la camiseta de Real Madrid. Aquella coronación en la final de Liga de Campeones fue casi omitida por buena parte de la prensa deportiva madrileña, acaso porque Di María no es español. Y acaso porque, además de no ser español, Di María nunca fue el favorito del presidente Florentino Pérez, patrón de muchas de las cosas que suceden en Madrid, prensa incluida.
Di María anotó también y fue figura en el otro título que sumó la temporada pasada Real Madrid, en la final de Copa del Rey ante el Barcelona que dirigía el “Tata” Martino. Y en la última Liga de España, ningún jugador hizo tantas asistencias como él (22). En sus cuatro temporadas de Liga española, Di María completó 49 asistencias. Una marca superada apenas por un jugador: Messi. Y, desde 2011, apenas dos jugadores dieron más asistencias que Di María en toda Europa: otra vez Messi y el alemán Mesut Özil. Di María dejó Real Madrid con 36 goles y 72 asistencias en 190 partidos. Manchester United acaba de pagar por él cerca de 80 millones de euros, cifra inédita en toda la historia del fútbol inglés. Di María, tal vez Biglia tenga razón, está en el podio de los tres mejores futbolistas y podrá convertirse esta temporada en la pesadilla del señor Florentino Pérez.
“Fideo” no es un apodo exactamente marketinero. Responde a un cuerpo durísimo, pero medio alambre, lejos de los abdominales que vende Cristiano. Su rostro flaco, con orejas grandes y dientes salidos, están lejos de la buena facha de James Rodríguez, el crack colombiano por el que Florentino apostó como recambio. Y su gesto de furia en enero pasado en el Bernabéu (una tarde en la que replicó silbidos “acomodándose” los huevos, como luego explicó a la prensa) empalidece ante las buenas maneras del galés Gareth Bale, otro crack con pinta de “galán” de Baywatch que alimenta mejor que “Fideo” las necesidades marketineras del señor Pérez. El presidente de Real Madrid, acaso intuyendo la que se viene, habló este viernes en conferencia de prensa. La citó para jactarse de un nuevo balance con ingresos récord de 603 millones de euros. Pero tuvo que explicar por qué Di María no podía seguir en Real Madrid.
Di María, dijo Florentino, “ponía en riesgo la estabilidad financiera del club”. Lo dijo, sin ponerse colorado, el hombre que ha gastado unos 1.200 millones de euros para fichar lo que primero llamó “galácticos”, aunque luego pidió que le cambiaran el nombre, cansado acaso de que Barcelona, con la cantera de La Masía, le arruinara los sueños imperiales. Y Florentino fue aún más lejos en su conferencia del viernes: Di María -aseguró- pidió ganar virtualmente como Cristiano Ronaldo, “que, como todos sabemos -enfatizó el dirigente- es el mejor del mundo”. Lo que nadie repreguntó al señor Pérez fue porque creía entonces que Di María firmó con el United por 8 millones de euros anuales, mucho menos que los 17 millones que gana Ronaldo. Pero mucho más que los “escasos” 4 millones que le pagaba Real Madrid.
Todos los centrocampistas y delanteros titulares cobraban bastante más que Di María. Hubo fichajes que hasta triplicaron su salario, como el caso de Bale (13 millones), o lo duplicaron, como el alemán Tony Kroos (8 millones), o, simplemente, lo superaron, como el citado James (5,5 millones). El diario “El País” contó que Di María pedía duplicar de 4 a 8 millones su salario. Eugenio López, agente del jugador, dijo el viernes que “Fideo” se hubiese quedado en el Madrid inclusive por menos dinero. “Hay muchas cosas que yo valoro y muchas de ellas nada tienen que ver con mi salario”, escribió Di María al dejar Real Madrid. Y agregó: “me voy porque, lamentablemente, no soy del gusto futbolístico de alguna persona”. No hizo falta que dijera su nombre. Los diarios se encargaron de hacerlo. Y Florentino se sintió aludido.
Silencioso, pero de carácter, formado en la dureza de las calles rosarinas menos protegidas, a Di María, según me cuentan, nunca le gustó que Pérez lo ignorara cuando bajaba a saludar a los vestuarios a otros jugadores. El DT Carlo Ancelotti pidió encarecidamente a Pérez que retuviera a Di María. El presidente no le hizo caso y el DT terminó plegándose también él al discurso institucional: “es Di María quien se quiere ir”, dijo Ancelotti, enojado porque, en la reciente final de Supercopa española que perdió ante el Atlético, Simeone dijo sin inocencia que Di María era el mejor jugador de Real Madrid. Di María, en rigor, quiso irse la temporada pasada, cuando los fichajes, siempre millonarios, de Bale y también de Isco lo dejaron inicialmente sin puesto en el equipo titular. Hasta que, como siempre, le ganó a todos. No sólo por sus goles y asistencias. Sino, ante todo, porque en un equipo de galácticos, él, un crack de galera y bastón, como lo demostró el miércoles pasado en Dusseldorf, corrió siempre como un obrero. Eso mismo fue lo que le reconocieron en numerosas ovaciones los hinchas del Bernabéu. Todos creyeron que había firmado su partida del Bernabéu aquella tarde en la que respondió a silbidos agarrándose los huevos. Lo hizo, sí, y pidió disculpas. Y se ganó otra vez, corriendo como nunca, el cariño de los hinchas.
Porque, si hay algo que debe destacársele a Di María, es su entrega por el equipo dentro de la cancha. Ese gesto de bajar hasta su propia área para recuperar y, en la misma jugada, dar la asistencia para el gol de contragolpe. De un contragolpe que él mismo inició. Acaso por eso lo valoran sus compañeros. Porque deja todo, absolutamente todo. Y porque esa entrega contagia al resto. Levanta al equipo caído. Lo sabía Ancelotti. Y acaso por eso el propio Cristiano dijo el otro día que mejor no opinaría sobre el tema porque él jamás hubiese actuado de ese modo. Fue un gesto casi inédito de Cristiano, tanto que el propio Pérez, en su conferencia del viernes, debió responder que estaba “todo bien” con “el mejor jugador del mundo”.
Ojalá Di María siga ahora su carrera ascendente en Manchester United, donde juega con el 7 que lucieron George Best, Eric Cantona y hasta su amigo Cristiano. Y ojalá, si hay nueva final de Mundial, “Angelito” no vuelva a quedarse afuera. No estará Florentino mandándole cartas y prohibiéndole jugar, como sucedió en Brasil. Di María rompió la carta y pidió jugar. Fue Alejandro Sabella quien decidió no arriesgarlo. Y bastante sufrimos su ausencia en la final del Maracaná.