El desafío de darle más verde a una ciudad abarrotada de cemento

Especialistas proponen generar más espacios públicos, orden y descentralización.

 la gaceta / foto de jorge olmos sgrosso (archivo) la gaceta / foto de jorge olmos sgrosso (archivo)
29 Septiembre 2014
Hace 329 años, San Miguel de Tucumán comenzaba a delinearse como la ciudad más importante de la provincia luego de su traslado desde Ibatín. Hoy celebra un nuevo aniversario debido a la festividad de San Miguel Arcángel. Por décadas, esta capital ha ostentado un sitio de privilegio en la región. Un jardín pujante, con una profusa vida nocturna y cultural. De geografía chica, pero nada mezquina en paisajes y suelos, mucho menos en cantidad de habitantes. Es una metrópolis atractiva y de vital valor histórico para el país ¿De todos modos, es ésta la ciudad que queremos? ¿Cómo estamos y hacia dónde nos dirigimos? Cuatro especialistas en urbanismo, geografía, ciencias sociales y biología responden estas preguntas

La de hoy no es la misma capital que a principios de 1900. Ni siquiera la que era a fines del siglo pasado. Creció en altura, en densidad poblacional y, por supuesto, en conflictos. “Tenemos la misma superficie de espacio verde que había en 1916, solo que en ese entonces había 82.000 habitantes y hoy viven unos 800.000, aproximadamente”, analiza Sandra Mansilla, doctora en Geografía y actual directora del Gymnasium (UNT). A esa cantidad hay que sumarle los que diariamente transitan, trabajan o hacen escala.

“El espacio público es un indicador de cómo es la convivencia. En ese sentido creo que se sigue apuntando a generar riqueza desde el centro y lo que llega a la periferia es un derrame de lo que sobra”, reflexiona Cecilia Lakowski, arquitecta y doctora en Ciencias Sociales (su tesis fue “La producción y regulación del espacio público de San Miguel de Tucumán”).

Hay que pensar la ciudad más allá del área central. En eso coinciden las dos expertas. Los brazos se extienden -explica Mansilla- hacia La Banda del Río Salí, Alderetes, Las Talitas y Lomas de Tafí (Tafí Viejo) casi naturalmente. “En la capital se prestan servicios para miles de personas que no viven aquí. Hay que plantear la descentralización sin la mirada mezquina del poder político”. Según Lakowski, la planificación de la ciudad deja afuera a muchos sectores. “Se lleva el trailer sanitario a un barrio, pero no se le arregla la plaza para que la viva su gente”.

El ambiente
El crecimiento ha obligado a sacrificar espacios verdes. “La temperatura es una de las variables metereológicas más sensibles a los procesos de urbanización”, apuntan Graciela Ponessa y María Inés Mercado, del Instituto de Morfología Vegetal de la Fundación Miguel Lillo. “Tucumán es la ciudad más densamente poblada de Argentina; el 80% está representado por población urbana”. Esta característica obliga a tomar medidas innovadoras para no perder más ámbitos naturales. “Las construcciones ya no contienen el espacio verde y las tendencias naturalistas. Las fuerzas económicas han creado un paisaje de plazas indefinibles, manzanas de estacionamiento, calles vencidas por el tráfico, enlaces de autopistas y terrenos vacíos”, opinan. En este contexto, acceder a un espacio verde se vuelve casi un privilegio.

A esto se le suma el mal uso y la desaprensión. “El tucumano no es solidario con el entorno natural porque no está educado para su uso sostenible”, añade Mansilla.

Los valores medioambientales pasaron a un segundo plano -indican Ponessa y Mercado- y se pasó a una sociedad preocupada por el bienestar presente, por el consumo y la explotación desordenada de los recursos. Si hubiera que pensar en un regalo para la ciudad, proponen: más árboles, más verde y una apertura hacia la periferia.

Comentarios