El teatro tucumano reconoce a Jorge Alves

“Ahora está más difícil poner una obra”, admite el productor y director, quien nació en Lules y comenzó en las tablas en 1950

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01 Diciembre 2014
En plena adolescencia, Jorge Alves ya sabía qué quería ser, lo cual sonó a un mundo desconocido en los oídos de su padre. “Le dije que iba a seguir arte dramático y me preguntó qué era. La miró a mi mamá y ella levantó los hombros. Un hermano mío le explicó que era teatro, y yo empecé a perderme bajo la mesa. Tenía 16 o 17 años, y era una insolencia porque tendría que haber ido a estudiar a Buenos Aires y no tenía ni para el boleto”, recuerda.

La escena transcurrió en su Lules natal, una ciudad que entonces era muy distinta a la que ahora tiene una sala cultural municipal que lleva su nombre. No es el único reconocimiento que recibió uno de los directores y productores teatrales de mayor trayectoria de Tucumán: hace unos años fue distinguido por el Senado de la Nación y por la Asociación Argentina de Actores y hoy será homenajeado en la Fiesta Provincial del Teatro en un acto a realizarse a las 19.30, en la sala Orestes Caviglia (San Martín 251).

“Realmente estoy muy emocionado, me sorprendió que me distingan y eso me lleva a pensar mucho. Comencé en 1950, cuando fui a mi primer ensayo, y hoy siento colmada todas las expectativas que tenía entonces. Jamás me imaginé que podía lograr todo esto. Mucha gente hace méritos y no a todos los reconocen en vida”, le dice a LA GACETA. La pasión por el teatro lo llevó a superar ese desencuentro familiar inicial y a abrirse camino por sí mismo, sacándole horas al descanso cuando entraba a trabajar en el Banco de la Nación Argentina.

Su comienzo fue en un centro filodramático luleño y, al llegar a la capital tucumana, se relacionó con Raúl Serrano Pérez, su primer director y, por entonces, periodista de LA GACETA. “Cuando él dejó de ir a Lules, me di cuenta de que yo también podía dirigir y así empecé”, relata.

Elenco federal

Alves se reivindica como un formador de grupos. “Mi mayor ilusión fue poder conformar el Teatro Federal (en los años 90) con un actor por provincia, pero me faltó infraestructura. Fui a Buenos Aires a pedir apoyo al Teatro Cervantes y me dijeron que sí, pero luego ni leen lo que les dejás. Ahora está más difícil hacer teatro, porque nadie sale por mucho tiempo de Buenos Aires por los trabajos que tienen allá. Sólo vienen en gira, no para temporadas”, advierte.

El director elogia especialmente a Hugo Arana y a Luisa Kuliok la predisposición para el trabajo que les planteó. “Mi primera apuesta fue con ‘Made in Lanús’, con Betiana Blum, y choqué con la realidad: cuando ella se fue porque tenía compromisos previos, luego de meses de tener lleno el teatro Alberdi, la reemplazó la tucumana Susana Santos, una gran actriz que no fue aprovechada por el Estable, y sólo iban 20 personas”, se lamenta por la respuesta del público.

Los hábitos de consumo teatral han cambiado mucho desde los tiempos de salas de cientos de personas llenas por meses. Ahora, los espacios son más reducidos. “Son lugares para 30 personas y no da para realizar puestas de envergadura, lo que te va limitando”, explica.

Este año, Alves no dirigió ninguna puesta. “Hay muchos problemas de sala. A los teatros grandes no los podés alquilar y los otros necesitás varios fines de semana seguidos, por lo menos 12 funciones, para que sea redituable”, explica. En carpeta está volver a contactarse con Luis Agustoni, el autor de “Los lobos”, quien está dirigiendo en Buenos Aires la obra “Cita a ciegas”, del argentino Mario Diament. “Quiero que venga para que hagamos una codirección acá. Si no puede, dirigirle una obra de él que es muy linda, ‘El protagonista’. Mis grandes ilusiones son ‘La muerte de un viajante’ o ‘Todos eran mis hijos’, de Arthur Miller, pero sólo los derechos de autor salen U$S 10.000, y ahí se acaba todo, porque no hay posibilidades de recuperar la inversión”, concluye.

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