Garnier cumplió un viejo anhelo

Rápido, furioso y melancólico, el volante recuperó un Fiat 128, su primer auto.

FUERZA BRUTA. Debajo del capó del pintoresco 128 hay varios caballos de fuerza. Velocidad no le faltará. la gaceta / fotos de leo noli FUERZA BRUTA. Debajo del capó del pintoresco 128 hay varios caballos de fuerza. Velocidad no le faltará. la gaceta / fotos de leo noli
01 Diciembre 2014
El jueves sorprende con auto nuevo pero de vieja data, amparado en el escudo de una marca italiana con raíces y nombre bien argentino. Pablo Garnier se mueve en su Fiat 128 como si lo hiciera en una Ferrari F12 berlinetta. Es el tesoro encontrado que buscó mucho tiempo, el chiche que persiguió en foros y a través de internet, husmeando páginas web de ventas varias. “Fue mi primer auto el 128 y quería tener uno de nuevo”, canta el volante de Atlético mientras de fondo la melodía de ese renovado motor ruge acompañando sus palabras.

Garnier está chocho. “Hace un año lo compré, me costó encontrarlo y, cuando lo hice, estuvo casi 11 meses en el taller. Hace un mes que lo ando, desde que lo traje de Buenos Aires”, relata “Peca” cómo fue el camino hacia ese bólido bien vintage que él mismo empezó a retocar sin alterar su verdadera identidad. “Salvo el motor, que lo cambié y le hice algunos retoques, je, je, el resto del auto es original. Quiero dejarlo así, pero ante debo reacondicionar algunas partes del interior, como el tapizado y otros temas de chapas. Por su antigüedad, hay que hacerlo, en realidad”, cuando Pablo se refiere a su 128 lo hace como si fuera parte de las entrañas de la familia. “Bueno, tengo tres nenas, así que el 128 sería como mi hijo, je”, busca la sonrisa cómplice el sabueso “decano”. Sus hijas, Delfina, Catalina y Guadalupe, y su esposa, Montserrat, estuvieron a su lado en la búsqueda. “Mi mujer prefiere que gaste la plata en esto y no en otras cosas”, habla ahora de la economía el hombre a quien llegaron a comparar con Eduardo Coudet, ex River, reconocido por su buen juego en la cancha y por sus excentricidades fuera de ella.

“Ja, alguna vez me dijeron que éramos parecidos. Pero no, estoy lejos del ‘Chacho’, me falta. Cuando me compararon era porque tenía el pelo blanco como él”, agradece a quienes lo pusieron en la misma línea del carismático mediocampista, ídolo de varios clubes.

Los caballos de fuerza de su 128 comienzan a entrar en calor. “Tiene motor de Fiat uno, anda muy bien, aunque todavía no lo pisé”, dice apelando a la jerga pistera Garnier. “Todavía lo estoy asentando; llega tranquilo a 120, veremos después”, cuenta las virtudes de su chiche pero, a su vez, reconoce que todavía le faltan ajustes técnicos. “El tema frenos. Al ser pesado el motor tengo que mejorarlos. Necesito 100 metros de distancia para frenar, je, je”.

El pintoresco 128, al que le puso cubiertas al tono de su año, 1973, y que con el tiempo irá aggiornando en Tucumán, es para toda la vida. “Venderlo, difícil, no quiero. Y para que alguien se lo lleve debería estar igual de loco que yo”, contextualiza Garnier el tema inversión debajo del capó y en sus alrededores.

Su hijo espera formar parte de una gala albiceleste que tiene a todo el pueblo “decano” encendido con el posible ascenso a Primera. “Ojalá cumplamos el objetivo. Si lo logramos, estaremos dando vueltas en la plaza Independencia”, acaricia su nave “Peca”, la que hoy tiene de amuleto de la buena suerte.

Esperó años Garnier para reencontrarse con su amado 128 y ahora que lo hizo solo espera que todo lo que venga sea positivo.

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