Por LA GACETA
08 Enero 2015
La violencia y la muerte volvieron a sacudir a buena parte del mundo con el atentado terrorista a la sede del semanario satírico francés “Charlie Hebdo”, ocurrido ayer en París, en el que murieron doce personas, incluyendo el director de la publicación y tres dibujantes. Dos individuos encapuchados y armados ingresaron a las oficinas y dispararon contra el personal. “¡Vamos a vengar al profeta!”, gritaron en reivindicación a Mahoma, fundador del Islam.
La revista había sido víctima de amenazas y de ataques en los últimos años, por haber publicado en 2006 caricaturas del profeta musulmán. En 2011, su sede había sido atacada con una bomba incendiaria y debió cerrar su redacción durante varias semanas. “Charlie Hebdo” se hizo conocido por sus referencias satíricas contra líderes religiosos y políticos y ha publicado numerosas viñetas ridiculizando a Mahoma. Los yihadistas habían advertido repetidamente por internet que la publicación pagaría por sus burlas. “Vamos a castigar a los agresores. Esto va en contra de los principios de la república. Doce personas están muertas. Vamos a encontrar a los responsables de este hecho. Francia está en shock”, dijo el presidente galo, François Hollande.
Esta cobarde agresión constituye un feroz ataque a la democracia y a libertad de expresión de parte de grupos que se valen de esta forma violenta de lucha política, mediante la cual se persigue la destrucción del orden establecido o la creación de un clima de temor e inseguridad.
El hecho que ha despertado el repudio generalizado y la solidaridad con las víctimas, incluyendo nuestro país, ha sido vinculado con el fundamentalismo. Francia es el país europeo con mayor cantidad de población musulmana -entre cinco millones y seis millones de personas-, aunque se estima que los más ortodoxos, serían alrededor de 12.000.
El terrorismo y el fundamentalismo (actitud que defiende los fundamentos de una determinada doctrina en su integridad o pureza más rigurosa) son expresiones que tienen que ver con la intolerancia y el desapego a la vida hasta el punto de llegar matar a otro para imponer su verdad o alimentar el odio. Pero también están relacionados con los problemas complejos de transculturación, discriminación y xenofobia que padecen aquellos que emigran hacia los países desarrollados, en particular, grupos religiosos como los islámicos.
La libertad de expresión ha sido una vez más vulnerada por fanáticos, que creen que apelando a la violencia van a lograr amedrentar y acallar su voz. Este hecho cobarde y sangriento debe incrementar los esfuerzos de los países y en particular, las grandes potencias, por combatir el terrorismo, pero no a cualquier precio ni aplicando la misma metodología, sino valiéndose de las leyes internacionales en esta materia.
El ataque contra el semanario “Charlie Hebdo” ha sido perpetrado en la cuna de la libertad y de los derechos humanos. Alguien que es capaz de matar porque le provoca malestar una caricatura o se ha ofendido por el humor sarcástico de una publicación es lisa y llanamente un asesino. Y mucho más condenable es matar en nombre de Dios o de cualquier profeta, porque ninguna de las religiones principales promueve el odio y la aniquilación del otro, sino el amor entre las personas.
La revista había sido víctima de amenazas y de ataques en los últimos años, por haber publicado en 2006 caricaturas del profeta musulmán. En 2011, su sede había sido atacada con una bomba incendiaria y debió cerrar su redacción durante varias semanas. “Charlie Hebdo” se hizo conocido por sus referencias satíricas contra líderes religiosos y políticos y ha publicado numerosas viñetas ridiculizando a Mahoma. Los yihadistas habían advertido repetidamente por internet que la publicación pagaría por sus burlas. “Vamos a castigar a los agresores. Esto va en contra de los principios de la república. Doce personas están muertas. Vamos a encontrar a los responsables de este hecho. Francia está en shock”, dijo el presidente galo, François Hollande.
Esta cobarde agresión constituye un feroz ataque a la democracia y a libertad de expresión de parte de grupos que se valen de esta forma violenta de lucha política, mediante la cual se persigue la destrucción del orden establecido o la creación de un clima de temor e inseguridad.
El hecho que ha despertado el repudio generalizado y la solidaridad con las víctimas, incluyendo nuestro país, ha sido vinculado con el fundamentalismo. Francia es el país europeo con mayor cantidad de población musulmana -entre cinco millones y seis millones de personas-, aunque se estima que los más ortodoxos, serían alrededor de 12.000.
El terrorismo y el fundamentalismo (actitud que defiende los fundamentos de una determinada doctrina en su integridad o pureza más rigurosa) son expresiones que tienen que ver con la intolerancia y el desapego a la vida hasta el punto de llegar matar a otro para imponer su verdad o alimentar el odio. Pero también están relacionados con los problemas complejos de transculturación, discriminación y xenofobia que padecen aquellos que emigran hacia los países desarrollados, en particular, grupos religiosos como los islámicos.
La libertad de expresión ha sido una vez más vulnerada por fanáticos, que creen que apelando a la violencia van a lograr amedrentar y acallar su voz. Este hecho cobarde y sangriento debe incrementar los esfuerzos de los países y en particular, las grandes potencias, por combatir el terrorismo, pero no a cualquier precio ni aplicando la misma metodología, sino valiéndose de las leyes internacionales en esta materia.
El ataque contra el semanario “Charlie Hebdo” ha sido perpetrado en la cuna de la libertad y de los derechos humanos. Alguien que es capaz de matar porque le provoca malestar una caricatura o se ha ofendido por el humor sarcástico de una publicación es lisa y llanamente un asesino. Y mucho más condenable es matar en nombre de Dios o de cualquier profeta, porque ninguna de las religiones principales promueve el odio y la aniquilación del otro, sino el amor entre las personas.
NOTICIAS RELACIONADAS