Por Marcelo Androetto
19 Octubre 2015
ALTIBAJOS. Mora se lleva el balón pese a la marca de Lequi. River no lució. TÉLAM
River deambula como alma en pena por un torneo largo que se le hace eterno: tras dos derrotas consecutivas, apenas rescató un 1-1 frente a Aldosivi, en un Monumental extrañamente semivacío y desangelado.
En la previa, los hinchas caminaban con la placidez propia de un paseo dominical por los Bosques de Palermo. Y hablaban de la fiereza de Los Pumas, y de la endeblez de San Lorenzo, y de que “seguro Racing le dará pelea a Boca, que a nadie le gusta que otro salga campeón en su cancha”… De Aldosivi y de este River, que no levanta cabeza, mutis por el foro, mejor ni hablar, pensaban esos estoicos 20.000 simpatizantes.
Y hubo un cuarto de hora, en el inicio del partido, que pareció que alguien había dado cuerda a la “Máquina del Tiempo”, y que de pronto este River volvía a ser aquel de hace un año atrás: presión alta e insoportable, y precisión en velocidad. El gol parecía estar al caer, pero la moneda cayó para el lado de la visita. No por obra del azar, sino por mérito del laboratorio de “Teté” Quiroz: córner al primer palo y Lugüercio que se anticipa a un sorprendido Mora para peinar y meter la pelota en el segundo palo de Barovero. ¿El payaso “Plin Plin”? El payaso “Clink, Caja”, más bien. En su primera llegada, la visita estaba arriba. Y casi nada volvió a ser lo mismo.
River siguió siendo amo y señor en la posesión, pero perdió sus atributos del inicio y protagonizó un festival del fuera de juego (a Driussi le anularon un golazo por esa razón). Y el “Tiburón”, con Lequi como cabeza de playa, se agazapó esperando pegar un nuevo y definitivo tarascón de contra. Pero no lo supo hacer.
Cuando la orquesta de River peor tocaba -pese al ingreso de la sangre nueva de Viudez, Saviola y Martínez-, lo salvó uno de sus mejores solistas, un Mora en pose de ballet, que definió con la punta del botín derecho.
En la previa, los hinchas caminaban con la placidez propia de un paseo dominical por los Bosques de Palermo. Y hablaban de la fiereza de Los Pumas, y de la endeblez de San Lorenzo, y de que “seguro Racing le dará pelea a Boca, que a nadie le gusta que otro salga campeón en su cancha”… De Aldosivi y de este River, que no levanta cabeza, mutis por el foro, mejor ni hablar, pensaban esos estoicos 20.000 simpatizantes.
Y hubo un cuarto de hora, en el inicio del partido, que pareció que alguien había dado cuerda a la “Máquina del Tiempo”, y que de pronto este River volvía a ser aquel de hace un año atrás: presión alta e insoportable, y precisión en velocidad. El gol parecía estar al caer, pero la moneda cayó para el lado de la visita. No por obra del azar, sino por mérito del laboratorio de “Teté” Quiroz: córner al primer palo y Lugüercio que se anticipa a un sorprendido Mora para peinar y meter la pelota en el segundo palo de Barovero. ¿El payaso “Plin Plin”? El payaso “Clink, Caja”, más bien. En su primera llegada, la visita estaba arriba. Y casi nada volvió a ser lo mismo.
River siguió siendo amo y señor en la posesión, pero perdió sus atributos del inicio y protagonizó un festival del fuera de juego (a Driussi le anularon un golazo por esa razón). Y el “Tiburón”, con Lequi como cabeza de playa, se agazapó esperando pegar un nuevo y definitivo tarascón de contra. Pero no lo supo hacer.
Cuando la orquesta de River peor tocaba -pese al ingreso de la sangre nueva de Viudez, Saviola y Martínez-, lo salvó uno de sus mejores solistas, un Mora en pose de ballet, que definió con la punta del botín derecho.