Por Federico Diego van Mameren
29 Noviembre 2015
El mundo acelera -y vive- a dos velocidades agresivamente diferentes. Una es real y la otra no deja de serlo, aunque está cargada de susceptibilidades y especulaciones. Hoy se cumple una semana desde que fue electo presidente Mauricio Macri y en esos siete días ya hay resoluciones que implican los comicios de 2017 y los de 2019. El peronismo ya juega con esos años. Pero también se están discutiendo las medidas que el nuevo gobierno nacional aún no tomó. La velocidad es brutal. Parece un bólido incontrolable. En Tucumán las cosas no son muy diferentes. Hoy el gobierno de Juan Manzur cumplirá un mes de vida y no gatea como un bebé; corre como un adulto en una pista. Por eso José Alperovich, que aún no asumió como senador y es un desocupado transitorio, ya no es el padre de la criatura sino la víctima o el victimario del nuevo poder, según el prisma con que se lea la realidad.
El gobernador de la provincia trabaja con inesperados reflejos que se traducen en gestos que jamás hubiera tenido su antecesor. Esta semana que ya no es dejó tres hitos: 1) Se preocupó por felicitar a José Cano casi antes que su familia. Lo hizo apenas se anunció que manejaría millones en obras para las provincias. 2) No dudó en convocar a Germán Alfaro y reunirse con él para dialogar. 3) Cumplió con su compromiso de lanzar una reforma política tal cual lo había reclamado la sociedad después de las tristemente célebres elecciones del 23 de agosto.
Manzur llegó al gran sillón con el rótulo de obsecuente y luego de haber sido el número uno de los “sijosesistas”. Pero parece ser que el gobernador no es ningún ingenuo. Tiene muy claro que no hay tiempo para discutir nada. Cada minuto es una acción que se debe capitalizar en su favor. Y, en ese marco, Alperovich es pasado. El problema que enfrenta es que la velocidad no da tiempo a la transformación y a la adecuación de los actores. El alperovichismo no era más que una gran caja registradora. Cada uno de los hombres y mujeres fue disciplinado con fondos que iban modelando su perfil. Manzur está lejos de poder hacer eso. No son los mismos tiempos ni está en condiciones de repetir una historia que la sociedad sigue de cerca y que está reñida con la ética.
Esa es la mayor encrucijada del gobernador. La gente necesita y pide un cambio al toma y daca y la gran mayoría de los interlocutores viene, comparte y defiende aquel paradigma alperovichista. Manzur se ha encontrado que su “querido José” no le ha dejado la mejor de las herencias y que los interlocutores son más alperovichistas que de su propia tropa. Un ejemplo es el Concejo Deliberante que trata de manejarlo Dante Loza, “sijosesista paladar negro” si los hay que termina siendo llevado de las narices por Ricardo Bussi, a quien no le ha ido tal mal en los tiempos alperovichista, pese a pertenecer al sector de la sociedad más odiado por el kirchnerismo.
Manzur había soñado contrarrestar todo estos problemas internos con su excelente relación con Daniel Scioli y toda la estructura de peronistas y kirchneristas que se vislumbraba como nuevo poder de la Argentina. Pero su salvavidas se pinchó hace exactamente siete días. Y, empezó a dar manotazos de ahogado. En ese marco se inscriben sus tres gestos. Ninguno de ellos habrían sido pasos dado por Alperovich ni tampoco por alguno de los dirigentes políticos prohijados en el paradigma de la última década de gobierno. Al enemigo, ni agua; y diálogo y consenso, ¡Las pelotas!, hubiera dicho una vieja dirigente liberal. Sin embargo, Manzur quiere demostrar que es otro, que nada tiene que ver con Alperovich, pero además las circunstancias lo obligan. Sin Scioli y con diputados y senadores elegidos por Alperovich no tiene mucho para ofrecerle a Macri. Manzur es un gobernador que está solo pero cuenta con el respaldo popular -aún en la debilidad que le infligieron los comicios del 23 de agosto- para consolidar su legitimidad en el menor tiempo posible. Por eso no tuvo ningún problema de sentarse a conversar con el intendente Germán Alfaro, el hombre que fue más duro con el alperovichismo ni mucho menos le preocupó felicitar a Cano por ser un tucumano en lugar privilegiado en la estructura nacional. “La campaña ya pasó y todos debemos trabajar por la provincia”, fueron sus palabras para sintetizar los nuevos tiempos.
El legislador 50
El pasado no desaparece con la facilidad con la que se da vuelta la página de un libro. Eso también quedó claro esta semana cuando la Legislatura provincial designó como secretario de la Cámara a quien fuera virtualmente el legislador 50 durante estos últimos años. Un hombre de absoluta fidelidad al esquema de funcionamiento de la Legislatura que oculta sus números y hace de las remuneraciones y de la paga un secreto casi siniestro. Tanto es así que apenas juró en su nuevo cargo, Claudio Pérez se llamó a silencio y no quiso hacer ninguna declaración. Es débil para responder por qué no se puede transparentar los fondos que van a los bolsillos de los legisladores que dicen recibir una suma pero tiene otros ingresos muy diferentes que suelen disfrazarse de gastos sociales. Pérez ha sido, es y será un funcionario fundamental para que el sistema no falle. Esto ha sido avalado por Alperovich, por Manzur y hoy por el vicegobernador Osvaldo Jaldo, quien tuvo el gesto democrático de poner a alguien de la oposición en la mesa directiva de la Cámara (Ariel García), pero que firma sin problemas este triste desorden del Poder Legislativo. Manzur mira para otro lado cuando se trata este tema. Quisiera que sea una cuestión del pasado, pero es el presente que le recuerda malos pasos dados.
La sombra de López
José Cano está contento como chico con juguete nuevo. La Unidad Ejecutora del Plan Belgrano le dará un poder increíble al tucumano que ni aún dando sus estertores cejará en su sueño de ser gobernador de la provincia. El nuevo rol de Cano no es un lecho de rosas para él. Muchas de las obras que se encaren desde esa unidad ejecutora tendrán que pasar por el Congreso donde los gobernadores se hacen fuerte y donde va a vivir el desocupado transitorio y archienemigo de Cano, José Alperovich. En este campo la buena relación que sepan tejer Cano y Manzur será beneficiosa para la provincia y para ambos. Ya hubo un tucumano que tuvo un rol muy parecido al de Cano, José López. Él también quería ser gobernador de la provincia y no lo fue. Es más, por estos días nadie se acuerda bien de López cuando ve que aquellas grandes obras que se prometieron están paradas.
La alegría de Cano se desploma como castillo de naipes ante un simple soplido comarcano. Para hacerse cargo de la unidad ejecutora, Cano tiene dos opciones: a) pedir licencia y b) renunciar como diputado de la Nación. Si opta por la licencia, el macrismo perderá un diputado nacional que pueda hacer fuerza en el Cámara Baja. Si elige la opción B, la banca de diputado nacional debería ser ocupada por Federico Masso, actual subsecretario de Desarrollo Social en el municipio de capital. Es un dirigente que trabaja a sol y sombra en el equipo de Alfaro, pero que si asume como diputado jamás levantará la mano por el macrismo. Por eso apenas se supo del futuro de Cano en el gabinete nacional empezaron los lobbies y el operativo seducción para que Masso no llegue al Congreso y se quede en la Municipalidad. La primera en poner el grito en el cielo fue Elisa Carrió porque debajo de Masso está la actual concejal reelecta Sandra Manzone, una niña mimada de “Lilita” que le asegura fidelidad al próximo gobierno. Si esto llegara a ocurrir eso el joven abogado radical y con vínculos bancarios, Juan Andrés Robles, sería concejal. Mientras se producen estas especulaciones, Masso espera -como siempre lo hizo- pacientemente, pero al mismo tiempo prepara toda la artillería para lanzarle a Cano si es que deciden dejarlo sin la banca de diputado nacional.
El guiño
Alperovich tiene abstinencia de poder. Su casa perdió el ruido y las multitudes de funcionarios y obsecuentes que solían desayunar y cenar. Sin embargo, el ex gobernador trata de intervenir aún cuando no le dan cabida. Lo que nunca hubiera esperado es que apenas a un mes de haber dejado el poder iba a ver afiches (Manzur Conducción) que auguraban su desplazamiento. La lógica no siempre es entendida en política por eso en el acto le organizaron reuniones en Banda del Río Salí, otros “sijosesistas” mandaron a despejar afiches en Yerba Buena y Alperovich se preocupó por hacer saber que 2019 es un año que puede agraciarlo. “José, ¿Volvemos en el 19?”, a la pregunta siempre le devuelve como respuesta un guiño cómplice.
División ineludible
En el marco de un proceso de diálogo y de mayores cuidados institucionales en la provincia, la Corte Suprema de Tucumán logró elegir a su presidente minutos antes de que suene el gong de la intervención. No hubo diálogo ni consensos. Se logró el cometido y Antonio Gandur fue reelecto con el respaldo de Claudia Sbdar y de Daniel Posse. Los otros dos vocales, René Goane y Antonio Estofán, quedaron refunfuñando porque Sbdar desplazó en la vicepresidencia a Goane a quien le correspondía por ser el vocal de mayor edad (vocal decano). Goane ya comenzó a estudiar el caso para realizar un planteo legal. Las divisiones y los desencuentros parecen ser moneda corriente en esta Corte.
Recuerdos del futuro
La historia de nuestra argentina está escrita en base a los acuerdos y desacuerdos. Los motores que han hecho crecer al país siempre han sido los consensos y no los disensos. En 1983 la sociedad compartió tácitamente la necesidad de una democracia fuerte e indiscutible y aquí estamos después de levantamientos militares y de otros intereses. En 2001 también hubo acuerdos muy claros de toda la sociedad que sirvieron de base para que el país volviera a despegar. La construcción de la dicotomía de unitarios y federales es una vieja deuda que siempre está presente. Aún hoy ese disenso está presente y es aprovechada por los gobierno de turnos para debilitar a las provincias. De esa discusión jamás zanjada y siempre aprovechada se han construida provincias dependientes del poder nacional.
El diálogo y la búsqueda de consensos es el freno para tanta velocidad en esta Argentina en la que se busca construir nuevos paradigmas.
El gobernador de la provincia trabaja con inesperados reflejos que se traducen en gestos que jamás hubiera tenido su antecesor. Esta semana que ya no es dejó tres hitos: 1) Se preocupó por felicitar a José Cano casi antes que su familia. Lo hizo apenas se anunció que manejaría millones en obras para las provincias. 2) No dudó en convocar a Germán Alfaro y reunirse con él para dialogar. 3) Cumplió con su compromiso de lanzar una reforma política tal cual lo había reclamado la sociedad después de las tristemente célebres elecciones del 23 de agosto.
Manzur llegó al gran sillón con el rótulo de obsecuente y luego de haber sido el número uno de los “sijosesistas”. Pero parece ser que el gobernador no es ningún ingenuo. Tiene muy claro que no hay tiempo para discutir nada. Cada minuto es una acción que se debe capitalizar en su favor. Y, en ese marco, Alperovich es pasado. El problema que enfrenta es que la velocidad no da tiempo a la transformación y a la adecuación de los actores. El alperovichismo no era más que una gran caja registradora. Cada uno de los hombres y mujeres fue disciplinado con fondos que iban modelando su perfil. Manzur está lejos de poder hacer eso. No son los mismos tiempos ni está en condiciones de repetir una historia que la sociedad sigue de cerca y que está reñida con la ética.
Esa es la mayor encrucijada del gobernador. La gente necesita y pide un cambio al toma y daca y la gran mayoría de los interlocutores viene, comparte y defiende aquel paradigma alperovichista. Manzur se ha encontrado que su “querido José” no le ha dejado la mejor de las herencias y que los interlocutores son más alperovichistas que de su propia tropa. Un ejemplo es el Concejo Deliberante que trata de manejarlo Dante Loza, “sijosesista paladar negro” si los hay que termina siendo llevado de las narices por Ricardo Bussi, a quien no le ha ido tal mal en los tiempos alperovichista, pese a pertenecer al sector de la sociedad más odiado por el kirchnerismo.
Manzur había soñado contrarrestar todo estos problemas internos con su excelente relación con Daniel Scioli y toda la estructura de peronistas y kirchneristas que se vislumbraba como nuevo poder de la Argentina. Pero su salvavidas se pinchó hace exactamente siete días. Y, empezó a dar manotazos de ahogado. En ese marco se inscriben sus tres gestos. Ninguno de ellos habrían sido pasos dado por Alperovich ni tampoco por alguno de los dirigentes políticos prohijados en el paradigma de la última década de gobierno. Al enemigo, ni agua; y diálogo y consenso, ¡Las pelotas!, hubiera dicho una vieja dirigente liberal. Sin embargo, Manzur quiere demostrar que es otro, que nada tiene que ver con Alperovich, pero además las circunstancias lo obligan. Sin Scioli y con diputados y senadores elegidos por Alperovich no tiene mucho para ofrecerle a Macri. Manzur es un gobernador que está solo pero cuenta con el respaldo popular -aún en la debilidad que le infligieron los comicios del 23 de agosto- para consolidar su legitimidad en el menor tiempo posible. Por eso no tuvo ningún problema de sentarse a conversar con el intendente Germán Alfaro, el hombre que fue más duro con el alperovichismo ni mucho menos le preocupó felicitar a Cano por ser un tucumano en lugar privilegiado en la estructura nacional. “La campaña ya pasó y todos debemos trabajar por la provincia”, fueron sus palabras para sintetizar los nuevos tiempos.
El legislador 50
El pasado no desaparece con la facilidad con la que se da vuelta la página de un libro. Eso también quedó claro esta semana cuando la Legislatura provincial designó como secretario de la Cámara a quien fuera virtualmente el legislador 50 durante estos últimos años. Un hombre de absoluta fidelidad al esquema de funcionamiento de la Legislatura que oculta sus números y hace de las remuneraciones y de la paga un secreto casi siniestro. Tanto es así que apenas juró en su nuevo cargo, Claudio Pérez se llamó a silencio y no quiso hacer ninguna declaración. Es débil para responder por qué no se puede transparentar los fondos que van a los bolsillos de los legisladores que dicen recibir una suma pero tiene otros ingresos muy diferentes que suelen disfrazarse de gastos sociales. Pérez ha sido, es y será un funcionario fundamental para que el sistema no falle. Esto ha sido avalado por Alperovich, por Manzur y hoy por el vicegobernador Osvaldo Jaldo, quien tuvo el gesto democrático de poner a alguien de la oposición en la mesa directiva de la Cámara (Ariel García), pero que firma sin problemas este triste desorden del Poder Legislativo. Manzur mira para otro lado cuando se trata este tema. Quisiera que sea una cuestión del pasado, pero es el presente que le recuerda malos pasos dados.
La sombra de López
José Cano está contento como chico con juguete nuevo. La Unidad Ejecutora del Plan Belgrano le dará un poder increíble al tucumano que ni aún dando sus estertores cejará en su sueño de ser gobernador de la provincia. El nuevo rol de Cano no es un lecho de rosas para él. Muchas de las obras que se encaren desde esa unidad ejecutora tendrán que pasar por el Congreso donde los gobernadores se hacen fuerte y donde va a vivir el desocupado transitorio y archienemigo de Cano, José Alperovich. En este campo la buena relación que sepan tejer Cano y Manzur será beneficiosa para la provincia y para ambos. Ya hubo un tucumano que tuvo un rol muy parecido al de Cano, José López. Él también quería ser gobernador de la provincia y no lo fue. Es más, por estos días nadie se acuerda bien de López cuando ve que aquellas grandes obras que se prometieron están paradas.
La alegría de Cano se desploma como castillo de naipes ante un simple soplido comarcano. Para hacerse cargo de la unidad ejecutora, Cano tiene dos opciones: a) pedir licencia y b) renunciar como diputado de la Nación. Si opta por la licencia, el macrismo perderá un diputado nacional que pueda hacer fuerza en el Cámara Baja. Si elige la opción B, la banca de diputado nacional debería ser ocupada por Federico Masso, actual subsecretario de Desarrollo Social en el municipio de capital. Es un dirigente que trabaja a sol y sombra en el equipo de Alfaro, pero que si asume como diputado jamás levantará la mano por el macrismo. Por eso apenas se supo del futuro de Cano en el gabinete nacional empezaron los lobbies y el operativo seducción para que Masso no llegue al Congreso y se quede en la Municipalidad. La primera en poner el grito en el cielo fue Elisa Carrió porque debajo de Masso está la actual concejal reelecta Sandra Manzone, una niña mimada de “Lilita” que le asegura fidelidad al próximo gobierno. Si esto llegara a ocurrir eso el joven abogado radical y con vínculos bancarios, Juan Andrés Robles, sería concejal. Mientras se producen estas especulaciones, Masso espera -como siempre lo hizo- pacientemente, pero al mismo tiempo prepara toda la artillería para lanzarle a Cano si es que deciden dejarlo sin la banca de diputado nacional.
El guiño
Alperovich tiene abstinencia de poder. Su casa perdió el ruido y las multitudes de funcionarios y obsecuentes que solían desayunar y cenar. Sin embargo, el ex gobernador trata de intervenir aún cuando no le dan cabida. Lo que nunca hubiera esperado es que apenas a un mes de haber dejado el poder iba a ver afiches (Manzur Conducción) que auguraban su desplazamiento. La lógica no siempre es entendida en política por eso en el acto le organizaron reuniones en Banda del Río Salí, otros “sijosesistas” mandaron a despejar afiches en Yerba Buena y Alperovich se preocupó por hacer saber que 2019 es un año que puede agraciarlo. “José, ¿Volvemos en el 19?”, a la pregunta siempre le devuelve como respuesta un guiño cómplice.
División ineludible
En el marco de un proceso de diálogo y de mayores cuidados institucionales en la provincia, la Corte Suprema de Tucumán logró elegir a su presidente minutos antes de que suene el gong de la intervención. No hubo diálogo ni consensos. Se logró el cometido y Antonio Gandur fue reelecto con el respaldo de Claudia Sbdar y de Daniel Posse. Los otros dos vocales, René Goane y Antonio Estofán, quedaron refunfuñando porque Sbdar desplazó en la vicepresidencia a Goane a quien le correspondía por ser el vocal de mayor edad (vocal decano). Goane ya comenzó a estudiar el caso para realizar un planteo legal. Las divisiones y los desencuentros parecen ser moneda corriente en esta Corte.
Recuerdos del futuro
La historia de nuestra argentina está escrita en base a los acuerdos y desacuerdos. Los motores que han hecho crecer al país siempre han sido los consensos y no los disensos. En 1983 la sociedad compartió tácitamente la necesidad de una democracia fuerte e indiscutible y aquí estamos después de levantamientos militares y de otros intereses. En 2001 también hubo acuerdos muy claros de toda la sociedad que sirvieron de base para que el país volviera a despegar. La construcción de la dicotomía de unitarios y federales es una vieja deuda que siempre está presente. Aún hoy ese disenso está presente y es aprovechada por los gobierno de turnos para debilitar a las provincias. De esa discusión jamás zanjada y siempre aprovechada se han construida provincias dependientes del poder nacional.
El diálogo y la búsqueda de consensos es el freno para tanta velocidad en esta Argentina en la que se busca construir nuevos paradigmas.
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